México defiende su maíz nativo frente a presiones del T-MEC y el maíz transgénico

La reciente resolución del panel de controversias del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) sobre la disputa del maíz transgénico ha puesto en evidencia los retos que enfrenta México para proteger su biodiversidad y la salud pública ante los compromisos internacionales. Expertos aseguran que la decisión fue tomada en detrimento de la seguridad del consumo humano del grano genéticamente modificado y recalcan la dificultad de modificar las normas establecidas en el tratado.

Ana de Ita Rubio, directora del Centro de Estudios para el Cambio en el Campo Mexicano (CECCAM), subrayó que romper el marco legal del T-MEC resulta casi imposible, especialmente para defender un solo producto como el maíz. En entrevista, destacó que aunque las autoridades mexicanas han argumentado los riesgos a la salud derivados del consumo de productos transgénicos, demostrarlo científicamente ante organismos internacionales es una tarea compleja debido a la influencia de las grandes transnacionales en el ámbito científico.

“La construcción de los tratados se basa en un consenso científico que las transnacionales han logrado manipular”, explicó De Ita Rubio. Según un artículo de Luis Hernández, coordinador de Opinión de La Jornada, por cada estudio independiente que alerta sobre los riesgos del maíz transgénico, las corporaciones generan decenas para desmentirlo, incluso desacreditando a los científicos críticos.

Por su parte, Ignacio Martínez Cortés, coordinador del Laboratorio de Análisis en Comercio, Economía y Negocios (Lacen) de la UNAM, afirmó que el fallo a favor de Estados Unidos refleja una decisión que prioriza las normas comerciales internacionales sobre la seguridad alimentaria de los mexicanos.

A pesar de esto, México mantiene una prohibición vigente para la siembra de maíz transgénico, medida que ha sido crucial para la protección de las 55 razas de maíz nativo en el país. De Ita Rubio advirtió que el maíz es un cultivo de polinización abierta, lo que significa que si se permite la siembra de semillas transgénicas, el polen puede contaminar rápidamente las variedades nativas, comprometiendo su pureza genética.

Para proteger este patrimonio, la investigadora sugirió otorgar mayor autonomía a las comunidades rurales para que decidan cómo preservar sus cultivos sin depender exclusivamente de decretos o leyes.

Juan Carlos Anaya, director del Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (GCMA), señaló que aunque México intentó proteger la biodiversidad y la salud pública, no cumplió con las normas científicas y comerciales estipuladas en el T-MEC. Esto llevó al panel a recomendar que el país ajuste sus medidas para alinearse con las disposiciones de los capítulos 2 y 9 del tratado.

Además, De Ita Rubio criticó que durante la renegociación del TLCAN bajo la administración de Donald Trump, fue imposible para el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador excluir al maíz del acuerdo comercial, lo que ahora limita la soberanía alimentaria del país.

El debate en torno al maíz transgénico no solo involucra aspectos comerciales, sino también cuestiones de salud, biodiversidad y soberanía nacional. En este contexto, México enfrenta el desafío de equilibrar sus compromisos internacionales con la protección de un cultivo esencial para su identidad y sustento.