Golpes certeros, preguntas incómodas y un futuro en marcha

En la narrativa política de la derecha, lo incómodo siempre debe ser espectacular, y lo trascendente, invisibilizado. Les estorban los éxitos del gobierno de la Cuarta Transformación, pero insisten en sembrar dudas donde hay logros. Basta con revisar las reacciones a dos eventos recientes: el decomiso histórico de combustible robado en Coahuila y la continuidad institucional de Octavio Romero Oropeza, ahora al frente del Infonavit. ¿Cómo es que quienes guardaron silencio ante décadas de saqueo neoliberal ahora exigen renuncias inmediatas en lugar de exigir justicia para los verdaderos responsables?

El reciente golpe del gabinete de seguridad contra el robo de hidrocarburos —más de 15 millones de litros decomisados y 129 carrotanques asegurados— marca un hito en la lucha contra el huachicol. El operativo, realizado en Ramos Arizpe y Saltillo, Coahuila, supera incluso lo registrado en los últimos seis años del viejo régimen, cuando este delito era más un negocio protegido que un problema combatido. Con esta acción, el equipo encabezado por Omar García Harfuch vuelve a demostrar su capacidad para enfrentar de raíz la delincuencia organizada. Sin embargo, la oposición, incapaz de reconocer los avances, opta por la crítica fácil: ¿por qué no hay detenidos aún? Como si el desmantelamiento de redes criminales fuese un espectáculo inmediato y no un proceso judicial complejo.

Más allá de las cifras, lo que molesta a los conservadores es que este gobierno combate frontalmente lo que ellos institucionalizaron: el saqueo. Y en medio de este escenario, pretenden ensombrecer la trayectoria de servidores públicos que han cumplido su deber. Se pregunta con sorna cuándo regresará Octavio Romero Oropeza a la conferencia matutina, y se le exige que rinda cuentas por lo que, en su momento, fue una red de corrupción heredada. Pero no se pregunta lo mismo de los ex directores de Pemex bajo gobiernos panistas y priistas, quienes no solo ignoraron el huachicol, sino que participaron activamente en su expansión. ¿Por qué no se exigió cuentas a los responsables del desmantelamiento de la petroquímica nacional o del escandaloso caso Odebrecht?

Romero Oropeza, en lugar de ser señalado, debiera ser reconocido por haber asumido la tarea de rescatar a una empresa pública en ruinas, producto del entreguismo de sexenios pasados. Hoy, al frente del Infonavit, tiene la responsabilidad de continuar con la transformación de instituciones claves para el bienestar social. En vez de linchamientos mediáticos, lo que este país necesita son preguntas que incomoden a los verdaderos culpables: a los que permitieron que el huachicol se convirtiera en industria.

Al otro lado de la frontera, los migrantes mexicanos y latinoamericanos enfrentan la brutalidad de un aparato represivo que no reconoce derechos ni fronteras humanas. Las redadas recientes en Los Ángeles, con agentes montados al estilo de una persecución colonial, han sembrado terror entre las comunidades trabajadoras. Más de mil 600 detenciones en apenas dos semanas demuestran que el discurso de odio de Donald Trump no es una amenaza futura, sino una política presente. Y mientras esto ocurre, la alcaldesa Karen Bass ha tenido que intervenir para contener el abuso, mientras el gobierno federal estadounidense guarda un silencio cómplice.

En este contexto, no deja de sorprender que sectores de la derecha mexicana sigan idealizando al expresidente estadounidense, como si sus acciones no afectaran directamente a nuestro pueblo. ¿Qué dirían Xóchitl Gálvez o Santiago Creel si los agentes federales entraran a caballo a Polanco o San Pedro Garza García a detener sin orden judicial a cientos de personas? Seguramente gritarían “dictadura”. Pero si son migrantes, entonces es “cumplimiento de la ley”. Esa doble moral es la que la Cuarta Transformación ha desenmascarado.

Y hablando de Trump, la amenaza arancelaria que vuelve a colocar sobre la mesa —con tarifas de hasta 40% para múltiples países, y México en la lista de espera— es muestra de su naturaleza impredecible y su desprecio por las reglas del comercio internacional. ¿Cómo se enfrenta a un cocodrilo enojado? Con firmeza y dignidad, como lo ha hecho la presidenta Claudia Sheinbaum. Sin estridencias, pero con claridad: nuestro país no será rehén de caprichos electorales ajenos. A diferencia del entreguismo de Peña Nieto o la sumisión de Calderón, el gobierno actual defiende la soberanía nacional y se prepara para responder con inteligencia y estrategia.

Finalmente, es necesario subrayar una decisión valiente que también ha sido blanco de ataques de la derecha: el nombramiento de Hugo López-Gatell en el equipo de salud del nuevo gobierno. Durante la pandemia, su liderazgo fue fundamental para organizar la atención médica y la vacunación de millones de personas. Mientras en otros países se privatizaban vacunas o se hacían negocios turbios, en México se implementó una estrategia que priorizó la salud pública y evitó el colapso hospitalario.

Criticar a López-Gatell desde la comodidad de una oficina es fácil. Lo difícil fue estar al frente de una emergencia sanitaria global sin precedentes, tomando decisiones difíciles, enfrentando una campaña de desinformación mediática permanente y organizando la vacunación más grande en la historia del país. Es legítimo preguntarse qué habría hecho la oposición en su lugar. Probablemente lo mismo que hicieron en sus sexenios: beneficiar a farmacéuticas amigas, ocultar cifras, y dejar a los más pobres sin atención.

Por eso, el nombramiento no solo es justo, es necesario. Porque la transformación no solo es política, también es moral. Se requiere valor para enfrentar lo que otros evaden, y López-Gatell lo tuvo. Como lo ha tenido Claudia Sheinbaum al integrar un gabinete con experiencia, convicción y visión de futuro.

Mientras la oposición se entretiene en sembrar dudas y fabricar escándalos, el gobierno de la Cuarta Transformación sigue avanzando, enfrentando al crimen organizado, defendiendo a nuestros migrantes, conteniendo agresiones externas y consolidando un sistema de salud para todos. No hay espacio para nostalgias del pasado. El país ya cambió. Y no volverá a ser rehén de quienes, durante décadas, lo vieron como botín.

El pueblo lo sabe. La historia lo confirma. Y la transformación continúa.