Queman libros de texto
Los críticos infundados de los libros de texto de la SEP han recurrido a algunos académicos mediocres en busca de sus 15 minutos de fama. Estos “expertos” de la derecha, elevados a la categoría de especialistas en educación, ni siquiera se tomaron la molestia de conocer los libros de texto, pero se sintieron obligados a expresar lo que los medios de comunicación les inducían como respuesta.
La guerra contra los libros de texto se libró de un solo lado, lanzando una andanada de mentiras respaldadas por personajes tan cuestionables como Ricardo Salinas Pliego, Maru Campos, Tere Jiménez, la Unión Nacional de Padres de Familia y las comunidades evangelistas de Chiapas, que crearon un grupo que afirmaba ser mayoría para atacar los libros bajo la acusación de adoctrinamiento y manipulación.
Hasta ahora, nadie había cuestionado las aberraciones presentes en los libros de texto del pasado, que estaban plagados de elogios gratuitos a los políticos del PRI, de instrucciones de obediencia y de promoción de la discriminación.
Las críticas ingenuas pasaron por alto el hecho de que detrás de las protestas se encontraban los intereses de empresarios de la industria editorial que buscaban mantener sus privilegios en la impresión de los libros, un negocio que les generaba millones de pesos con cada nueva edición.
El tema principal que debería haber sido noticia era la denuncia de que algunos de estos libros se encontraban plagados de errores de impresión, redacción y contenido. Sin embargo, la atención se centró en argumentos desde el más rancio conservadurismo, que afirmaban que los libros promovían la homosexualidad, el libertinaje y la degeneración.
El clero vio en los libros de texto una oportunidad para intentar regresar a la política y utilizar la decencia y las buenas costumbres como su bandera. Además, la crítica a los libros de texto revitalizó la participación política de los evangelistas, quienes en la comunidad chiapaneca de San Antonio del Monte, en San Cristóbal de las Casas, llegaron al extremo de quemar libros. Esto es un ejemplo de la influencia que los líderes religiosos ejercen sobre sus fieles y de su creciente interés en la política, lo que también ocurre en otras comunidades cristianas que incluso intentan formar partidos políticos.
El conflicto fue desencadenado por un montaje del autodenominado periodista Loret de Mola, que generó una gran controversia en torno a temas en los que la moral conservadora encuentra su último bastión de ideas y palabras. Estos temas han sido explotados por la derecha durante casi un siglo en México, desde la amenaza del comunismo hasta el temor a la cada vez más necesaria educación sexual.
Incluso algunas personas que ya no tienen hijos en edad escolar, sin hacer un análisis crítico, rechazaron los libros de texto influenciados por los medios convencionales.
Ante este panorama, el Instituto Latinoamericano de Comunicación Educativa (ILCE), una organización con raíces en la UNESCO que se fundó en 1956, emitió un dictamen favorable sobre los libros de texto mexicanos. El ILCE llevó a cabo una evaluación técnica en la que participaron expertos en educación, comunicación y tecnología.
Una vez más, se revela que la derecha intenta convertir en noticia real una especulación respaldada por rumores, dogmas y chismes que alimentan la ideología de un grupo de conservadores desesperados por destruir todo lo que proviene del gobierno. Esta táctica destructiva es la única forma de hacer política que estos actores parecen conocer, y resulta lamentable en su constante aplicación.