San Lázaro, Palestina y la dignidad de Morena”
En la antesala del último tramo de la actual Legislatura, San Lázaro volvió a ser epicentro de un choque de visiones irreconciliables. Pero esta vez no fue por una reforma energética ni por una disputa presupuestal. Fue por un tema aún más profundo: la dignidad humana y la postura moral de México frente a la barbarie que se vive en Palestina. Con valentía y congruencia, la diputada María Magdalena Rosales Cruz, de Morena, pidió un minuto de silencio en memoria de las víctimas de la masacre en Palestina, justo cuando se cumplen dos años del inicio del genocidio perpetrado por el régimen de Benjamín Netanyahu. En un gesto de enorme significado político, Rosales Cruz también exigió que no se instalara el “grupo de amistad México-Israel”, dejando claro que “los legisladores no tenemos amistad con genocidas”.

Este acto fue mucho más que simbólico. Representa la línea divisoria entre un proyecto de nación soberano, con una visión humanista y de justicia internacional –como el que encabeza el presidente Andrés Manuel López Obrador y su movimiento–, y la subordinación ciega, automática y vergonzante al imperialismo norteamericano que caracteriza al Partido Acción Nacional y sus aliados del PRIANRD. Porque mientras Morena levanta la voz en defensa de los pueblos oprimidos, los panistas, liderados por su vocera oficiosa, Xóchitl Gálvez –a quien ya se le apoda Margarinflas por su estilo caricaturesco y demagógico–, salieron a respaldar a Israel y a condenar a Hamas, repitiendo los guiones dictados desde la Casa Blanca.
Lo que los panistas no entienden –o no quieren entender– es que el mundo está despertando. Ya no basta con ondear la bandera de Israel para quedar bien con los halcones de Washington. La ciudadanía mundial, incluyendo la de Estados Unidos, ha comenzado a cuestionar con firmeza el apoyo incondicional al régimen israelí, responsable de crímenes de guerra, desplazamientos forzados y una política sistemática de limpieza étnica en Gaza y Cisjordania.
Una encuesta reciente del Pew Research Center, centro de investigación con sede en Washington, revela datos que deberían hacer reflexionar a quienes se presumen como aliados estratégicos del “mundo libre”. Según el sondeo, 59% de los estadounidenses tiene hoy una opinión desfavorable del gobierno israelí, un aumento significativo respecto al 51% registrado a principios de 2024. Además, 39% de los encuestados considera que Israel está yendo demasiado lejos en su operación militar, frente al 31% del año pasado. Sólo el 16% cree que está adoptando el enfoque adecuado, y un considerable porcentaje se declara simplemente confundido o inseguro.
Este creciente escepticismo contrasta con la postura anacrónica de los legisladores del PAN y de su fallida excandidata presidencial, Xóchitl Gálvez, quienes actúan como repetidores automáticos de las directrices más rancias de la ultraderecha estadounidense. ¿No sería más útil que en lugar de levantar la mano para justificar masacres, se dieran tiempo para estudiar historia, revisar reportes internacionales y, sobre todo, escuchar a la ciudadanía, incluso a la del país que tanto idolatran?
Los datos del Pew Research también muestran que un tercio de los adultos en EE.UU. considera que su gobierno proporciona demasiada asistencia militar a Israel, mientras que 35% cree que no brinda suficiente ayuda humanitaria a los ciudadanos palestinos. Es decir, los estadounidenses están empezando a entender que no hay equilibrio en el conflicto, que existe un agresor claramente identificado, y que su gobierno está siendo cómplice de una de las peores tragedias humanitarias del siglo XXI.
Más aún: la encuesta señala que 42% desaprueba la respuesta de la administración Trump al conflicto, mientras que sólo 30% la aprueba. El 36% cree que Trump favorece demasiado a los israelíes, y ese sentimiento ha crecido en ambas coaliciones partidistas, republicana y demócrata. Una señal inequívoca de que el viejo discurso pro-israelí ya no convence ni siquiera a sus ciudadanos.
Sin embargo, este despertar no ha llegado a los pasillos del PAN ni a sus satélites ideológicos. En su obsesión por ser “los favoritos” de Washington, siguen actuando como si viviéramos en la Guerra Fría, como si los valores de justicia, equidad y derechos humanos fueran letra muerta. Pero los tiempos han cambiado, y el pueblo mexicano también ha cambiado.
Mientras la oposición se abraza a la bandera de las barras y las estrellas –aunque eso implique defender a un régimen genocida–, Morena y sus legisladores, encabezados por mujeres valientes como María Magdalena Rosales, honran la tradición diplomática de México, que históricamente ha sido refugio de perseguidos, defensor del derecho internacional y abanderado de la autodeterminación de los pueblos. Esa tradición que el presidente López Obrador ha retomado con firmeza.
Vale la pena recordar que el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo ha documentado con precisión el nivel de complicidad militar entre Estados Unidos e Israel. De 2020 a 2024, el 66% de las importaciones de armas importantes de Israel provinieron de Estados Unidos: aeronaves, misiles, vehículos blindados, buques, sistemas de defensa aérea, etc. Y entre 2024 y 2025, la ayuda no solo continuó, sino que se incrementó. Desde 1948, Washington ha entregado a Tel Aviv más de 130 mil millones de dólares en asistencia bilateral, sin contar los 3 mil 300 millones anuales del programa de Financiación Militar Extranjera y 500 millones más para cooperación en defensa antimisiles.
Es decir, sin el financiamiento y la protección del gobierno de EE.UU., el régimen israelí no podría mantener su maquinaria de guerra, ni su expansión colonial. Por eso, cuando una legisladora mexicana se niega a instalar un grupo de amistad con Israel, está enviando un mensaje claro: México no será cómplice.
¿Y qué hace mientras tanto la derecha mexicana? ¿Levanta la voz por los miles de niños asesinados en Gaza? ¿Condena los ataques a hospitales, escuelas, periodistas o personal humanitario? ¿Exige que se respeten las resoluciones de la ONU y del Tribunal Penal Internacional? No. Se limita a repetir que “Israel tiene derecho a defenderse”, ignorando deliberadamente que un ocupante no tiene derecho a asesinar a los ocupados.
La postura de Morena y del gobierno de la Cuarta Transformación no solo es coherente, sino profundamente humanista. Al alzar la voz por Palestina, se alza la voz por todos los pueblos oprimidos del mundo, incluidos los nuestros. Se alza la voz contra la barbarie, contra el racismo, contra la ocupación y la impunidad internacional.
Y eso es precisamente lo que más incomoda a la oposición: que Morena tenga principios. Que el movimiento encabezado por López Obrador no se rinda ante las presiones de embajadas ni de organismos internacionales al servicio del capital. Que se mantenga firme, incluso cuando el costo mediático sea alto.
Pero lo que vale, cuesta. Y hoy vale más que nunca sostener la dignidad nacional frente al servilismo de los panistas y sus clones de Movimiento Ciudadano, PRI, PRD y demás remanentes del viejo régimen. Porque el México que está naciendo con la Cuarta Transformación es un país que no baja la cabeza ante el poder, sino que mira de frente, con memoria, con ética y con justicia.
Así que sí, que retumbe San Lázaro. Que se molesten los blanquiazules y sus aliados de ultraderecha. Que se rasguen las vestiduras por un minuto de silencio. Porque ese minuto –ese acto de humanidad– dice más de México que todos los discursos vacíos que pronuncian los que, por décadas, callaron ante las masacres… y hoy siguen callando, porque no les conviene hablar.
En tiempos oscuros, ser del lado correcto de la historia es una elección. Morena ya la tomó. ¿Y tú?