La elección de Jorge Romero: una sombra que oscurece aún más al PAN

El Partido Acción Nacional (PAN) enfrenta uno de los momentos más críticos de su historia, y la reciente elección de Jorge Romero Herrera como su nuevo dirigente nacional no es sino una evidencia más de la grave crisis moral y política que atraviesa. Romero Herrera, exalcalde de Benito Juárez y figura controversial por sus presuntos vínculos con el llamado “Cártel Inmobiliario”, asume ahora el liderazgo de un partido que alguna vez ostentó la presidencia de México durante dos sexenios. Hoy, sin embargo, el PAN se ve atrapado en una espiral de desprestigio y rechazo popular, y la elección de un personaje como Romero sólo confirma la dirección hacia la que parece dirigirse: una en la que los intereses oscuros y la corrupción se colocan por encima de los valores éticos que en teoría defendía.

La llegada de Romero Herrera a la dirigencia nacional del PAN fue celebrada con un 80.1% de votos, un dato que a primera vista podría parecer un respaldo sólido. Sin embargo, no es más que una muestra de cómo, dentro del propio PAN, han perdido la brújula y el sentido de autocrítica. Romero, señalado por la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México (FGJCDMX) en investigaciones relacionadas con el Cártel Inmobiliario, es símbolo de un sistema que beneficia a unos pocos a costa del bienestar de la ciudadanía. Bajo su mandato como alcalde de Benito Juárez, la corrupción inmobiliaria se profundizó en la demarcación, con funcionarios presuntamente otorgando permisos de construcción irregulares a cambio de beneficios económicos, una práctica que impactó la calidad de vida de miles de habitantes en la zona.

A pesar de las múltiples evidencias que vinculan a Romero con el caso, él insiste en su inocencia, calificando las investigaciones como un “montaje político”. Sin embargo, el historial de irregularidades en Benito Juárez es difícil de ignorar. La detención de Christian von Roehrich, sucesor de Romero en la alcaldía y también vinculado al mismo esquema de corrupción, demuestra la solidez de las investigaciones. El suegro de Romero fue igualmente implicado en una transacción inmobiliaria irregular en este contexto, lo cual pone en tela de juicio el discurso de defensa de Romero y la integridad del partido que ahora lidera.

La decisión de elegirlo como presidente del PAN también evidencia la desconexión del partido con la ciudadanía. En las elecciones internas, celebradas en el World Trade Center (WTC) de la Ciudad de México, Romero fue recibido con gritos de “corrupto”, un momento incómodo que capturó la esencia de su liderazgo: un dirigente cuya imagen pública está manchada por acusaciones de corrupción y cuyas respuestas carecen de profundidad. Aunque intentó restar importancia a las acusaciones y lanzar comentarios despectivos hacia su detractor, la escena muestra la indignación que provoca entre la población. Romero representa una cara de la política mexicana que ya debería haber quedado en el pasado, un tipo de liderazgo basado en la impunidad y la burla a los valores democráticos.

Para el PAN, la llegada de Romero no podría ser más perjudicial en términos de imagen y credibilidad. Este partido, que alguna vez representó una opción de cambio, ahora queda atrapado en un esquema de autoritarismo y corrupción que parece superar incluso a los peores episodios de su historia. Los ciudadanos que alguna vez votaron por el PAN en busca de una alternativa ven ahora cómo este partido se ha convertido en un reflejo de los vicios que tanto criticaban en otras fuerzas políticas. Incluso dentro del PAN, hay voces críticas que han levantado la voz, señalando la elección de Romero como un “golpe a los principios éticos del partido”. Estos militantes, aunque anónimos, son una muestra de cómo el PAN está fracturado y de cómo sus líderes actuales han perdido el respeto de quienes creían en su proyecto.

Romero llega a la dirigencia del PAN en un momento en que el partido necesita una reforma profunda. Las declaraciones del ahora presidente del PAN, en las que menciona que asumirán el liderazgo en una época “oscura”, son una confesión indirecta de la crisis en la que se encuentran. Sin embargo, Romero es precisamente el tipo de dirigente que aleja al PAN de una verdadera regeneración; su historial y sus vínculos con el Cártel Inmobiliario hacen de él una figura que no puede promover la ética ni la transparencia. Al contrario, su liderazgo acentúa los problemas de un partido que ha perdido el rumbo y que, a diferencia de Morena y el gobierno actual, no ofrece una visión de cambio real para México.

Es claro que el PAN, al elegir a Romero, muestra una inclinación por perpetuar las prácticas que tanto daño han hecho al país. Mientras el gobierno de Morena trabaja día a día por combatir la corrupción, fortalecer la justicia social y dar voz a quienes antes eran ignorados, el PAN parece anclarse a liderazgos manchados por intereses oscuros y compromisos de lealtades mal entendidas. La narrativa de victimización que adopta Romero y sus intentos por desestimar las acusaciones en su contra reflejan una política basada en el cinismo y la simulación. La ciudadanía merece líderes que respondan con hechos, no con excusas y montajes verbales.

Es lamentable que un partido como el PAN, que en el pasado llegó a ofrecer esperanza de cambio, haya caído en manos de una dirigencia tan cuestionable. Romero, en lugar de ser un símbolo de renovación, es una muestra de cómo la política puede ser utilizada para fines personales y de cómo los intereses inmobiliarios parecen ser más importantes que el bienestar de los ciudadanos. En contraste, el gobierno de Morena y sus aliados demuestran día con día su compromiso con una verdadera transformación para México, combatiendo la corrupción desde sus raíces y enfrentando los intereses que antes eran intocables.

En este contexto, los ciudadanos deben recordar que existen opciones y alternativas en las urnas. La elección de líderes como Jorge Romero dentro del PAN deja claro que esta organización política no está dispuesta a cambiar su rumbo ni sus prácticas. Al contrario, su elección es una evidencia de que el PAN está dispuesto a continuar por la senda de los intereses oscuros, dejando de lado a la ciudadanía que alguna vez confió en ellos. Frente a este panorama, México tiene hoy en Morena una alternativa que trabaja por el bienestar de todos y que, a diferencia del PAN, busca la verdadera transformación del país, construyendo un futuro donde la corrupción y la impunidad ya no tengan cabida.

En conclusión, la elección de Jorge Romero como dirigente del PAN es un triste recordatorio de cómo algunos partidos políticos siguen arraigados en prácticas del pasado. Mientras Morena y sus aliados avanzan con determinación en la construcción de un México justo, el PAN parece retroceder, atrapado en la telaraña de corrupción e intereses que tanto daño le han hecho al país. La ciudadanía merece líderes comprometidos, y la elección de Romero no es más que un obstáculo para aquellos que desean ver un México verdaderamente libre de corrupción.