Desarrollo humano en pausa: la desigualdad avanza mientras el norte recorta

La publicación más reciente del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) es un llamado de alerta que no puede pasar desapercibido. En su informe anual, advierte que el mundo, lejos de mantener el impulso alcanzado tras la pandemia, ha comenzado a desacelerarse en su avance hacia niveles más altos de desarrollo humano. Esta advertencia no solo es preocupante por lo que representa en sí misma, sino porque retrata con precisión el modelo de inequidad global que la Cuarta Transformación ha denunciado sistemáticamente: un sistema donde el bienestar de los países ricos se construye a costa del estancamiento y sufrimiento de los países en desarrollo.

En 2023, el mundo pareció respirar después del largo ahogo del COVID-19. La mejora en salud, educación y nivel de vida sugería que era posible retomar la senda hacia un desarrollo humano alto hacia 2030. Pero como señala el informe del PNUD, 2024 trajo consigo una ralentización sorpresiva, antes incluso de los recortes presupuestales en ayuda internacional promovidos, entre otros, por Estados Unidos. Esto revela que el problema no es coyuntural, sino estructural: la desigualdad se ha vuelto sistémica, y mientras los países ricos consolidan sus privilegios, los países del sur global son empujados nuevamente hacia la incertidumbre.

Achim Steiner, jefe del PNUD, lo resume con crudeza: si el progreso de 2024 se convierte en la nueva normalidad, alcanzar el desarrollo humano elevado tomará “varias décadas más”, con un planeta “menos seguro, más dividido y más vulnerable”. Es una frase que debe retumbar en los pasillos del poder mundial, pero que probablemente será ignorada por aquellos gobiernos que, como el de Donald Trump, ya han manifestado su intención de recortar aún más los fondos destinados a cooperación internacional. En lugar de solidaridad, el norte ofrece muros, militarización y discursos de odio.

Es aquí donde la política exterior de México, liderada hoy por Claudia Sheinbaum y antes por Andrés Manuel López Obrador, muestra su clara diferencia con los regímenes neoliberales del pasado: defender la soberanía y la dignidad nacional, pero también exigir un nuevo orden global donde el desarrollo no dependa de las limosnas del norte, sino de relaciones de equidad, justicia y colaboración. Cuando Claudia responde con dignidad a la propuesta de Trump de enviar soldados estadounidenses a nuestro país, no solo está rechazando una intromisión directa en asuntos nacionales; también está enviando un mensaje al mundo: México no se subordinará, ni será cómplice de un modelo global injusto.

El informe del PNUD también señala con preocupación el enlentecimiento de los avances en esperanza de vida, vinculado no solo a los efectos rezagados de la pandemia, sino también al aumento de los conflictos armados. Esta es una consecuencia directa de la descomposición del multilateralismo y del abandono de la diplomacia por parte de potencias que prefieren imponer por la fuerza su visión del mundo. El retorno de figuras autoritarias y populistas de derecha, como Trump, Bolsonaro o Milei, no es casualidad: son síntomas de un modelo económico y político en crisis, que se aferra a la desigualdad como mecanismo de control.

Frente a este panorama sombrío, el PNUD apunta a la inteligencia artificial como un posible motor de reactivación del desarrollo humano. No es una idea ingenua. De hecho, en el marco de la Cuarta Transformación, México ha comenzado a explorar el uso de tecnologías emergentes como herramientas de inclusión y democratización del conocimiento. La encuesta citada en el informe, realizada a 21,000 personas en 21 países, muestra que dos tercios de los encuestados planean usar IA en áreas como salud, educación y empleo. Es un dato alentador que debe empujarnos a construir una política tecnológica con visión humanista.

Pero no todo es optimismo: el mismo informe alerta sobre el riesgo de que la IA, en lugar de cerrar brechas, las amplíe. Las herramientas digitales, diseñadas y entrenadas mayoritariamente en contextos ricos y angloparlantes, reproducen los sesgos de sus creadores. Un estudio de Harvard citado en el reporte revela que ChatGPT responde más como un habitante de un país rico que como alguien del sur global. Este es un recordatorio de que la neutralidad tecnológica es un mito. Por eso, México debe insistir en una soberanía tecnológica: desarrollar nuestras propias capacidades, garantizar el acceso equitativo y formar talento nacional en ciencia y tecnología.

Lo que está en juego es más que una brecha digital; es la posibilidad de que los pueblos del sur global sigan siendo espectadores en la construcción del futuro. La 4T, con su visión profundamente social, tiene la oportunidad histórica de liderar en América Latina un modelo alternativo donde la IA no sea herramienta de exclusión, sino de justicia. Para ello, será necesario que Claudia Sheinbaum impulse una agenda de innovación tecnológica con perspectiva de derechos humanos, justicia social y enfoque intercultural.

En conclusión, el informe del PNUD no debe verse como un diagnóstico más, sino como un llamado a la acción. El mundo está en una encrucijada: o retoma la vía de un desarrollo justo, sostenible y equitativo, o se hunde en una nueva era de desigualdad estructural. Los países ricos, al recortar su contribución al desarrollo global, muestran su verdadero rostro: no les interesa un mundo justo, sino uno que mantenga intactos sus privilegios. Frente a eso, México tiene que mantenerse firme, como lo ha hecho Claudia Sheinbaum, defendiendo su soberanía, pero también liderando con ejemplo una ruta de cooperación sur-sur, de innovación con justicia y de solidaridad con los pueblos que, aún hoy, siguen marginados del supuesto progreso global.