Una elección histórica pese a la guerra sucia de la oposición
La elección popular de ministros del Poder Judicial celebrada el pasado domingo ha sido calificada por los detractores del gobierno de la Cuarta Transformación como un fracaso por la baja participación ciudadana. Sin embargo, esa narrativa ignora una verdad incuestionable: fue precisamente la derecha —esa coalición conservadora conformada por PAN, PRI, PRD y Movimiento Ciudadano— la que apostó todas sus fichas a sabotear este proceso histórico. No les importa democratizar la justicia ni abrir las puertas del poder judicial al pueblo. Les aterra, porque durante décadas utilizaron al Poder Judicial como su bastión de impunidad, su refugio de élites corruptas.

Apenas unos días antes de la jornada, observamos una campaña de abstencionismo orquestada por los mismos de siempre. Medios afines a la oposición, influencers conservadores, empresarios beneficiarios del viejo régimen y políticos rancios no escatimaron en recursos para desprestigiar la elección. Irónicamente, fue más costosa y visible la campaña que llamó a no votar que la propia promoción del proceso. Se trató, en efecto, de una elección sin precedentes y también, como bien lo señalaron los voceros oficialistas, sin precedentes en boicot.
Pero a pesar del boicot, más de 13 millones de personas participaron. Que eso represente el 13% del padrón no debe interpretarse como derrota, sino como semilla. Recordemos que cuando el PAN se enfrentó solo a las urnas, apenas consiguió 9 millones de votos. El PRI, 5 millones. Y el PRD, poco más de un millón, lo suficiente para perder el registro. Esos datos hablan más del desprestigio de la derecha que del futuro de la justicia popular.
Ahora, los críticos buscan culpar a Morena. Dicen que no hubo suficientes casillas, ni promoción, ni presupuesto, ni conocimiento sobre los candidatos. Es un argumento débil y manipulador. El proceso fue legal y válido, y las reglas las estableció el Congreso, no el partido. Morena no podía, ni debía, intervenir como si se tratara de una elección partidista. Justamente esa era la esencia del cambio: devolver al pueblo el derecho a decidir sin filtros de partidos tradicionales, sin imposiciones cupulares. Y aun con obstáculos, el pueblo habló.
Entre quienes emergieron con fuerza de este proceso destaca Hugo Aguilar Ortiz. Indígena mixteco, egresado de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, y maestro en derecho constitucional. Su trayectoria en defensa de los derechos de los pueblos originarios lo legitima como el rostro nuevo de una Corte que por fin comienza a parecerse al México real, diverso, pluricultural. Aguilar no fue una imposición; fue una elección popular. Y como él mismo lo dijo: “Ya nos toca a los pueblos indígenas ocupar cargos donde se toman las grandes decisiones del país”.
Esta elección representa una ruptura profunda con el pasado. La Corte ya no será un club exclusivo de abogados criollos, educados en universidades extranjeras, cuya lealtad estaba con los intereses empresariales, no con la Constitución. Con Aguilar y con el nuevo rostro plural del Poder Judicial, México avanza hacia una justicia más cercana a la gente.
Mientras tanto, en el plano económico, el peso sigue fortaleciéndose, cotizándose en casas de cambio de la frontera a 18.90 pesos por dólar, la mejor paridad en más de un año. Este fenómeno no es casual. Se debe a la confianza de los mercados en la estabilidad económica del país, así como a los vaivenes de la política estadounidense, donde el caos generado por Donald Trump ha debilitado al dólar. Es decir, mientras allá reina la incertidumbre, acá hay rumbo claro y políticas públicas responsables.
En cuanto a las remesas, sí, ha habido una leve disminución del 2.5%. Pero esta baja no es resultado de la política interna mexicana, sino de la persecución que enfrentan nuestros paisanos en Estados Unidos. El acoso policial en supermercados y centros de envío —aunque no provenga directamente de “la migra”— ha generado miedo incluso en quienes cuentan con documentos. Esta realidad nos recuerda por qué es tan importante seguir luchando por los derechos de nuestros migrantes y por qué la Cuarta Transformación sigue siendo un proyecto que va más allá de las fronteras.
En resumen, la oposición quería una Corte obediente, sumisa, funcional a sus intereses. Perdieron. No sólo porque Hugo Aguilar será ministro, sino porque el pueblo abrió una puerta que ya no se puede cerrar: la del derecho a decidir quién administra la justicia. El abstencionismo promovido por la derecha no podrá detener el avance de un México más justo, más representativo y más democrático.
Sí, fue una elección con desafíos, pero también con victorias simbólicas poderosas. El pueblo habló, eligió y dejó claro que el poder judicial ya no será territorio exclusivo de las élites. A quienes critican, les queda solo la rabia de haber perdido el monopolio de la toga y el mazo. La Cuarta Transformación ha comenzado a limpiar la justicia, y eso, para muchos, es la peor de las amenazas. Para el pueblo, es apenas el inicio de un nuevo capítulo.