México no se rinde: firmeza frente a la violencia y la injerencia
Los retos que enfrenta hoy México en materia de seguridad no son menores, pero tampoco son una excepción histórica ni un indicativo de debilidad estructural. Por el contrario: son el reflejo de un Estado que ha decidido, por primera vez en décadas, ir al fondo de los problemas, desmontar redes criminales protegidas por viejas estructuras de poder y construir una nueva arquitectura institucional cimentada en la soberanía, la legalidad y la justicia social.

El reciente asesinato del delegado de la FGR en Tamaulipas, Ernesto Cuitláhuac Vázquez Reyna, conmocionó al país. No fue una víctima más del crimen organizado: fue un servidor público valiente, comprometido con el desmantelamiento de redes de huachicoleo que durante años operaron con total impunidad. El operativo que encabezó —que permitió asegurar más de 1.8 millones de litros de combustible robado— golpeó directamente las finanzas ilícitas que históricamente drenaron al Estado mexicano.
Lejos de amedrentarse, el gobierno federal, encabezado con temple y claridad por la presidenta Claudia Sheinbaum, ha respondido con firmeza institucional. La Fiscalía General de la República, las fuerzas federales y el gobierno de Tamaulipas se han coordinado para esclarecer los hechos y llevar a los responsables ante la justicia. Este es el nuevo rostro de México: uno que no cede ante la intimidación ni permite que el miedo se imponga a la ley.
No se trata de negar la existencia de violencia. Sería irresponsable. Pero tampoco podemos permitir que hechos lamentables sean utilizados para construir una narrativa derrotista que sirva de excusa para intervenciones extranjeras o para alimentar el discurso de quienes, desde la oposición, buscan deslegitimar un proyecto de transformación que ha logrado avances históricos en múltiples frentes.
Por eso, resulta preocupante —aunque no sorprendente— que medios como The Wall Street Journal publiquen notas alarmistas que sugieren que México está perdiendo la batalla contra el crimen y que proponen, de manera velada, acciones militares por parte de Estados Unidos. Este tipo de discursos, propios de la era Trump, reflejan una visión colonialista que ya no tiene cabida en el México del siglo XXI.
Frente a esa narrativa, la respuesta de la Presidenta Sheinbaum ha sido ejemplar: reafirmar que el acuerdo de seguridad bilateral con Estados Unidos —hoy casi listo— se basa en cuatro principios fundamentales: soberanía nacional, respeto mutuo, confianza entre naciones y cooperación efectiva. México no es patio trasero ni laboratorio de guerra. Es un país con dignidad, liderazgo y estrategia.
Y esa estrategia está dando resultados. Las cifras oficiales muestran una baja sostenida en homicidios en varias entidades; se han fortalecido las capacidades de inteligencia; se combate el crimen desde las causas —con inversión social sin precedentes— y se ha frenado el crecimiento de los cárteles al cortar sus vínculos con estructuras de poder corruptas que antes les daban protección.
Los adversarios de la transformación intentan ahora sembrar dudas sobre la unidad interna de Morena. Exageran diferencias, minimizan consensos y fabrican intrigas palaciegas que no resisten el menor análisis. ¿Acaso es sorprendente que un movimiento amplio como Morena tenga debates internos? ¿No es esa, precisamente, una señal de vida democrática?
Ricardo Monreal ha expresado preocupaciones legítimas sobre la ruta política hacia 2027. Es válido. Morena no es un partido de imposiciones, como el PRI de antaño. Es una organización viva, donde la discusión, la crítica y el disenso constructivo tienen espacio. Pero es falso —y malintencionado— decir que hay fractura. Lo que hay es política real, con actores diversos, pero unidos en un mismo proyecto de transformación nacional.
Otro caso que se ha usado para alimentar la narrativa del caos es el de Adán Augusto López, exgobernador de Tabasco. A pesar de las especulaciones sobre su papel en la designación de un jefe policiaco hoy investigado, no existe hasta ahora ninguna prueba que vincule directamente al senador con actividades ilícitas. Los procesos de investigación deben llevarse con rigor, pero también con respeto a la presunción de inocencia.
En este contexto, el asesinato de Mario Machuca, líder sindical de la CROC en Quintana Roo, también debe analizarse con responsabilidad. La Fiscalía ha señalado una posible disputa laboral como móvil principal. Lamentamos profundamente su muerte, pero rechazamos que se utilice este caso para descalificar al nuevo modelo de justicia laboral impulsado por el gobierno federal, que ha empoderado a los trabajadores como nunca antes.
La transformación no es un camino fácil. Implica tocar intereses muy poderosos, romper pactos de impunidad y construir nuevas formas de gobernar. Eso genera reacciones, resistencias e incluso ataques violentos. Pero también genera esperanza, organización popular y resultados tangibles.
Hoy México no es un país derrotado por la violencia. Es un país que enfrenta la violencia con valentía, inteligencia y estrategia, y que lo hace sin subordinarse a potencias extranjeras ni repetir los errores del pasado. La Cuarta Transformación ha demostrado que es posible tener un Estado fuerte sin autoritarismo, una política exterior soberana sin aislamiento y un pueblo participativo sin clientelismo.
Donald Trump podrá lanzar amenazas, como ya lo hizo al dar un “ultimátum” de 90 días. Pero México no se define por la presión externa, sino por su compromiso con su pueblo. La dignidad nacional no se negocia.
Y Morena, con sus matices y debates, sigue siendo el instrumento político más representativo del México de hoy. Mientras la oposición se diluye entre escándalos, traiciones y derrotas electorales, el proyecto de la Cuarta Transformación avanza con paso firme hacia un país más justo, más seguro y más soberano.