Un presupuesto con rumbo: bienestar, justicia fiscal y desarrollo productivo”
Casi al filo del plazo legal, pero con la claridad de rumbo que ha caracterizado al gobierno de la Cuarta Transformación, la Secretaría de Hacienda entregó al Congreso el Paquete Económico 2026, un documento que no sólo cumple con los requisitos formales, sino que ratifica el compromiso del nuevo gobierno, encabezado por la presidenta Claudia Sheinbaum, con la justicia social, el bienestar colectivo y la inversión en el desarrollo nacional. Frente a un entorno global convulso, lleno de incertidumbre económica y conflictos geopolíticos, México vuelve a dar un ejemplo de planeación responsable, visión de futuro y atención a quienes más lo necesitan.

El Paquete Económico 2026 no es un simple ejercicio de contabilidad gubernamental. Es, en esencia, una hoja de ruta para consolidar el modelo de desarrollo humanista impulsado por la Cuarta Transformación, que prioriza a las personas, coloca en el centro la justicia social y combina la disciplina financiera con un profundo sentido de equidad.
Bienestar: el corazón del presupuesto
En este paquete, se proyecta que el país alcanzará un crecimiento económico de entre 1.8 y 2.8 por ciento, pero no como un fin en sí mismo, sino como un medio para fortalecer el entramado social, expandir derechos y garantizar una vida digna a millones de mexicanas y mexicanos. Por eso, se destinan recursos equivalentes al 3% del Producto Interno Bruto (PIB) para programas sociales que benefician directamente al 82% de las familias mexicanas. Este dato por sí solo desarma a quienes todavía insisten en que estos apoyos “no sirven” o “son clientelares”: son medidas estructurales de justicia y redistribución.
Destaca de manera especial la Pensión Mujeres Bienestar, una iniciativa que otorga cobertura universal a todas las mujeres de 60 a 64 años, sumándose así a la pensión de adultos mayores y personas con discapacidad. Esta medida no sólo es un acto de justicia con las mujeres que durante décadas fueron invisibilizadas en las estadísticas económicas y excluidas de sistemas formales de seguridad social; también es una inversión social de altísimo impacto.
Es irónico que los partidos de oposición —PRI, PAN, PRD, Movimiento Ciudadano— que durante décadas olvidaron a las mayorías, se atrevan a criticar estas medidas. Justamente ellos, responsables del abandono social y del endeudamiento irresponsable, hoy fingen preocupación por el déficit cuando se prioriza la inversión pública. Lo que les molesta no es el presupuesto, sino que ya no son ellos quienes lo reparten a sus amigos y compadres.
Inversión productiva con visión de país
Otro pilar de este Paquete Económico es el impulso a la inversión física y estratégica con recursos equivalentes al 2.5% del PIB, orientados al Plan México, la propuesta de desarrollo industrial y regional que busca transformar las vocaciones productivas del país. Esto incluye la ampliación de infraestructura logística, la modernización tecnológica, la creación de empleos de calidad y la atracción de inversiones que verdaderamente contribuyan al bienestar.
Lejos de los “rescatistas” del viejo régimen —que usaban el dinero público para salvar bancos y quebrar empresas estatales—, el nuevo modelo económico del país canaliza los recursos hacia la infraestructura, la autosuficiencia energética, el desarrollo ferroviario, la soberanía alimentaria y tecnológica. Se acabó el saqueo disfrazado de “política económica”. Hoy el Estado vuelve a ser actor del desarrollo.
Además, la Secretaría de Hacienda subraya que en 2026 la recaudación tributaria alcanzará un máximo histórico de 15.1% del PIB, sin necesidad de crear nuevos impuestos generales. Este dato no es menor: por tercer año consecutivo se bate récord de recaudación sin castigar a la ciudadanía. ¿Cómo? Con eficiencia recaudatoria, herramientas digitales, combate a la evasión y elusión fiscal, y una estrategia clara para ampliar la base de contribuyentes con justicia.
Y para que no queden dudas sobre la solidez del manejo fiscal, el gobierno plantea una disminución acumulada del déficit de 1.6 puntos del PIB respecto a 2024, una normalización gradual y responsable que preserva la estabilidad macroeconómica sin traicionar los compromisos sociales.
