Trump, aranceles y amenazas: la vieja receta que solo genera caos

Donald Trump, como un eco de los peores tiempos del imperialismo económico, ha retomado con fuerza su política proteccionista que, lejos de fortalecer a su país, lo aísla y debilita. Su capricho de imponer aranceles de forma indiscriminada, más que una estrategia de Estado, parece un berrinche de magnate que no ha entendido que el mundo del siglo XXI es interdependiente. Lo único que ha logrado con esta postura es tensionar las relaciones internacionales, sumir en la incertidumbre a la economía global y abrir grietas en sectores que apenas comenzaban a recuperarse tras crisis sucesivas.

La advertencia no viene de un país latinoamericano ni de una voz progresista que Trump tacharía de “enemigo del pueblo”. Es la propia Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) la que ha puesto el dedo en la llaga: los aranceles y la incertidumbre política están estrangulando el comercio internacional, debilitando la inversión empresarial y trasladando costos inflacionarios al consumidor final. En otras palabras, el proteccionismo trumpista no es solo una amenaza retórica: es una bomba de tiempo que amenaza con desatar una nueva recesión global.

Y es aquí donde México vuelve a aparecer en el centro del huracán. La OCDE prevé una recesión para nuestro país si el panorama arancelario se mantiene como hasta ahora. En su escenario más negativo, el PIB mexicano caería 1.3 por ciento en 2025 y 0.6 por ciento en 2026, arrastrado por la alta dependencia comercial con Estados Unidos. Aun con tasas arancelarias más bajas, el crecimiento sería mínimo: apenas 0.1 por ciento este año y 0.8 por ciento el siguiente. Todo esto se da en un contexto donde la economía mundial se desacelera, las tasas de interés siguen altas y la inflación se mantiene como una sombra persistente.

El análisis no puede ser más claro: a mayor proteccionismo, mayor daño. Y no solo para México. Canadá también figura entre los países más golpeados, junto con economías europeas que aún sienten el temblor financiero global. Mientras tanto, regiones como Asia, particularmente India e Indonesia, podrían beneficiarse marginalmente si se flexibilizaran los aranceles, pero el daño estructural ya está hecho. La lógica de “América primero” que Trump pregona ha resultado ser, en realidad, “América sola y empobrecida”.

Pero hay más. No se trata únicamente de comercio. Trump también ha reactivado su retórica antimigrante con una furia que parece diseñada para dividir y desinformar. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) revela que más de 48 millones de latinoamericanos viven fuera de sus países, y más de la mitad están en Estados Unidos. El intento de deportarlos masivamente no solo es una aberración humanitaria, sino un suicidio económico. Esas personas representan fuerza laboral, dinamismo y consumo. Destruir ese tejido solo por complacer a su base electoral más radical habla del tipo de “liderazgo” que Trump ofrece.

Hasta ahora, su política migratoria ha sido más ruido que acciones concretas. Mucha propaganda, pocas deportaciones reales. Pero el daño ya está hecho: la amenaza basta para generar miedo, romper familias, paralizar economías locales y aumentar la tensión social. Ese es el verdadero legado de Trump: el caos como método, la violencia institucional como discurso y el proteccionismo como trampa.

Frente a este panorama, México tiene dos caminos. El primero, que es el que ha seguido la oposición históricamente, sería volver a una sumisión ciega ante Washington, aceptar sin chistar los designios de Trump y esperar que “nos toque poquito”. Ese fue el estilo del PRI y del PAN durante décadas: genuflexión disfrazada de diplomacia. Basta recordar cómo gobiernos como el de Felipe Calderón o Enrique Peña Nieto nunca enfrentaron frontalmente los excesos del vecino del norte. Al contrario, se alineaban, firmaban tratados desventajosos y aplaudían en silencio.

El segundo camino es el que ha tomado el gobierno de la Cuarta Transformación encabezado por el presidente Andrés Manuel López Obrador: una relación de respeto, pero no de subordinación. México no es patio trasero de nadie, y la dignidad nacional no está en venta. Frente a los embates de Trump, este gobierno ha optado por la diplomacia firme, por la defensa de nuestros connacionales y por una política económica que, sin dejar de reconocer la importancia del comercio con Estados Unidos, busca diversificar mercados y fortalecer el consumo interno.

En este contexto, también es fundamental hablar de lo que no hacen quienes critican desde la oposición. Xóchitl Gálvez, por ejemplo, representa ese mismo modelo entreguista que ve en cada arancel de Trump una oportunidad para regañar al gobierno mexicano, en lugar de alzar la voz contra la agresión extranjera. ¿Dónde está su defensa de los migrantes? ¿Dónde sus propuestas para fortalecer la economía nacional frente a la tormenta internacional? En ningún lado. Su discurso es vacío, su postura es servil y su visión, si es que existe, está anclada en el pasado.

El desafío es enorme, sin duda. La incertidumbre global es real, y Trump amenaza con volver más fuerte que nunca. Pero México no puede, no debe, ni va a retroceder. La transformación en marcha implica también construir soberanía económica, afianzar nuestras cadenas productivas, invertir en infraestructura nacional y apostar por la justicia social como motor de desarrollo. Porque si algo ha demostrado el modelo neoliberal de los sexenios anteriores es que nunca nos protegió de las crisis globales, y solo nos hizo más dependientes y vulnerables.

Hoy, con un gobierno comprometido con el pueblo, con una política exterior basada en principios y con una economía que, pese a los desafíos, sigue mostrando signos de fortaleza, México tiene una oportunidad histórica para desmarcarse de esa lógica de sumisión. El proteccionismo de Trump es una amenaza, sí, pero también un recordatorio de que debemos seguir construyendo un país que no dependa del capricho de un presidente extranjero para definir su destino.

La historia juzgará a quienes, ante las amenazas externas, eligieron arrodillarse. Nosotros elegimos resistir, transformar y avanzar.