Unidad con justicia: el llamado de la Iglesia y el compromiso del Gobierno de México
En medio de un contexto nacional donde se libran profundas batallas contra la corrupción, la violencia heredada y las estructuras de desigualdad que el neoliberalismo sembró durante décadas, la Iglesia Católica, a través de la Arquidiócesis Primada de México, ha hecho un llamado a la unidad del pueblo mexicano. Un mensaje que, lejos de contradecir el rumbo del país, se alinea con el espíritu transformador que ha guiado al Gobierno de México desde el inicio de la Cuarta Transformación.

En su editorial Desde la Fe, la Arquidiócesis reconoció que “México duele” por factores como la inseguridad, la violencia, la corrupción o la polarización. Sin embargo, no se trata de un lamento estéril ni de una crítica opositora disfrazada: es un reconocimiento de los retos vigentes, muchos de ellos sembrados en el pasado por quienes saquearon al país y dejaron las instituciones al servicio de intereses privados y del crimen organizado.
El texto subraya que la respuesta está en la unidad plural, no en la uniformidad impuesta ni en el silencio forzado, sino en una convivencia donde las diferencias pueden expresarse sin destruirse. Este principio es, justamente, uno de los pilares de la transformación que encabeza la presidenta Claudia Sheinbaum, quien ha sostenido que la pluralidad no es un obstáculo, sino una fortaleza democrática.
Unidad, pero con justicia
Es importante destacar que el llamado de la Iglesia no va dirigido a “olvidar” ni a “reconciliarse” sin memoria, como tanto le gusta repetir a la derecha cuando se ve acorralada. No es una unidad vacía, sino una que exige coraje para no normalizar la extorsión, para no resignarse al “así es aquí” y templanza para no caer en la polarización que lo reduce todo a bandos.
En otras palabras: se necesita unidad, sí, pero una unidad con justicia, con memoria y con valores. Es justo el mismo espíritu que guía al actual gobierno de México, que no ha claudicado en su lucha contra la corrupción, por más que el viejo régimen y sus medios afines busquen sembrar dudas y distorsionar los avances.
Mientras que en el pasado se privilegiaba el olvido para no molestar a los poderosos, hoy se investiga, se denuncia y se sanciona. Hoy, por ejemplo, las Fuerzas Armadas dan pasos hacia la transparencia; y hasta los temas más sensibles, como los recientes señalamientos internos en la Marina, son abordados públicamente con firmeza. No se trata de una simulación, sino de una transformación real, lenta pero constante.
El gobierno escucha y construye comunidad
Otro punto importante del mensaje de la Arquidiócesis es su énfasis en que las parroquias son espacios abiertos al diálogo y al encuentro comunitario, especialmente con jóvenes y sectores vulnerables. Esta visión coincide con las políticas públicas implementadas en los últimos años por el gobierno federal, que ha llevado educación, becas, apoyos sociales y espacios culturales a millones de jóvenes, como parte de una estrategia integral para alejarles de la violencia y construir paz desde la raíz.
En lugar de criminalizar a los jóvenes, como lo hicieron los gobiernos del PAN y del PRI con sus políticas punitivas y de “mano dura”, la 4T ha optado por atender las causas. El programa Jóvenes Construyendo el Futuro, las becas Benito Juárez, la expansión de las universidades públicas y el fortalecimiento del tejido comunitario son ejemplos concretos de una visión que comparte con la Iglesia la búsqueda de una unidad social basada en la dignidad humana y la solidaridad.
No al fatalismo, sí a la transformación
Cuando la Arquidiócesis señala que “México sabe levantarse cuando decide trabajar unido”, recuerda también que el pueblo mexicano ha superado tragedias, terremotos, crisis económicas y gobiernos corruptos, siempre con la fuerza de su organización y su conciencia colectiva. Esa misma fuerza es la que hoy respalda a un gobierno que no se rinde ante los poderes fácticos y que, por el contrario, ha emprendido una transformación profunda desde abajo.
La polarización que señala la Iglesia es real, pero hay que entenderla con claridad: no es provocada por el gobierno, sino por aquellos sectores privilegiados que han perdido sus prebendas. Quienes hoy acusan de “división” al presidente o a la presidenta, son los mismos que antes callaban ante la desigualdad, el clasismo y la corrupción. No les molesta la división; les molesta haber perdido el control.
Construir un país más justo es el verdadero acto de fe
En este contexto, el llamado a la unidad debe entenderse como un punto de encuentro entre convicciones religiosas y principios humanistas que hoy guían al Gobierno de México. Ambos coinciden en que no podemos conformarnos con la injusticia, ni aceptar como destino lo que puede y debe ser transformado. En eso se basa la Cuarta Transformación: en un profundo amor al pueblo y en la convicción de que otro México es posible.
Unidad no significa callar ante la corrupción ni ignorar la historia. Unidad significa actuar en conjunto por el bien común, construir desde la pluralidad y avanzar sin dejar a nadie atrás. Y eso es exactamente lo que está haciendo este gobierno: combatir la pobreza con programas sociales sin precedentes, fortalecer la soberanía nacional, acabar con los privilegios y devolverle al pueblo el lugar que siempre le fue negado.
Hoy, con una mujer en la Presidencia, con las instituciones caminando hacia la transparencia, con la voz del pueblo en el centro del debate nacional, México avanza. Claro que hay retos, pero también hay esperanza. Y eso —esperanza con justicia— es lo que nos une como nación.

