Los que marcharon el domingo

La marcha dominical fue genuinamente ciudadana. La gente se iba sumando sin grupo específico. Después de todo, lo que convocaba era sencillo y a la vez potente: defender al INE. La caminata finalizó con un mensaje cuidado y certero de Woldenberg.

Miles y miles de personas decidieron marchar para defender al INE. Lo hicieron en diversas entidades del país. En la Ciudad de México, como era de esperarse, ocurrió la movilización más abundante. 

Para tener una idea. A las 11.30 de la mañana, la explanada del Monumento a la Revolución estaba llena y todavía no salían todos los contingentes del Ángel de la Independencia. 

Cuando finalizó el encuentro, después de que se entonó el himno nacional, la gente seguía arribando al lugar, mientras otros ya salían en sentido contrario. 

En ese sentido, lo que ocurrió se puede calificar de exitoso, y de algún modo inusitado, porque nunca una institución había congregado a tantos y para respaldarla. Un hecho extraño y festivo, que mostraba las urgencias del presente, pero también las resiliencias de la sociedad. 

De ahí que fuera genuinamente ciudadana. La gente se iba sumando sin grupo específico. Después de todo, lo que convocaba era sencillo y a la vez potente: defender al INE. 

Quizá por ello, el arranque resultó complejo, bloques y bloques de marchistas que diluyeron los despliegues, pero lograron a la vez algo más interesante porque se refrendó el carácter plural y específico del momento.   

Hubo de todo. Sorprendió un grupo de monjas que, con hábito, caminaron con banderas de México, otros llevaban estandartes de la Virgen de Guadalupe junto a los grandes carteles que decían “El INE no se toca”.

Pero sobre todo se trataba de ciudadanos y sus familias, de grupos de amigos, militantes de partidos e integrantes de organizaciones sociales que se pusieron de acuerdo para dejar constancia de que aprueban el desempeño de una institución que ha permitido la alternancia política sin incidentes. 

Un logro mayor, ya que, en 200 años, antes del 2000, no se había logrado un cambio de partido o de grupo en el poder político sin que ocurriera violencia.

José Woldenberg entendió muy bien la temperatura y el momento que vive el país. En el cascarón de lo que alguna vez pretendió ser una de las columnas de lo que sería el Palacio Legislativo a finales del Porfiriato y que se convirtió en la sepultura de algunos artífices revolucionarios, pronunció uno de los discursos más importantes de su vida. 

Sí, Woldenberg, en la esfera de la política, ha tenido que encarar momentos difíciles, complejos. Desde el anuncio de la derrota del PRI en 2000, cuando presidía el consejo del INE, hasta la necesidad de defender lo edificado en más de tres décadas, lo que ocurrió justo este domingo.

Woldenberg señaló: “Esa democracia se construyó con el trabajo de millones, de varias generaciones de mexicanos y mexicanas, cuyo edificio culminante fue el del INE. Ese gran cambio histórico no puede ser explicado sin la existencia de nuestro sistema electoral”.

Un mensaje cuidado y certero. Una de esas piezas que dejarán huella, pero que estoy seguro que Woldenberg no habría querido pronunciar nunca, porque sabe que la situación es incierta y que, en un domingo, por esperanzador que sea, no cambiará el rumbo que van tomando las cosas, si no se mantiene el paso. 

Woldenberg identifica como “el problema mayúsculo, el que nos ha traído aquí, el que nos obliga a salir a las calles, el que se encuentra en el centro de la atención pública, es que buena parte de lo edificado se quiere destruir desde el gobierno”. 

Palabras mayores, porque desde los años setenta y a lo largo de ocho reformas electorales que culminaron con la 2014, el desafío estuvo en la mejoría y no en el retroceso. A partir de José López Portillo y hasta Enrique Peña Nieto, los titulares del poder ejecutivo empujaron o cuando menos no obstaculizaron la mejora en las condiciones de competencia electoral.

Un tiempo complejo, pero donde a la vez, la movilización de la ciudadanía muestra que existen posibilidades claras de resistencia, para lograr que el proceso destructivo se detenga, o que al menos no sea expansivo e irreversible. 

A fin de cuentas, quienes caminaron por Reforma, representan “una marea de opinión que aprecia y defiende la democracia”.

Oleadas tienen la facultad de enviar mensajes múltiples, los que van hacia el propio poder político, pero también los que se decantan a lo que espera la sociedad de los partidos opositores. Nada más, pero nada menos. 

Julian Andrade

@jandradej

Fuente: Eme Equis