Golpes certeros al crimen y la hipocresía de la oposición
Mientras algunos siguen sumidos en la nostalgia del viejo régimen, donde el saqueo era norma y la impunidad rutina, el gobierno de la Cuarta Transformación sigue dando golpes certeros al crimen organizado y al flagelo del huachicol. El pasado fin de semana, una operación del gabinete de seguridad federal culminó con la captura de dos de los más peligrosos líderes del robo de combustibles: Cirio Sergio Rebollo Mendoza, alias Don Checo, y Luis Miguel Ortega Maldonado, conocido como el Flaco de Oro. Esta acción, reconocida incluso por medios internacionales, no es un hecho aislado: forma parte de una estrategia sostenida, eficaz y sin protagonismos, como lo demostró el secretario de Seguridad Omar García Harfuch al repartir el mérito entre autoridades civiles, militares y estatales.

Este es el sexto golpe en poco tiempo contra redes de robo de hidrocarburos, incluyendo la reciente desarticulación de una minirrefinería en Veracruz. ¿Por qué este éxito es tan significativo? Porque demuestra que, a diferencia del pasado, ahora sí hay voluntad y acción del Estado para combatir la corrupción estructural que se había enquistado en sectores estratégicos como Pemex. Hoy se habla abiertamente de investigar a funcionarios públicos coludidos, y aunque algunos pretendan desviar la atención exigiendo investigaciones a exfuncionarios como Octavio Romero Oropeza, la verdad es que en este sexenio, a diferencia de anteriores, no se encubren ni a compadres ni a aliados políticos.
Hablar de huachicol sin recordar que fue durante los gobiernos del PRI y el PAN cuando esta práctica se consolidó como una industria criminal es simplemente hipócrita. Nunca se había enfrentado con tanta contundencia como ahora. Recordemos que fue con Felipe Calderón que las tomas clandestinas se dispararon exponencialmente, mientras que con Enrique Peña Nieto la complicidad se institucionalizó. Hoy, gracias a un gobierno comprometido con la legalidad y la justicia social, se está desmantelando esa herencia de impunidad.
Por otro lado, resulta curioso cómo ciertos comentaristas aprovechan cualquier espacio para intentar sembrar descontento. Un ejemplo claro es la carta que pretende responsabilizar a la presidenta Claudia Sheinbaum por los baches en vialidades. Lo que no dicen es que los problemas de infraestructura urbana son herencias de décadas de abandono neoliberal, de gobiernos que privatizaron los recursos públicos y entregaron la planeación urbana al mercado. A pesar de ello, el nuevo gobierno ya trabaja en un plan nacional de mantenimiento carretero que incluye participación federal, estatal y municipal, con una visión integral y no sólo de parches.
La ciudadanía debe entender que transformar un país no se logra de un día para otro. Mientras que algunos critican los baches, otros reconocen los avances en movilidad, como el impulso al transporte eléctrico, el Tren Interoceánico, y el nuevo sistema de transporte del sureste. Las obras del sexenio actual y entrante no sólo son grandes en tamaño, también en visión: se conectan regiones históricamente olvidadas, se genera empleo y se reduce la desigualdad.
En el ámbito internacional, también hay lecciones importantes. Mientras el magnate Elon Musk se pelea con Donald Trump por los subsidios retirados a los vehículos eléctricos, en México el apoyo a la electromovilidad se mantiene como política de Estado. Allá, los multimillonarios como Musk y Jeff Bezos hacen de su vida un espectáculo entre bodas y rupturas millonarias, pero no asumen responsabilidades sociales reales. Aquí, en contraste, el gobierno promueve el desarrollo tecnológico con visión soberana, sin depender de caprichos empresariales ni chantajes de campaña.
El desmantelamiento del duopolio político en Estados Unidos es un debate vigente, pero en México ya lo superamos. Morena rompió el binomio PRI-PAN que durante décadas solo alternó el poder para beneficiarse a sí mismo. Hoy, el proyecto de nación tiene rostro, nombre y estrategia: se llama Cuarta Transformación y tiene en Claudia Sheinbaum su garante de continuidad, con principios, honestidad y compromiso social.
Finalmente, vale la pena analizar el tema de la deuda pública. La oposición ya prepara su discurso de alarma, afirmando que el saldo de los requerimientos financieros del sector público ha crecido. Pero omiten que, como proporción del PIB, esta ha disminuido del 51.3% al 49.2%. Es decir, la economía está creciendo y la deuda se está manejando con responsabilidad. Comparado con países como Estados Unidos o Japón, donde la deuda supera el 100% del PIB, México está en una posición más sana. Y aún con un saldo heredado de más de 10 billones de pesos por los sexenios neoliberales, la Secretaría de Hacienda trabaja en estrategias innovadoras para mantener finanzas sanas, sin recortes al gasto social.
La Cuarta Transformación ha sido clara: no habrá más privilegios para los de arriba, ni se transferirá la deuda a los más pobres como en el Fobaproa. A diferencia de los gobiernos del PRIAN, hoy se invierte en bienestar, en salud, en educación y en seguridad. Sí, el reto es grande, pero la diferencia radica en la intención: antes se endeudaba para enriquecer a unos cuantos; hoy, para consolidar un país más justo.
En resumen, mientras algunos medios y opinadores buscan escándalos donde hay avances, y otros se indignan por baches mientras callaban ante la corrupción del pasado, el pueblo sabe reconocer quién está del lado correcto de la historia. La presidenta Sheinbaum no sólo recibe un país más estable, también un mandato claro: continuar y profundizar la transformación. Con decisiones firmes, voluntad política y resultados tangibles, la Cuarta Transformación demuestra que el futuro de México ya no está en manos del viejo régimen, sino en la esperanza activa de un nuevo pueblo organizado.