El Corcito: La grandeza en el detalle y la crítica en la escena moderna de México
Antonio Ruiz, mejor conocido como El Corcito, es uno de esos artistas que lograron plasmar una monumentalidad compleja y crítica en pequeños formatos, tal como lo demuestran obras icónicas como La Malinche. La exposición El Corcito, montajes y escenas del México moderno, en el Museo Amparo, celebra su legado y revisita sus estrategias creativas, mostrando cómo un artista menos visible que contemporáneos como Diego Rivera o Rufino Tamayo, fue capaz de capturar la esencia del México del siglo XX con una profunda crítica social.
Las claves de la genialidad de El Corcito están en su formación y trayectoria multifacética. Luis Vargas Santiago, curador de la muestra, explica que su paso por Hollywood y su relación con la arquitectura influyeron de manera decisiva en su habilidad para diseñar espacios, crear escenas complejas y, al mismo tiempo, desarrollar una aguda crítica visual. Estas experiencias le permitieron entender la importancia del escenario, el vestuario y los detalles en una composición pictórica, factores que son evidentes en sus pinturas, llenas de humor y sátira.
La exposición, que ha tomado dos años de trabajo curatorial y de investigación científica, reúne 49 piezas, incluyendo pinturas, bocetos, maquetas y fotografías, que permiten una revisión exhaustiva de su obra. Ramiro Martínez, director del Museo Amparo, señala que este ejercicio desde Puebla, fuera de la Ciudad de México, aporta una visión fresca y distinta del artista.
Luisa Barrios, nieta de El Corcito, destaca que la exposición también permite esclarecer aspectos biográficos que explican en parte su estilo. Nacido en Texcoco, Estado de México, en 1892, y no en la capital como se creía, El Corcito fue huérfano a temprana edad, lo que marcó su vida y su formación. Estudió en la Academia de San Carlos, donde compartió aulas con Miguel Covarrubias y Rufino Tamayo, y fue discípulo de maestros como Saturnino Herrán y Germán Gedovius. Además, su amistad con Carlos Lazo lo introdujo en el mundo de la arquitectura, una disciplina que influyó en la estructuración de sus obras.
Su breve paso por Hollywood también fue determinante. Aunque no tuvo éxito allí, esta experiencia lo conectó con el cine y la escenografía, campos en los que incursionó al regresar a México, colaborando en películas clave como Vámonos con Pancho Villa y Las mujeres mandan. Esta formación multidisciplinaria fue esencial para su manera de abordar la pintura, combinando elementos cinematográficos y teatrales para dotar de profundidad y complejidad sus obras.
La exposición también destaca la faceta muralista de El Corcito, en especial su primer fresco, realizado en el Sindicato de Cinematografistas, que fue destruido y ahora ha sido recreado en el Museo Amparo a partir de una fotografía de periódico. Además, su labor como docente en el Instituto Politécnico Nacional y en la Escuela de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda, de la que fue director fundador en 1943, consolidó su influencia en generaciones de artistas mexicanos.
Para los curadores, la obra de El Corcito va más allá de la pintura mural; es un diálogo entre el cine, el teatro, la arquitectura y las artes visuales. La exposición está organizada en seis núcleos temáticos que abordan estas relaciones: Teatros y escenografías, Universos femeninos, Vestuarios, Personajes del México moderno, Producción mural y La mirada cinematográfica. A través de estas secciones, se exploran las múltiples facetas de su obra y su contribución a la cultura visual del México moderno.
En definitiva, El Corcito, montajes y escenas del México moderno es una muestra que revela la vigencia de un artista que, desde lo íntimo, supo representar con monumentalidad y detalle las complejidades y contradicciones de su tiempo. La exposición permanecerá abierta hasta el 4 de noviembre, y será acompañada por la publicación de un libro editado en colaboración con el Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM.