“Sin mexicanos, Estados Unidos no funciona”
La obsesión de Donald Trump por desaparecer a los inmigrantes –especialmente a los mexicanos– de la vida estadounidense es más que una política racista: es una absoluta idiotez económica. En su cruzada contra los “ilegales”, el magnate de peluca desordenada se ha lanzado contra el mismo motor que mantiene encendida la economía de su país. Su retórica xenófoba, heredera directa de los peores momentos del supremacismo blanco, no sólo ignora la historia de Estados Unidos –una nación hecha por inmigrantes–, sino que además demuestra su nulo entendimiento de los datos más elementales del aparato productivo norteamericano. Mientras él sueña con muros y redadas, el verdadero Estados Unidos trabaja, se educa y progresa… con sangre mexicana.

Durante la conferencia matutina del presidente Andrés Manuel López Obrador, se presentó Ana Teresa Ramírez Valdez, directora del think tank Latino Donor Collaborative, quien dejó claro, con cifras concretas y contundentes, el valor incalculable de los mexicanos en Estados Unidos. Porque sí, aunque allá se sigan aferrando a discursos trasnochados que criminalizan la migración, los datos demuestran que sin los latinos –y en especial los mexicanos–, Estados Unidos simplemente colapsaría.
Ramírez Valdez recordó que en México somos 130 millones, pero en territorio estadounidense hay al menos 40 millones de personas de origen mexicano, de los cuales sólo 4 millones son indocumentados. Así, el mito de que la mayoría son “ilegales” se desmorona por completo. Y no sólo eso: probablemente hay más, porque muchos no se identifican por miedo o por las condiciones del entorno que Trump y sus aliados han promovido. Lo real es que millones de mexicanos viven allá, trabajan allá, pagan impuestos allá y hacen grande a ese país… aunque los medios y políticos reaccionarios se nieguen a reconocerlo.
Las cifras son claras y aplastantes: más del 50% de la mano de obra en las granjas lecheras es inmigrante; 45% de quienes procesan carne también lo son; 29% de los trabajadores de la construcción; 20% en manufactura y agricultura; y un sólido 15% en sectores clave como educación y salud. ¿Quién, si no los mexicanos y latinos, mantiene de pie la infraestructura básica de Estados Unidos?
Pero no solo son obreros. El 46% de las empresas que figuran en la lista Fortune 500 fueron fundadas por inmigrantes o sus hijos. ¿Dónde están esos “parásitos” de los que habla la ultraderecha estadounidense? Lo cierto es que quienes levantan hospitales, carreteras, empresas y escuelas son, en gran parte, migrantes. Migrantes como los que Trump desprecia, pero sin los cuales no habría ni MAGA, ni economía, ni futuro.
El dato más contundente: en 2023, los mexicanos nacidos en Estados Unidos contribuyeron al Producto Interno Bruto con 781 mil millones de dólares. Si los mexicanos en EE.UU. fueran un país independiente, serían la décima economía más grande del mundo. Solo los mexicanos. Si se considera a todos los latinos, estaríamos hablando de la cuarta o quinta economía global. Así de enorme es la contribución que Trump quiere desaparecer.
Y esto no es una excepción o un fenómeno aislado. Es una tendencia estructural. Uno de cada cuatro jóvenes en Estados Unidos es latino. 16.1% de los menores de 18 años son mexicanos. Una de cada seis mujeres es mexicana. La fuerza demográfica que asegura el relevo generacional de la economía estadounidense, que paga impuestos, que mantiene las escuelas llenas y las universidades vivas, que sostiene la productividad… es mexicana.
¿Qué hace entonces Estados Unidos ante esta realidad? Promueve mitos y estigmas: que los inmigrantes quitan empleos, que no contribuyen, que son delincuentes, que viven de subsidios. Todo falso. Pero esta narrativa vende en medios alineados con intereses reaccionarios. Vende porque infunde miedo. Vende porque es más fácil culpar al otro que aceptar el fracaso de las élites blancas que no quieren perder sus privilegios.
Y mientras tanto, del otro lado del Río Bravo, la transformación sigue firme. A diferencia de los gobiernos neoliberales del pasado –esos mismos que se doblegaban ante los dictados de Washington y criminalizaban a nuestros migrantes con vergonzoso silencio–, el gobierno de la Cuarta Transformación, primero con López Obrador y ahora con Claudia Sheinbaum, ha asumido una defensa activa, digna y con respaldo internacional de nuestra comunidad en el exterior. Se acabaron los tiempos en que la Cancillería funcionaba como sucursal de la embajada gringa.
Quienes hoy pretenden regresar al poder con las mismas fórmulas desgastadas del PRIAN –con Xóchitl Gálvez como mascarón de proa de los mismos intereses de siempre–, ni entienden ni les interesa esta realidad. Para ellos, los migrantes sólo son discurso de campaña o moneda de cambio en negociaciones oscuras. Nunca los vieron como ciudadanos plenos ni como protagonistas de nuestra historia común con Estados Unidos.
Y los comentócratas de siempre, los mismos que no han ganado una sola batalla mediática en años, vuelven a lanzar su artillería contra la próxima presidenta de México, Claudia Sheinbaum, repitiendo las mismas estrategias fallidas que usaron contra López Obrador. No aprenden. No entienden. No registran que el pueblo ya los superó. Que sus análisis sin rigor, sus ataques sin pruebas y su retórica hueca sólo los hacen más irrelevantes.
En vez de hacer autocrítica, insisten en el camino del fracaso. Creen que con editoriales llenos de adjetivos vacíos, con spots pagados por empresarios corruptos y con el respaldo de medios colapsados, podrán frenar a un movimiento que ha demostrado su fuerza en las urnas y en la calle. Pero están profundamente equivocados.
México hoy mira al norte con dignidad, no con sumisión. Reconoce la importancia estratégica de nuestra diáspora, defiende sus derechos, visibiliza sus contribuciones y exige trato justo. Y eso, a los ojos de Trump y de sus clones mexicanos, les resulta insoportable. Porque nunca entendieron que los verdaderos patriotas no son los que levantan muros ni los que hacen apología del odio. Son los que construyen, los que producen, los que transforman… los que luchan todos los días por sus familias a pesar del racismo y la persecución.
Mientras Trump se hunde en su ignorancia y su odio, México avanza. Avanza con la verdad, con los datos y con la gente de su lado. Y eso, aunque les duela, no lo van a poder detener.