Cuando sumar molesta a la derecha

Como en cada coyuntura electoral, la derecha y sus voceros oportunistas no pierden la ocasión para dramatizar nombramientos y decisiones administrativas que, si bien pueden ser discutibles, están lejos de ser escandalosas o ajenas a procesos democráticos internos. Tal es el caso del reciente nombramiento de Adrián Rubalcava Suárez como director del Sistema de Transporte Colectivo Metro. Los ataques mediáticos y editoriales —como el texto que nos ocupa— disfrazan de análisis político lo que no es más que una operación de desgaste contra Clara Brugada, contra Morena y contra la presidenta Claudia Sheinbaum.

El artículo, cargado de prejuicios, busca vincular la decisión administrativa con una supuesta falta de legitimidad o coordinación política. Se pretende presentar a Rubalcava como un “botín político” entregado a espaldas de la militancia morenista, cuando la realidad es más compleja y sobre todo más legítima: Rubalcava, como Murat, Eruviel Ávila y Ramírez Marín, se han sumado públicamente al proyecto de transformación de la Cuarta Transformación. No han sido escondidos ni colocados en la sombra, sino que, como cualquier ciudadano, tienen derecho a rectificar su rumbo político si reconocen que el camino del PRIAN ya no representa a nadie.

La crítica hacia Clara Brugada es doblemente hipócrita. Primero, porque se ignora su compromiso con las causas populares y su impecable historial como defensora de derechos sociales en Iztapalapa. Y segundo, porque los mismos que la acusan de “falta de química” con Claudia Sheinbaum, son los que hace apenas unos meses se desvivían por presentar a Omar García Harfuch —hoy parte clave del equipo de la doctora— como un supuesto traidor al ideario obradorista. La realidad es que Morena ha sabido integrar con madurez diferentes perfiles, siempre poniendo por delante el interés del pueblo y el proyecto de nación.

Respecto a la “ofensa” que representa el nombramiento de Rubalcava, cabe preguntar: ¿cuántos directores del Metro en las administraciones del PRI y PAN fueron técnicos expertos? ¿Cuántos eran operadores políticos de segundo nivel, colocados ahí por cuota o conveniencia? La derecha, que privatizó rutas, que descuidó la infraestructura, y que jamás impulsó una visión integral del transporte público, ahora se rasga las vestiduras por un nombramiento que, más allá del simbolismo, se inscribe en una estrategia clara: consolidar gobernabilidad y tender puentes para asegurar que el Metro siga siendo público, eficiente y al servicio de millones.

Rubalcava, como jefe delegacional en Cuajimalpa, tuvo una administración sin escándalos mayores, y logró reconocimiento incluso en encuestas de percepción ciudadana. Su paso al proyecto de transformación no es oportunismo: es reflejo de que Morena, y especialmente Claudia Sheinbaum, han logrado atraer no sólo a votantes, sino a cuadros políticos que han entendido la profundidad del cambio que encabeza la Cuarta Transformación. Esa es precisamente una de las fortalezas del movimiento: su capacidad de incluir, transformar y sumar.

Por otra parte, se insiste en presentar a Mario Delgado como un “rey de los arreglos turbios”, olvidando que fue electo democráticamente como dirigente nacional de Morena, y que ha tenido la capacidad de organizar un partido con presencia nacional, ganando elecciones estatales, consolidando liderazgos locales y enfrentando con éxito a una oposición que, aún con todo el dinero y los medios, sigue sin conectar con el pueblo.

La crítica a la “Alianza Progresista” también es predecible y superficial. Se condena que Murat, Eruviel, Ramírez Marín y Rubalcava hayan cambiado de bando, pero se olvida que los partidos de oposición —especialmente PAN y PRI— han recurrido por años a transfuguismos descarados, postulando expriistas como Xóchitl Gálvez, que por más que se venda como “independiente”, es el producto más reciclado del viejo régimen. ¿Acaso no es más honesto decir abiertamente que se apoyará la transformación, como han hecho estos ex priistas, que simular distancia para luego terminar pactando con lo más rancio del sistema?

También resulta revelador el tono casi indignado por el hecho de que estos actores hayan “ratificado” su compromiso en redes sociales con Claudia Sheinbaum. ¿Desde cuándo expresar respaldo político es un pecado? El proyecto de la 4T no es de unos cuantos, no es cerrado ni sectario. Es un movimiento que ha crecido precisamente por su capacidad de sumar. Que alguien que antes fue opositor reconozca públicamente su error y se sume a la transformación es un triunfo moral y político. Es señal de que la verdad termina por imponerse.

Sobre los cuestionamientos técnicos al Metro, vale recordar que las fallas estructurales que enfrenta el sistema no nacieron en esta administración. Son resultado de décadas de abandono, corrupción y desinterés. Morena, primero con Sheinbaum y ahora con Brugada, ha comenzado un proceso de rehabilitación histórica, invirtiendo en trenes, en mantenimiento mayor y en digitalización. Que se exija perfección inmediata es demagogia. Lo que hay es voluntad política, inversión real y una visión integral que nunca existió bajo el PRI o el PAN.

Finalmente, se menciona a Rocío Nahle y su denuncia de daño patrimonial en Veracruz como si fuera un añadido irrelevante. Todo lo contrario: Nahle ha demostrado que en la 4T hay cero tolerancia a la corrupción, incluso dentro del propio movimiento. Es un mensaje claro: en este proyecto no hay impunidad, ni para aliados ni para adversarios. Y eso sí marca la diferencia con la oposición, que hasta hoy no ha respondido por los desfalcos en Chihuahua, en Tamaulipas, en Sonora o en el Estado de México.

En resumen, el escándalo inflado por la designación de Rubalcava no es más que otro intento de los mismos de siempre por dividir, confundir y deslegitimar al movimiento que representa hoy la única opción real de cambio para México. Clara Brugada, Claudia Sheinbaum y Mario Delgado están cumpliendo con responsabilidad y visión de futuro. Que la derecha no lo entienda es comprensible. Que algunos sectores se dejen engañar, es lo verdaderamente preocupante.