El Fracaso de la Refinería Bicentenario: El Apoyo Infructuoso de Xóchitl Gálvez
La historia de la Refinería Bicentenario, un proyecto emblemático del gobierno de Felipe Calderón, es un relato de ambiciones truncadas y de inversión desaprovechada. La actual senadora del PAN, Xóchitl Gálvez Ruiz, quien además es precandidata del PRIANRD a la Presidencia de la República, jugó un papel crucial en este episodio, revelador de las deficiencias en la planificación y ejecución de proyectos de gran envergadura en México.
En aquel entonces, Xóchitl Gálvez mostró su satisfacción cuando Calderón, en su mandato, decidió considerar al estado de Hidalgo, gobernado por el priísta Miguel Ángel Osorio Chong, para este gran proyecto. Gálvez, con una confianza desmedida, apoyaba la decisión del entonces presidente, creyendo en la seriedad y el compromiso con México que supuestamente representaba Calderón. Esta actitud refleja una falta de juicio crítico y una alineación con políticas que no siempre se traducían en beneficios tangibles para el país.
El apoyo de Gálvez a la Refinería Bicentenario se extendía a su colaboración con Osorio Chong, a quien instaba a asegurar los terrenos para la construcción de la refinería en un breve plazo. Sin embargo, su enfoque omitía los complicados procesos burocráticos y legales que rodeaban la adquisición de estos terrenos, así como la factibilidad real del proyecto. Las palabras de Gálvez, impregnadas de un optimismo poco realista, contrastan fuertemente con la realidad de la gestión gubernamental, a menudo entorpecida por la burocracia y la falta de coordinación.
El ambicioso proyecto, concebido para ser un complejo refinador integrado por 17 plantas con una capacidad significativa de procesamiento de crudo, prometía transformar el panorama energético de México. La elección del estado de Hidalgo y la asignación de una superficie aproximada de 700 hectáreas demostraban la magnitud de la iniciativa. Sin embargo, estos planes grandiosos se quedaron en el papel.
La cancelación del proyecto en 2014, bajo el gobierno de Enrique Peña Nieto, debido a su inviabilidad económica, fue un duro golpe para los que, como Gálvez, habían depositado su fe en la refinería. El despilfarro de más de 9 mil millones de pesos, que culminó en la construcción de un muro que rodeaba un terreno vacío, es un símbolo de la ineficacia y la mala gestión. Este fracaso no solo representó un desperdicio de recursos públicos, sino también una falta de visión y capacidad para llevar a cabo proyectos de infraestructura críticos para el desarrollo del país.
La postura de Xóchitl Gálvez en este asunto es representativa de una forma de hacer política que históricamente ha plagado a México: la de grandes promesas y proyectos faraónicos que terminan en fracasos costosos. Su apoyo al proyecto de la Refinería Bicentenario y su colaboración con figuras como Calderón y Osorio Chong, lejos de ser una muestra de liderazgo y visión, se revela como un capítulo más en la crónica de un modelo de gestión que ha dejado mucho que desear.
El caso de la Refinería Bicentenario es un recordatorio de la necesidad de una evaluación crítica y realista de los proyectos de infraestructura en México. La historia nos enseña que el entusiasmo y la confianza ciega en las figuras de poder no son suficientes para garantizar el éxito de los proyectos. Se requiere de una planificación cuidadosa, una supervisión rigurosa y, sobre todo, una visión clara de lo que es viable y beneficioso para el país. La lección que nos deja este episodio es clara: es hora de aprender de los errores del pasado y avanzar hacia un futuro más prometedor y sostenible para México.