¿Dónde está el dinero?

Claudia Sheinbaum, con la claridad y firmeza que la caracteriza, lanzó una pregunta que resuena con fuerza en la conciencia colectiva del país: ¿Dónde está el dinero con el que se endeudó al país? Una pregunta que no es nueva, pero que por décadas fue ignorada, sepultada por el silencio cómplice del neoliberalismo. Hoy, al fin, comienza a encontrar respuestas bajo el gobierno de la Cuarta Transformación. No se trata sólo de mirar hacia atrás, sino de entender por qué México fue saqueado y por qué ahora avanza con un nuevo rumbo.

La respuesta, aunque dolorosa, es clara: ese dinero terminó en los bolsillos de unos cuantos. En nombre del libre mercado y la eficiencia administrativa, se diseñaron mecanismos para desangrar las finanzas públicas y favorecer a las grandes corporaciones y a los amigos del poder. No fue un error. Fue una estrategia sistemática, legalizada por las élites que gobernaron con desprecio al pueblo.

Una de las formas más perversas fue la condonación masiva de impuestos a empresas multimillonarias. En entregas anteriores ya se ha documentado cómo, a instancias de un Senado que operaba más como oficina de cabildeo empresarial que como poder legislativo, se obligó al propio gobierno a devoluciones millonarias de impuestos. A esto se sumó un mecanismo aún más devastador: en lugar de devolver impuestos mediante trámites o juicios, se optó por dejar de cobrarlos de raíz. Una renuncia deliberada a los recursos que deberían usarse para construir escuelas, hospitales, carreteras, vivienda, seguridad.

El neoliberalismo y su traición

Todo esto comenzó con Vicente Fox, quien llegó al poder en el año 2000 gracias a las intrigas de Ernesto Zedillo, el último priista del viejo régimen, quien operó para entregar la presidencia al PAN con el único fin de salvar a su clase política. Con Fox se estableció un régimen de perdón fiscal. Cifras oficiales apuntan que durante su sexenio se condonaron más de 400 mil millones de pesos a apenas 108 contribuyentes privilegiados, de los cuales 10 cotizan en la Bolsa Mexicana de Valores. Este saqueo, disfrazado de legalidad, es una afrenta a la dignidad nacional.

La ruta la siguió Felipe Calderón, quien se erigió en presidente tras una elección cuestionada y llegó al poder con el respaldo de las mismas cúpulas empresariales beneficiadas. En su sexenio, la condonación fiscal alcanzó los 122 mil millones de pesos. Pero el colmo vino con Enrique Peña Nieto, quien duplicó ese monto y dejó de recaudar 244 mil 283 millones de pesos. Entre ambos gobiernos, más de 366 mil millones se esfumaron de las arcas públicas. Y mientras tanto, Petróleos Mexicanos —nuestra empresa nacional— se endeudaba hasta llegar a una quiebra técnica.

Una Corte cómplice del saqueo

Y si hay responsables de este desfalco, no podemos ignorar a la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Lejos de ser un poder autónomo al servicio del pueblo, la Corte de aquellos años se convirtió en un muro de contención de los privilegios. El caso del ministro Alfredo Gutiérrez Ortiz-Mena es paradigmático: entre 2008 y 2012, condonó créditos fiscales por 128 mil 831 millones de pesos a 60 grandes contribuyentes. En total, más de 10 mil personas físicas y morales se beneficiaron de sus resoluciones. El monto total de los impuestos perdonados por la Corte durante esos años llegó a rozar los 400 mil millones de pesos.

¿Cómo no va a ser legítima la indignación del pueblo? ¿Cómo no va a ser válida la victoria de un movimiento como la Cuarta Transformación que llegó a poner fin a estos abusos? Hoy algunos nostálgicos del viejo régimen —PAN, PRI, PRD, Movimiento Ciudadano— intentan revivir el discurso de “la eficiencia”, de la “confianza al inversionista”, pero lo que realmente defienden es la impunidad del pasado.

