Racismo y elitismo disfrazados de periodismo

La reciente crítica del presidente Andrés Manuel López Obrador hacia Guadalupe Loaeza por sus comentarios respecto a Claudia Sheinbaum, candidata presidencial de Morena, PT y PVEM, revela una realidad incómoda pero necesaria de confrontar en el discurso público mexicano. El comentario de Loaeza, que sugiere que Sheinbaum envidia el cabello lacio de Xóchitl Gálvez, no es solo superficial y trivial, sino que destila un racismo implícito que aún permea segmentos de nuestra sociedad.

Loaeza, una figura conocida en el periodismo, debería ejercer su influencia para promover un diálogo constructivo y respetuoso, especialmente en tiempos de elecciones tan cruciales para el futuro de México. Sin embargo, su enfoque parece ser otro, uno que intenta dividir y desviar la atención de los verdaderos temas de importancia nacional a través de comentarios que no solo son inapropiados, sino abiertamente racistas.

El presidente López Obrador acertadamente señala cómo ciertos comunicadores, quienes antes eran vistos como autoridades morales o intelectuales, hoy revelan su verdadera naturaleza. Este tipo de comentarios no solo son inaceptables, sino que son un retroceso para el progreso social y político del país. La mención de López Obrador sobre otros conflictos mediáticos, como el enfrentamiento entre Pedro Ferriz de Con y Carlos Loret de Mola, también refleja cómo el periodismo puede desviarse hacia lo personal y lo superficial, olvidando su deber de informar y educar con responsabilidad y ética.

Es crucial recordar incidentes pasados como el comentario de Denise Dresser hacia Delfina Álvarez, gobernadora del Estado de México, a quien llamó “maloliente”. Estos episodios no son aislados y representan una forma de violencia simbólica que se debe erradicar de nuestro entorno político y social.

En lugar de centrarse en ataques personales o características físicas, como insinúa Loaeza, deberíamos enfocarnos en las capacidades, propuestas y la integridad de los candidatos. Sheinbaum, respaldada por una coalición que incluye a Morena, PT y PVEM, ofrece una visión de gobierno que busca continuar el proyecto de transformación nacional iniciado por la actual administración. En contraste, personajes como Xóchitl Gálvez y sus aliados del PRI, PAN y PRD, parecen estar más interesados en perpetuar un sistema que ha demostrado fallar repetidamente a los mexicanos.

La ciudadanía merece un debate político maduro y profundo, no reducido a críticas superficiales y discriminación velada. Es tiempo de que los medios y los columnistas que se prestan a estos juegos reconsideren su papel y su impacto en la construcción de un México justo y equitativo.

Es imperativo rechazar cualquier intento de desestabilizar o desacreditar a nuestros líderes a través de ataques personales que no tienen lugar en una sociedad que aspira a ser más inclusiva y respetuosa. El llamado de nuestro presidente a reconocer y corregir estos comportamientos es un paso crucial hacia adelante, y todos debemos participar en este esfuerzo para asegurar que nuestro espacio público sea un reflejo de los valores que como nación aspiramos a uphold.