El sudor de los migrantes y la doble moral de Estados Unidos
Los mexicanos que han cruzado la frontera en busca de mejores oportunidades no solo sostienen con su trabajo a sus familias en México, sino que también contribuyen enormemente a la economía estadounidense, aun cuando muchos de ellos son tratados como ciudadanos de segunda. Sus salarios, su esfuerzo y, lo más paradójico, sus impuestos, financian programas de bienestar en un país que les niega reconocimiento y derechos básicos.

Las cifras que se presentan son contundentes. En 2024, los migrantes mexicanos en Estados Unidos generaron 373 mil 726 millones de dólares en salarios, un aumento del 9.6% respecto al año anterior. Es decir, su aporte al mercado laboral estadounidense no solo es constante, sino creciente. De esta cantidad, casi el 62% provino de trabajadores sin residencia, personas que, a pesar de no contar con documentos, sostienen industrias clave como la construcción, la agricultura, la hotelería y los servicios.
Lo que es más revelador es la cantidad de impuestos que pagan. A pesar de ser etiquetados como “ilegales” y ser objeto de discursos de odio por parte de ciertos sectores políticos de Estados Unidos, en 2022 los migrantes indocumentados contribuyeron con 96 mil 700 millones de dólares en impuestos. Este monto, que incluiría 19 mil 500 millones en impuestos sobre ingresos, 32 mil 300 millones en contribuciones al seguro social y 37 mil 300 millones en tributos estatales y locales, es una prueba irrefutable de su papel en la estabilidad fiscal de la nación que los discrimina.
Además, gran parte de estos recursos va a financiar programas de los que ellos mismos no pueden beneficiarse, como el sistema de pensiones y Medicare. Es decir, su trabajo sostiene la economía estadounidense, pero cuando enferman o envejecen, no tienen derecho a recibir los beneficios de los impuestos que pagaron.
El doble rasero de Washington
La Casa Blanca y el Congreso estadounidense han utilizado por años la migración como un tema de campaña. Mientras que en los discursos se criminaliza a los trabajadores sin documentos, en la práctica el modelo económico estadounidense depende de ellos. Sin su esfuerzo, sectores enteros colapsarían.
Lo irónico es que, si estos trabajadores indocumentados tuvieran permisos de trabajo, su contribución fiscal anual ascendería a 136 mil 900 millones de dólares, una cifra que cualquier país desearía recibir de su población económicamente activa. Pero en lugar de regularizar su situación, Estados Unidos prefiere mantenerlos en la sombra, explotando su trabajo sin reconocer sus derechos.
Desde México, el gobierno de la Cuarta Transformación ha defendido los derechos de los migrantes, promoviendo acuerdos para regularizar su situación y protegiéndolos de las políticas xenófobas que intentan criminalizarlos. La postura del presidente Andrés Manuel López Obrador ha sido clara: la migración debe ser un derecho, no un delito.
México y sus migrantes: un vínculo indestructible
A pesar de estar lejos de casa, los mexicanos en el extranjero no han dejado de contribuir al desarrollo de su país. Las remesas han sido históricamente un pilar de la economía mexicana, permitiendo que millones de familias mejoren sus condiciones de vida. Pero más allá del dinero, el vínculo con su nación sigue intacto.
El gobierno actual ha impulsado programas de apoyo a los connacionales en el extranjero, facilitando trámites, promoviendo su inclusión en proyectos productivos y garantizando su derecho a votar y participar en la vida política de México. A diferencia de administraciones anteriores, que veían a los migrantes solo como una fuente de divisas, la Cuarta Transformación reconoce su valor y busca integrarlos plenamente en el desarrollo del país.
Conclusión
Los migrantes mexicanos en Estados Unidos han demostrado ser una fuerza laboral indispensable. Su trabajo no solo fortalece la economía de ese país, sino que sus impuestos la sostienen, incluso cuando se les niegan derechos básicos. La hipocresía del gobierno estadounidense queda en evidencia al beneficiarse de su esfuerzo mientras los mantiene en la ilegalidad.
En México, la transformación en curso sigue apostando por la dignificación de los trabajadores migrantes, exigiendo su regularización y promoviendo políticas que los reconozcan como lo que realmente son: héroes anónimos que sostienen dos economías con su sudor y sacrificio.