México y Estados Unidos: Una Alianza Agroalimentaria Clave en Riesgo

La relación comercial entre México y Estados Unidos ha construido, a lo largo de casi tres décadas desde el acuerdo comercial de 1994, una fortaleza única en el ámbito agroalimentario. Con México liderando en la producción hortofrutícola y agroindustrial, y Estados Unidos en granos y oleaginosas, ambos países han logrado una sinergia que beneficia a sus economías, sus productores y, en última instancia, a sus consumidores. Sin embargo, la posibilidad de que se impongan aranceles a productos mexicanos, como ha planteado Donald Trump, representa una seria amenaza para esta integración y la autosuficiencia alimentaria compartida.

Datos oficiales señalan que México, Estados Unidos y Canadá conforman el bloque comercial agroalimentario más fuerte del mundo, alcanzando un índice de autosuficiencia alimentaria del 112 por ciento. Esto significa que el bloque genera un 12 por ciento más de alimentos de los que necesita para cubrir su demanda interna, resaltando el papel de esta alianza como un garante de seguridad alimentaria en la región. En este contexto, México y Estados Unidos han forjado un comercio complementario, con México exportando principalmente productos hortofrutícolas como aguacates, limones, mangos y vegetales, en los que posee un superávit de producción.

El Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (GCMA) estima que el 84 por ciento de las exportaciones agroalimentarias mexicanas tienen como destino Estados Unidos, consolidándose como el mercado más importante para los productos del campo mexicano. En el sector hortofrutícola, México destaca por un índice de autosuficiencia del 133 por ciento, lo que le permite exportar en grandes cantidades y contribuir de manera significativa a la economía de su vecino del norte.

El sector agroindustrial también es clave en esta relación comercial, con un índice de autosuficiencia de 116 por ciento, donde México es el principal proveedor de azúcar y tequila a Estados Unidos. Sin embargo, México depende en gran medida de su socio estadounidense en áreas donde tiene un déficit de producción, como en granos básicos y oleaginosas. Con un índice de autosuficiencia del 44 por ciento en estos productos, México importa grandes cantidades de maíz, trigo, soya y sorgo, un mercado que representa más de 5 mil millones de dólares anuales. Estados Unidos también provee a México de carne de cerdo, pollo y res, así como productos lácteos.

Para Juan Carlos Anaya, director general del GCMA, la integración agroalimentaria entre México y Estados Unidos no solo representa beneficios comerciales, sino también ventajas estratégicas. La infraestructura logística entre ambos países, incluyendo una red de ferrocarriles y puertos en el Golfo de México, permite costos de transporte menores en comparación con otros socios comerciales como Europa o Asia, aumentando la competitividad de ambos mercados.

La imposición de aranceles, advirtió Anaya, no solo encarecería las importaciones de granos básicos que México necesita para satisfacer su demanda interna, sino que también afectaría a los productores estadounidenses, quienes perderían un mercado estratégico para sus excedentes agrícolas.

Durante la pandemia, la robustez de esta relación comercial fue clave para garantizar el abasto de alimentos en ambas naciones, destacando la resiliencia de sus cadenas de suministro y el potencial de continuar fortaleciendo esta integración. De romperse este vínculo por medidas arancelarias, se crearía un desequilibrio que perjudicaría tanto a los productores como a los consumidores de ambos países, concluyó el especialista.