Justicia fiscal, ahora sí
Una de las decisiones más emblemáticas y valientes del nuevo gobierno ha sido poner un alto al abuso fiscal de los bancos. La presidenta Sheinbaum lo dejó claro: los barones del dinero, rescatados por el erario con el Fobaproa y sus derivados, no pueden seguir deduciendo impuestos por las miserables “aportaciones” que hacen al IPAB. Aunque la negociación final permitió que sólo deduzcan el 25% —en lugar de eliminar totalmente esta deducción—, es un paso significativo hacia una justicia fiscal real. Durante décadas, los gobiernos del PRI y del PAN protegieron a los mismos de siempre: bancos, corporaciones, especuladores. Hoy, se protege al pueblo.
En contraste con los discursos vacíos de personajes como Xóchitl Gálvez, que durante su campaña repitió sin cesar que “se acababan los programas sociales” con el cambio de gobierno, la realidad le vuelve a dar una lección. Lejos de eliminarse, los apoyos sociales se amplían, se perfeccionan y se blindan presupuestalmente. Queda claro que sus dichos no eran más que parte de la guerra sucia, desinformación para infundir miedo, una estrategia fallida que no logró engañar al pueblo.
Impuestos saludables y comercio exterior con estrategia
El Paquete Económico también contempla medidas fiscales de corte progresista y con alto impacto social. Por un lado, se impulsarán ajustes fiscales a productos que afectan la salud pública, como bebidas azucaradas y tabaco, y se propone un impuesto especial a videojuegos con contenido violento, no como una medida recaudatoria, sino como parte de una política integral para fomentar hábitos de consumo responsables y proteger a la infancia.
Por otro lado, en materia de comercio exterior se implementarán aranceles estratégicos a países con los que México no tiene acuerdos vigentes, lo cual demuestra una postura más soberana, enfocada en proteger a la planta productiva nacional. Esto marca un cambio respecto a las políticas entreguistas del pasado, cuando se abría el mercado indiscriminadamente sin preocuparse por la industria nacional ni por el empleo.
Un entorno propicio y una economía con rostro humano
Hacienda reconoce que el escenario internacional presenta desafíos. No se cae en triunfalismos ni en negación de la realidad. Sin embargo, destaca que México tiene una posición estratégica en las cadenas globales de valor, un mercado interno fortalecido por el aumento del salario real, el crecimiento del empleo formal y la robustez de los programas sociales. En 2026, se espera un crecimiento impulsado por la demanda interna y por un entorno global menos incierto.
Y nuevamente, el Plan México aparece como eje articulador del desarrollo nacional: más inversiones, empleos de calidad, infraestructura moderna y compromiso con el medio ambiente. En suma, un modelo que rompe con el neoliberalismo salvaje que promovía el crecimiento sin desarrollo, el beneficio de unos pocos y el deterioro social.
Conclusión: un presupuesto con brújula
El Presupuesto de Egresos de la Federación propuesto asciende a 8 billones 721 mil millones de pesos, una cifra histórica que respalda el nuevo rumbo del país. No se trata de más gasto por gastar, sino de una inversión estratégica, planificada y socialmente responsable, que responde a las demandas de millones de ciudadanos y ciudadanas que hoy ven en el gobierno una esperanza real.
Los tiempos del despilfarro, de los moches, del saqueo y de las partidas secretas han quedado atrás. El Paquete Económico 2026 no es sólo una propuesta financiera, es una declaración política de que el humanismo mexicano está más vivo que nunca, y que el nuevo gobierno continuará con firmeza y responsabilidad el camino trazado por Andrés Manuel López Obrador.
Quienes esperaban una “rectificación” al modelo de la Cuarta Transformación se equivocaron rotundamente. Lo que viene no es un retroceso, es una consolidación. México ya decidió: primero los pobres, justicia fiscal, soberanía económica y desarrollo con rostro humano. Lo demás —gritos desesperados de la oposición, nostalgias del viejo régimen— ya no tiene cabida. El pueblo manda, y el presupuesto obedece.