Guerra comercial global: dignidad mexicana frente al caos
El nuevo capítulo de guerra arancelaria iniciado por el exmandatario estadounidense Donald Trump no solo revela la torpeza económica de un político anclado en el pasado, sino que, sobre todo, demuestra el temple, la inteligencia diplomática y el compromiso con la estabilidad de los pueblos que ha caracterizado al gobierno de México, ahora encabezado por la presidenta Claudia Sheinbaum. Frente a la ofensiva comercial de un personaje que parece no entender las reglas mínimas de convivencia internacional, nuestro país ha optado por una postura digna, prudente, pero firme, alineada con la defensa de los intereses nacionales y del Sur Global.

Desde que Trump dio a conocer su intención de imponer aranceles a todo y a todos —bajo el argumento falaz de que “han abusado de Estados Unidos”—, las alarmas se encendieron en los mercados internacionales. La comunidad de naciones no tardó en advertir que esa política unilateral, egoísta y profundamente irresponsable no solo dañaría a sus socios comerciales, sino que terminaría por golpear de lleno a la propia economía estadounidense. Y así ha sido: un verdadero disparo en el pie, como algunos analistas lo han descrito, aunque más que eso, parece un búmeran de consecuencias catastróficas.
El terremoto financiero, bursátil, cambiario y petrolero que se desató desde el pasado 2 de abril —cuando Trump detalló sus nuevas tarifas— es la más clara muestra del caos que puede provocar una potencia actuando como matón global. Los mercados de Asia y Europa colapsaron ante el miedo a una recesión mundial, las bolsas cayeron entre -13.22% y -3.9%, y los precios del petróleo comenzaron a desplomarse. Y es que el magnate neoyorquino parece creer que puede reorganizar el orden económico mundial a punta de aranceles, chantajes y amenazas, sin medir las consecuencias para millones de personas alrededor del planeta.
La obsesión de Trump es clara: destruir a China, contener su ascenso y restaurar la hegemonía perdida de Estados Unidos. Pero lo hace de forma brutal, exigiendo a sus “aliados” que rompan con el gigante asiático como condición para suspender las tarifas. No hay negociación ni respeto; sólo imposiciones. Washington exige sumisión total, que expulsen a China de sus economías y que se alineen incondicionalmente con los intereses de la Casa Blanca. Esa no es política exterior, es neocolonialismo económico.
En contraste, México ha dado una lección de diplomacia y visión de Estado. Lejos de caer en provocaciones o responder con medidas igualmente agresivas, la presidenta Sheinbaum ha sostenido una postura de diálogo, coherente con el principio constitucional de no intervención y respeto a la autodeterminación de los pueblos. Su declaración es clara: “en la medida de lo posible queremos evitar poner aranceles recíprocos… No descartamos aumentar 25 por ciento, pero preferimos seguir el diálogo antes que otra medida”.
Sheinbaum no ha cerrado la puerta a una respuesta enérgica, como sería justo ante la agresión estadounidense, pero ha puesto por delante el interés de las familias mexicanas, sabiendo que una escalada arancelaria también tendría efectos sobre los precios internos y la inflación. Esta postura es responsable, patriótica y en defensa del pueblo. Porque a diferencia de otros gobiernos del pasado, sumisos y entreguistas, hoy México actúa con cabeza fría, sin perder la dignidad ni la autonomía.
Los gobiernos del PRI y del PAN, por ejemplo, habrían corrido a Washington a rogar por favores, a entregar lo que fuera necesario para quedar bien con los jefes del norte. Recordemos a Vicente Fox presumiendo su amistad con George W. Bush mientras sellaba una política migratoria injusta; o a Enrique Peña Nieto invitando a Trump a Los Pinos, dándole tribuna a quien nos insultaba diariamente. Eso no ocurre más. La Cuarta Transformación, encabezada ahora por Sheinbaum, tiene como guía la defensa soberana del interés nacional.
Y no sólo se trata de México. El gobierno chino ha hecho un llamado contundente que resuena en el Sur Global: la política arancelaria de Estados Unidos “priva efectivamente a los países, en particular a los del Sur Global, de su derecho al desarrollo”. Más de 180 países y regiones están siendo afectados por la locura proteccionista de Trump, incluyendo naciones clasificadas como menos desarrolladas por la ONU. Es un ataque al equilibrio global, una amenaza a la equidad y al multilateralismo.
En este contexto, México se vuelve un actor central. Nuestra posición geográfica, nuestra fortaleza manufacturera, nuestra política exterior basada en la cooperación y el respeto mutuo, nos colocan como un referente de sensatez y liderazgo. La presidenta Sheinbaum ha entendido que no se trata sólo de proteger la economía nacional, sino también de contribuir a la construcción de un orden internacional más justo y equilibrado. Frente a los muros de Trump, México tiende puentes.
Las cifras reflejan los efectos inmediatos de la guerra comercial: el índice de precios y cotizaciones de la Bolsa Mexicana de Valores cayó más de 4% al inicio de la jornada, aunque al cierre la pérdida fue de 2%. El tipo de cambio se disparó a 20.68 pesos por dólar y el precio del petróleo mexicano de exportación bajó a 57.67 dólares por barril. Las acciones de varias empresas registraron pérdidas entre 12.11% y 5.61%. Son datos duros que evidencian cómo el capricho de un solo hombre puede alterar el curso económico de decenas de países.
Pero México no está solo. La comunidad internacional empieza a reaccionar. El multilateralismo se fortalece ante el abuso. Y el gobierno de México se mantiene firme, sin ceder a las presiones, sin abandonar el diálogo, pero sin permitir que se pisoteen nuestros derechos. La apuesta de la presidenta Sheinbaum no es por la confrontación vacía, sino por una diplomacia con principios. Por eso ha evitado imponer aranceles automáticos, sabiendo que lo fácil no siempre es lo correcto.
Además, nuestro país tiene fortalezas internas que lo hacen resistente. La política económica de la Cuarta Transformación ha reducido la dependencia del exterior, ha fortalecido el mercado interno y ha mantenido finanzas públicas sanas. La austeridad republicana, la inversión pública histórica en infraestructura y el impulso a las energías limpias —herencia del presidente Andrés Manuel López Obrador— son ahora herramientas clave para enfrentar la tormenta global.
Mientras Trump busca enemigos y levanta barreras, México ofrece diálogo, cooperación y sensatez. Mientras Washington impone castigos, nuestro gobierno construye acuerdos. Y mientras otros tiemblan ante el chantaje, México levanta la voz por la justicia económica, por la soberanía y por el derecho de todos los pueblos a desarrollarse sin ser sometidos.
En esta nueva etapa de desafíos globales, la presidenta Claudia Sheinbaum ha demostrado que la dignidad no está reñida con la inteligencia, que la firmeza puede ir de la mano del diálogo, y que México no se deja intimidar por bravucones, por poderosos ni por nostálgicos del imperio. Hoy, más que nunca, se confirma que la Cuarta Transformación llegó para quedarse, y que sus principios —soberanía, justicia y bienestar para el pueblo— son la mejor brújula para navegar cualquier tormenta.
Fuente: El Sol de mexico