La danza de los millones y el despertar popular

Cuando se pregunta “¿dónde está el dinero?”, la respuesta se encuentra en esta danza de millones de pesos que iban y venían entre grandes empresarios, jueces y políticos. Los salarios estratosféricos del Poder Judicial, los lujos de los altos mandos de organismos autónomos y la opulencia de los gobernadores del PRIAN no se explican sin esta red de privilegios financiada con deuda pública. Esa deuda que cargamos todos, pero que enriqueció a unos pocos.

El caso de Pemex es emblemático. Le cargaron la mano con deuda, no para invertir en la infraestructura energética nacional ni para hacerla más eficiente, sino para cubrir los boquetes fiscales creados por las condonaciones. Mientras tanto, la narrativa oficial de aquellos tiempos culpaba a la paraestatal de su propia ruina. Una traición disfrazada de modernización.

Pero el pueblo no olvidó. Y por eso triunfó la Cuarta Transformación. Porque en la memoria colectiva quedaron grabadas las injusticias, los abusos, el saqueo. Porque, a diferencia de la derecha, que se aferra a mantener sus privilegios, el movimiento encabezado por Andrés Manuel López Obrador y ahora por Claudia Sheinbaum busca reconstruir un país roto por la avaricia de unos cuantos.

Hoy el dinero sí se ve

A diferencia del pasado, hoy los recursos se destinan a donde más se necesitan. Ahí están los programas sociales universales, las becas para jóvenes, el apoyo a adultos mayores, los proyectos estratégicos como el Tren Maya, el Corredor Interoceánico, las refinerías, las universidades Benito Juárez, los hospitales del IMSS-Bienestar, la bancarización del bienestar. Hoy el dinero ya no se esconde entre las sombras de un sistema fiscal diseñado para proteger al gran capital. Hoy el dinero llega directamente al pueblo.

Y todavía hay quienes se preguntan por qué arrasó Morena en las urnas. La respuesta está a la vista. La gente no votó por una promesa vacía, votó por una transformación real. Votó por un gobierno que, por primera vez en décadas, pone al pueblo en el centro.

La verdadera eficiencia es la justicia social

Los neoliberales decían que el Estado era ineficiente, que debía reducirse a su mínima expresión, que el mercado era el único que podía ordenar la vida económica. Lo que ocultaban era que, al debilitar al Estado, abrían la puerta a la concentración de la riqueza y al empobrecimiento de las mayorías. Hoy, el gobierno de México demuestra que la eficiencia no está en condonar impuestos, sino en usarlos bien: en construir caminos, hospitales, escuelas; en garantizar seguridad, salud, educación y oportunidades.

Un país que se reconstruye desde abajo

Por eso, a la pregunta que hoy hace Sheinbaum con legitimidad y contundencia —¿dónde está el dinero con el que se endeudó al país?— podemos responder con una nueva narrativa: está regresando al pueblo. Está saliendo de las manos de los que se creían dueños del país. Está transformando las comunidades olvidadas. Está financiando el futuro de millones.

En este nuevo México, donde la justicia comienza a abrirse paso, ya no hay lugar para los privilegios fiscales ni para las cortes sumisas al poder económico. Hay lugar para la dignidad, la memoria y la transformación.

De pasadita… también se agradece lo que funciona

Y aunque falte mucho por hacer, también es justo reconocer cuando las cosas mejoran. Por ejemplo, el reciente reporte sobre el estallido del camión con gas confirma que no había baches en el tramo de la vialidad donde ocurrió el accidente. Parecería un detalle menor, pero en un país donde las calles rotas eran la norma, es una señal de que hay gobiernos que sí hacen su trabajo. Quizás esa sea, como dice el texto, la única cinta asfáltica sana… pero también podría ser la primera de muchas más.

Porque cuando el dinero se usa bien, el cambio se nota.