México, sin tolvaneras: el turismo y la economía toman rumbo firme

Mientras algunos insisten en mirar el pasado con nostalgia y otros más pretenden ensuciar el presente con declaraciones sin sustento, la realidad del México de hoy, gobernado con dignidad, estrategia y vocación transformadora, es muy distinta. Ya no es el país de los contratos opacos, de los moches institucionalizados o de las instituciones tomadas por élites empresariales. En este nuevo momento histórico, el país avanza con pasos firmes en sectores clave como el turismo, la economía y la política internacional. El Tianguis Turístico 2025, celebrado en Rosarito, Baja California, es la muestra más reciente de este cambio de paradigma: un evento binacional que reúne a tres secretarios de Estado, empresarios comprometidos y gobiernos locales dispuestos a hacer historia. Todo esto ocurre mientras la oposición repite discursos añejos, y figuras del pasado como Ernesto Zedillo vuelven a escena, tratando inútilmente de reescribir la historia que ellos mismos mancharon.

La desaparición del Consejo de Promoción Turística, esa estructura costosa, privatizada y poco eficaz, fue presentada en su momento como una “catástrofe” por la oposición y sus medios aliados. Sin embargo, a casi seis años de su disolución, lo que se impone es una verdad irrefutable: el turismo en México no ha decaído, al contrario, avanza con paso firme hacia convertirse en una potencia global. Hoy México está en ruta de desbancar a gigantes como España, Francia o Estados Unidos en el ranking internacional de visitantes. Lejos de las prácticas elitistas del pasado, la promoción turística ahora se construye con la participación directa del Estado, en coordinación con empresarios comprometidos, no con cúpulas beneficiadas. El liderazgo de Josefina Rodríguez Zamora en la Secretaría de Turismo, acompañada por figuras del gabinete como Juan Ramón de la Fuente y Citlalli Hernández, representa una visión de Estado joven, moderna y con perspectiva de género.

No es menor que este Tianguis Turístico tenga un carácter binacional. La participación de California, Estados Unidos, simboliza no solo una colaboración entre gobiernos, sino la fuerza de una región que entiende que el turismo, como la economía, se construye desde abajo, desde la cooperación real, no desde las cumbres del privilegio. La anfitriona, la gobernadora María del Pilar Ávila, ha demostrado que el norte del país está listo para ser parte de esta nueva narrativa nacional. La presencia de Altagracia Gómez, la llamada “chica maravilla”, es una señal clara de que las nuevas generaciones también están tomando el liderazgo económico sin arrastrar los vicios del viejo régimen.

Pero mientras México celebra estos logros, hay quienes insisten en arrastrarnos a su propio fango de nostalgia y desesperanza. Ernesto Zedillo, uno de los presidentes más impopulares de la historia reciente, volvió a hablar desde el extranjero, acusando que en México “se murió la democracia” y que vivimos en un “Estado policial”. Este tipo de declaraciones, además de cínicas, son insultantes para la memoria colectiva de un país que no olvida el Fobaproa, la entrega de la banca nacional, el desmantelamiento del Estado y, sobre todo, la matanza de Acteal. Fue durante su sexenio que el Estado mexicano incurrió en violaciones graves de derechos humanos, y fue él mismo quien se benefició políticamente tras el magnicidio de Luis Donaldo Colosio. ¿Quién puede hablar de democracia cuando fue parte de un régimen que operaba con simulaciones, represión y complicidades?

La respuesta de la presidenta Claudia Sheinbaum a Zedillo fue puntual, directa y justa. Pero más allá de las palabras, son los hechos los que invalidan el discurso de quienes sólo pueden opinar desde la lejanía. La economía mexicana, que según “expertos” como Julio Ruiz de Citi México estaba en recesión, acaba de registrar en febrero su mayor crecimiento en 22 meses. Es decir, mientras ellos pronostican crisis, la realidad los desmiente. Las exportaciones también van al alza, con un récord histórico de 55 mil 527 millones de dólares en marzo, superando en 9.6% al mismo mes del año anterior. Estos datos no son interpretaciones: son cifras oficiales que reflejan un modelo económico más soberano, enfocado en el bienestar y en la soberanía productiva.

El Banco de México, además, entregará un remanente de casi 18 mil millones de pesos al gobierno federal, lo cual permitirá fortalecer programas sociales y proyectos de infraestructura sin necesidad de endeudamiento. A esto se suma el reciente acuerdo en materia de agua del río Bravo entre México y Estados Unidos, una muestra clara de que la diplomacia mexicana vuelve a tener peso y que la relación bilateral ya no se basa en sumisiones ni amenazas, como sucedía durante los sexenios panistas y priistas.

Y mientras tanto, al norte del continente, en Canadá, el panorama político también empieza a alinearse con una visión progresista y soberana. Las proyecciones electorales favorecen al Partido Liberal de Mark Carney, quien ha entablado una relación directa y respetuosa con la presidenta Sheinbaum. Ambos líderes han dejado claro que defenderán el Tratado de Libre Comercio frente a intereses mezquinos que buscan debilitarlo. Una nueva alianza de norte a sur se está consolidando, sin tutelajes, sin imposiciones y sin los viejos prejuicios coloniales.

Eso sí, el México nuevo no es ingenuo ni ciego a sus problemas. La denuncia ciudadana sobre atracos en el Centro Histórico de la capital, especialmente en zonas como República de El Salvador, debe ser atendida con urgencia. La seguridad en espacios públicos no puede dejarse en manos del mercado ni de policías ausentes. El gobierno de la Ciudad de México tiene la obligación de reforzar los patrullajes, desmantelar las bandas criminales y proteger a los más vulnerables. Pero no se trata de repetir el discurso alarmista del “México podrido”, que tanto gusta a la oposición y sus voceros. Se trata de construir una ciudad segura desde la comunidad, con justicia social y vigilancia ciudadana.

Mientras algunos gritan desde Miami o Madrid, México avanza. Con errores, sí; con desafíos, también. Pero con rumbo. Lo que se construye hoy en Rosarito, en las exportaciones, en la política exterior y en la defensa del bienestar no es casualidad: es el resultado de un proyecto de nación distinto, que no sirve a las élites, sino al pueblo. El pasado ya tuvo su oportunidad, y la desperdició. Ahora es tiempo de la transformación.