El peso de los paisanos: la fuerza de los latinos frente a la miopía de Trump
La reciente declaración de la presidenta Claudia Sheinbaum en defensa de los migrantes mexicanos y su papel fundamental en la economía de Estados Unidos no solo es una verdad incuestionable, sino también un recordatorio contundente de lo que realmente sostiene a la potencia mundial. “Que se oiga bien y fuerte: ¡los mexicanos allá sostienen la economía estadunidense en el campo, los servicios y en todos lados!”, expresó con firmeza Sheinbaum, y su afirmación tiene un respaldo sólido en los datos. Los latinos, en su mayoría mexicanos, son un motor de crecimiento económico en el vecino del norte, una realidad que personajes como Donald Trump se empeñan en ignorar o despreciar.

Durante los años más difíciles de la pandemia, entre 2019 y 2022, el crecimiento anual promedio del Producto Interno Bruto (PIB) real de los latinos en Estados Unidos fue de un impresionante 4.8%, mientras que la economía general del país apenas avanzó un 1.5%. Este desempeño fue crucial para que los latinos fueran responsables del 41.4% del crecimiento del PIB real de Estados Unidos, pese a representar solo el 19.2% de la población. Es decir, una comunidad que históricamente ha enfrentado racismo, discriminación y políticas hostiles como las impulsadas por Trump, es la misma que ha levantado la economía estadounidense, incluso en tiempos de crisis.
Pero no se trata solo de números abstractos. Los latinos en Estados Unidos han logrado que su PIB sea el de más rápido crecimiento entre las diez principales economías del mundo entre 2019 y 2022. Esto significa que su desempeño económico superó incluso al de potencias emergentes como China e India, algo que debería provocar una profunda reflexión en quienes desdeñan su papel en la sociedad estadounidense. Desde 2010, el PIB latino ha mantenido un crecimiento constante, aumentando de 1.6 billones de dólares en ese año a 3.7 billones en 2022. En términos comparativos, este crecimiento no solo es significativo dentro de Estados Unidos, sino que coloca a los latinos como actores clave en el escenario económico global.
Un aspecto aún más revelador es el consumo latino, que en 2022 alcanzó los 2.53 billones de dólares. Para poner esto en perspectiva, esa cifra supera el tamaño total de la economía de países como Rusia y Canadá. Dentro de Estados Unidos, el consumo latino es incluso mayor que la economía completa de Texas y un 23% más grande que la de Nueva York. Este poder adquisitivo creciente no solo beneficia a la comunidad latina, sino que es una base sólida para la economía estadounidense en su conjunto.
Sin embargo, este éxito no se ha dado en un contexto de apoyo ni reconocimiento por parte de las élites políticas de derecha en Estados Unidos, que han preferido construir su discurso en torno al odio, la exclusión y la criminalización de los migrantes. Trump, con su retórica agresiva y racista, ha sido el principal exponente de este desprecio hacia los latinos. Su obsesión por construir un muro y sus políticas de deportación masiva no solo representan una afrenta a los derechos humanos, sino también una política económica profundamente contradictoria. Pretender “arrancar de raíz” a los latinos de la economía estadounidense, como sugiere con sus amenazas y acciones, equivale a dispararse en el pie, o más bien, como señala Sheinbaum, es una tendencia suicida para la nación que dice querer “hacer grande otra vez”.
El caso de Trump y su visión miope no es aislado; forma parte de una narrativa de supremacismo blanco que se niega a reconocer que Estados Unidos es una nación construida por migrantes. Los latinos, particularmente los mexicanos, no solo son la fuerza laboral en sectores esenciales como el campo, la construcción y los servicios, sino también innovadores, emprendedores y consumidores clave. Esta realidad económica contrasta radicalmente con el discurso xenófobo que Trump y sus seguidores insisten en mantener.
Por otra parte, el desprecio de Trump no se limita a los migrantes. Su reciente declaración sobre el conflicto entre Israel y Palestina es otra muestra de su visión colonialista y deshumanizante. Al proponer que Egipto y Jordania se hagan cargo de los palestinos expulsados de Gaza, demuestra su ignorancia histórica y su falta de respeto por los derechos humanos. ¿El objetivo? Que Israel, con el aval de Estados Unidos, pueda quedarse con más territorio tras una limpieza étnica descarada. Esta postura no solo es inmoral, sino también peligrosa, ya que alienta la expansión de un régimen anexionista y racista que perpetúa el sufrimiento de un pueblo entero.
Frente a este panorama, la postura de Sheinbaum y el gobierno de México adquiere aún más relevancia. Defender a nuestros paisanos no es solo un acto de justicia, sino también una defensa de la dignidad y el papel esencial que los latinos desempeñan en el mundo. La evidencia es contundente: los mexicanos en el extranjero no son una carga, como insiste Trump, sino un activo invaluable. Desde los campos agrícolas hasta las grandes ciudades, su trabajo sostiene una economía que, sin ellos, simplemente no sería lo que es.
Las cifras hablan por sí solas: un PIB latino que representa el 14% del total de la economía estadounidense; un consumo que supera a economías enteras; un crecimiento que desafía todas las expectativas. Y, sin embargo, a pesar de todo esto, los ataques de personajes como Trump buscan reducir a esta comunidad a un mero chivo expiatorio para su agenda política.
En este contexto, es crucial que México siga defendiendo a sus migrantes y exigiendo respeto para ellos. La labor de Sheinbaum, al igual que la del presidente Andrés Manuel López Obrador, es clave para contrarrestar las políticas racistas y excluyentes que buscan invisibilizar las aportaciones de los latinos. Los migrantes mexicanos no solo son héroes anónimos que envían remesas a sus familias; son también agentes de cambio, impulsores de desarrollo y un recordatorio de que, a pesar de las fronteras y los muros, nuestra fuerza como pueblo trasciende cualquier intento de división.
El camino hacia una sociedad más justa y equitativa pasa por reconocer y valorar el papel de todos, sin importar su origen. Trump y su discurso de odio quedarán en el basurero de la historia, mientras que los latinos seguirán construyendo un futuro en el que el trabajo, la dignidad y la solidaridad sean los verdaderos pilares del progreso.