Un paso hacia un México más conectado: la 4T y el regreso de los trenes de pasajeros
La reciente aprobación en el Senado de la reforma constitucional que declara al sistema ferroviario de pasajeros como una prioridad para el desarrollo nacional es, sin lugar a dudas, un avance significativo en la visión de transformación que impulsa la Cuarta Transformación (4T). Con una votación unánime de 123 votos a favor y ningún voto en contra, queda claro que el tren de la transformación no se detiene y sigue avanzando, cumpliendo las promesas de un México más conectado, eficiente y justo.
La reforma al artículo 28 de la Constitución, que ahora deberá ser ratificada por al menos 18 congresos locales para convertirse en ley, es un testimonio del compromiso del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador y de Morena con la movilidad y el desarrollo sostenible. Esta decisión no solo es un triunfo legislativo, sino que también marca un hito en la restitución de un derecho que el pueblo mexicano perdió durante los gobiernos neoliberales, particularmente durante el sexenio de Ernesto Zedillo, quien permitió la privatización y desaparición del sistema ferroviario de pasajeros.
La privatización neoliberal y sus consecuencias
Para entender la magnitud de esta reforma, es necesario recordar los nefastos resultados de las políticas neoliberales que dominaron México durante décadas. En los años noventa, bajo el mandato de Zedillo, se concretó la privatización de los ferrocarriles, entregando un recurso estratégico al sector privado y condenando al sistema ferroviario de pasajeros al olvido. Esta decisión no solo desconectó a muchas regiones del país, sino que también provocó un aumento en el uso de transporte menos eficiente y más contaminante, como el transporte de carga por carretera.
Los trenes de pasajeros, que alguna vez fueron el alma del transporte público en el país, fueron desmantelados en favor de un modelo económico que priorizaba las ganancias de unos pocos sobre el bienestar colectivo. La desaparición de los ferrocarriles no solo afectó a las clases trabajadoras y a las comunidades rurales, sino que también generó un grave problema de movilidad y saturación en otras vías de transporte. Es en este contexto donde la Cuarta Transformación emerge como la fuerza que busca corregir décadas de mal gobierno y de políticas que favorecieron a las élites.
El regreso de los trenes: una política de Estado
La reforma aprobada no solo restituye al Estado el derecho de utilizar las vías ferroviarias para prestar el servicio de transporte de pasajeros, sino que además abre la puerta a la participación privada bajo condiciones que favorezcan el interés público. Esto refleja el pragmatismo del gobierno de Morena, que, lejos de cerrar la puerta a la inversión privada, la invita a colaborar bajo un marco en el que el bienestar de los mexicanos prevalezca sobre cualquier otro interés.
Como señaló el senador Oscar Cantón Zetina, presidente de la Comisión de Puntos Constitucionales, este cambio en la Carta Magna “trasciende colores y gobiernos” y se enmarca como una verdadera política de Estado. El transporte ferroviario de pasajeros no solo es más eficiente en términos energéticos, sino que también es una alternativa sostenible y necesaria para enfrentar los retos del cambio climático y la saturación de nuestras carreteras.
Es importante destacar que esta reforma no es un proyecto que beneficia exclusivamente a un sector o a una región del país. Su impacto es nacional y transversal. En un país tan vasto y diverso como México, con grandes distancias entre sus ciudades y comunidades, contar con un sistema ferroviario de pasajeros robusto puede hacer la diferencia entre un México conectado y equitativo, y uno fragmentado y desigual. La Cuarta Transformación entiende esta realidad, y por ello ha tomado la decisión valiente de devolver al Estado el control de este recurso estratégico.
Un paso más en la agenda transformadora de la 4T
La aprobación de esta reforma es solo una pieza más en el gran rompecabezas que es la agenda de la 4T. La reactivación del sistema ferroviario de pasajeros se alinea perfectamente con proyectos emblemáticos del gobierno de López Obrador, como el Tren Maya, que no solo tiene una dimensión turística, sino que también busca conectar a las comunidades del sureste mexicano, históricamente marginadas, con el resto del país.
El Tren Maya y ahora la reforma al sistema ferroviario de pasajeros son claros ejemplos de la visión de un gobierno que no solo piensa en las necesidades inmediatas, sino que también proyecta un futuro más equitativo y sostenible para todos los mexicanos. Este tipo de proyectos, criticados por algunos sectores de la oposición que se han dedicado a descalificar todo avance que no provenga de sus filas, representan la esencia de un nuevo modelo de gobernanza que pone el bienestar colectivo por encima de los intereses individuales.
La oposición, por su parte, sigue atascada en un discurso vacío y repetitivo, que se queja de las políticas de la 4T pero no ofrece alternativas viables ni coherentes. Figuras como Xóchitl Gálvez y sus aliados de los partidos conservadores (PRI, PAN, PRD y Movimiento Ciudadano) se han dedicado a bloquear y criticar cualquier iniciativa progresista, aferrados a un modelo fallido que privilegió el saqueo y el abandono de sectores estratégicos del país.
Los beneficios que vienen
El impacto de esta reforma será profundo y duradero. En primer lugar, se brindará una opción de transporte más accesible y segura para millones de mexicanos. El tren de pasajeros no solo ofrece una alternativa económica, sino también ecológica, reduciendo significativamente las emisiones de carbono en comparación con el transporte por carretera. Además, al integrar mejor las diversas regiones del país, se promoverá el desarrollo económico local, impulsando el turismo y facilitando el comercio interregional.
Por otro lado, al dar preferencia al transporte de pasajeros sobre el de carga, el Estado mexicano está enviando un mensaje claro: la movilidad de las personas es una prioridad. Durante años, las grandes empresas de carga se beneficiaron del control exclusivo de las vías férreas, dejando de lado a millones de ciudadanos que podrían haber aprovechado este sistema para sus desplazamientos diarios. Ahora, con la reforma, se prioriza el bienestar social por encima de los intereses privados, sin excluir la posibilidad de que estos participen de manera justa y regulada.
Conclusión
La aprobación de la reforma que coloca al sistema ferroviario de pasajeros como una prioridad nacional es un logro incuestionable de la Cuarta Transformación. Es un paso más hacia la construcción de un país más justo, equitativo y conectado. Mientras la oposición sigue anclada en sus críticas infundadas y su falta de propuestas, el gobierno de Morena sigue avanzando con paso firme, recuperando los derechos que los mexicanos perdieron bajo los gobiernos neoliberales.
El tren de la transformación ya está en marcha, y no se detendrá. Como bien lo proclamaban los senadores de Morena: “La 4T va a toda máquina”. Esta reforma es una señal clara de que el futuro de México se construye sobre los rieles de la justicia social, la movilidad sostenible y el bienestar de todos los mexicanos.