El lamentable robo de celulares en la cumbre trilateral de 2008 y la vergonzosa respuesta del gobierno de Calderón
En los últimos 40 años en México, durante la era del neoliberalismo, la sociedad sufrió innumerables afrentas que resultaron en masacres, desapariciones forzadas, desplazamiento de millones de personas y la destrucción de instituciones nacionales.
Aunque algunos eventos son más notorios que otros, todos dejaron cicatrices en el país que perduran hasta el día de hoy. Uno de esos acontecimientos olvidados sucedió durante el gobierno del presidente Felipe Calderón, quien gobernó México de 2006 a 2012.
El 22 de abril de 2008, los jefes de estado de México, Estados Unidos y Canadá se reunieron en la cumbre de la Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte en Nueva Orleans.
Para evitar interrupciones, varios miembros de las delegaciones colocaron sus teléfonos móviles sobre una mesa afuera del recinto de la reunión. Sin embargo, nadie fue asignado a proteger la mesa de los celulares, lo que permitió que Rafael Quintero Curiel, un subdirector de coordinación logística de la presidencia de México, se acercara y se llevara 7 Blackberries propiedad de algunos miembros de la delegación estadounidense que estaban en la reunión.
Cuando los dueños de los teléfonos salieron de la reunión y se dieron cuenta de la desaparición de sus aparatos, el Servicio Secreto de los Estados Unidos revisó las cámaras de seguridad y descubrió a Quintero robando los equipos. Los agentes lo interceptaron en el aeropuerto y le pidieron los celulares robados. Al principio, Quintero negó rotundamente que los hubiera robado, pero cuando le mostraron los videos, se vio obligado a devolverlos. Luego, huyó alegando inmunidad diplomática. Aunque la noticia de este incidente fue difundida por los medios de comunicación, el gobierno mexicano trató de minimizar el asunto castigando a Quintero separándolo de su cargo. Mientras tanto, Calderón y su equipo seguían robando la ayuda que habían negociado en esa reunión para combatir al narcotráfico, que les brindaron las propias víctimas de Quintero. Engañaron a la gente haciéndoles creer que el verdadero ladrón era el ex empleado de la presidencia de México.
Este episodio es emblemático de la corrupción y la incompetencia que caracterizaron al gobierno de Calderón, que estuvo plagado de criminales y ladrones. Si bien puede parecer un incidente menor en comparación con otros eventos más atroces, este incidente subraya la podredumbre con la que operaron estos criminales del PAN durante su mandato. Como dijo el escritor italiano Carlo Dossi, “La equivocación de los ladrones ante el público y la justicia consiste en no haber robado lo suficiente para ocultar su hurto”.