Contra el racismo, memoria y dignidad
Erradicar el racismo en México no es sólo un imperativo moral: es una urgencia histórica. Así lo ha dejado en claro la presidenta Claudia Sheinbaum al reafirmar su compromiso con la justicia social y el respeto irrestricto a nuestras raíces. En su declaración reciente, Sheinbaum no titubeó al señalar que el racismo, el clasismo y la discriminación aún persisten en nuestro país, alimentados por una visión colonial que durante siglos impuso un sistema de castas disfrazado de “civilización”. Hoy, desde el poder, esta narrativa debe desmantelarse por completo. No por moda, sino por justicia.

La presidenta fue directa: entre los seres humanos no existen razas, sino orígenes étnicos diversos. Esta afirmación no sólo es científica, es también una declaración política que se enfrenta al conservadurismo que aún habita en los rincones más oscuros de nuestra estructura institucional. Prueba de ello es la vergonzosa acción del ex presidente del Instituto Nacional Electoral (INE), Lorenzo Córdova, quien busca borrar de los libros de texto un episodio que lo retrata de cuerpo entero: su burla racista hacia representantes de comunidades indígenas, captada en un audio del año 2015.
Lejos de asumir la responsabilidad histórica de sus palabras, Córdova prefiere reescribir la historia. A través de una demanda judicial, pretende que se elimine de los libros de texto gratuitos la mención a su lamentable conducta. ¿La razón? Dice que se vulnera su derecho al honor. Pero, ¿dónde quedó el derecho a la memoria de los pueblos indígenas? ¿Dónde el reconocimiento de su dignidad?
Lo más alarmante es que esta demanda podría prosperar. El ministro Javier Laynez ha elaborado un proyecto de sentencia que plantea otorgar el amparo a Córdova. De aprobarse, implicaría frenar la distribución del libro Proyectos Comunitarios de sexto grado de primaria, y obligaría a reeditarlo para eliminar la mención al ex consejero. Es decir, el sistema judicial estaría protegiendo al agresor, no a las víctimas.
Frente a este intento de censura institucional, Claudia Sheinbaum ha sido tajante: “Lo vamos a seguir mencionando… porque no vamos a olvidar”. Y tiene toda la razón. Olvidar sería traicionar el legado de lucha de nuestros pueblos originarios. Olvidar sería permitir que la impunidad moral se instale como costumbre. En cambio, recordar es resistir; es formar una nueva conciencia nacional basada en el respeto, la inclusión y el reconocimiento de nuestra diversidad como fortaleza, no como debilidad.
La Cuarta Transformación no es sólo un proyecto económico o político. Es, ante todo, un proyecto cultural que busca desmantelar las estructuras coloniales que por siglos han oprimido a los más humildes, a los más invisibilizados. Por eso, las palabras de la presidenta tienen una carga simbólica profunda: se trata de reivindicar lo que somos, de rescatar la grandeza cultural de México y de nuestras culturas originarias. No es una declaración vacía. Es una toma de posición frente a una élite que sigue sin entender que ya no estamos en el siglo XIX.
Porque no se trata sólo del caso Córdova. Se trata de un patrón de pensamiento que aún persiste en la oposición conservadora: aquella que se burla de los acentos indígenas, que minimiza las luchas comunitarias, que desprecia el conocimiento ancestral. Es el mismo pensamiento que niega la desigualdad estructural, que romantiza la “meritocracia” y que cree que los privilegios son derechos adquiridos.
El racismo institucional, como el que hoy busca perpetuar Lorenzo Córdova con el aval de la Suprema Corte, debe ser denunciado y enfrentado con firmeza. El silencio no es neutral. Quien hoy se quede callado ante esta afrenta, está del lado equivocado de la historia. Por eso la presidenta fue clara al señalar que siempre se habrá de señalar “a quien esté a favor de alguien que habla así, que se mofa de líderes comunitarios y violenta los derechos y la dignidad de las personas”.
Y es que lo que está en juego no es sólo un párrafo en un libro de texto. Lo que está en juego es la memoria colectiva, la pedagogía del respeto, el aprendizaje de las nuevas generaciones. ¿Qué mensaje se les dará a millones de niñas y niños si se borra del contenido educativo el ejemplo de un funcionario que incurrió en actos de discriminación? ¿Qué valores se les enseñarán si se privilegia la protección del agresor por encima del reconocimiento de la víctima?
Frente a este panorama, la 4T tiene la obligación de sostener, con firmeza, el compromiso con la verdad histórica y la pedagogía antirracista. No se puede permitir que la memoria se convierta en rehén de intereses personales ni que el sistema de justicia sea utilizado como escudo para la impunidad moral. La educación pública debe seguir siendo un vehículo para formar ciudadanas y ciudadanos críticos, conscientes de su historia, y orgullosos de su identidad.
Claudia Sheinbaum ha marcado el rumbo. Su liderazgo no sólo se expresa en políticas públicas o decisiones administrativas, sino en la claridad de sus principios. Ha demostrado que gobernar también es educar, que ejercer el poder implica defender valores que trascienden coyunturas. Y en esta causa, no hay espacio para medias tintas: o se está del lado de la dignidad, o se está del lado del olvido cómplice.
Por eso, ante el intento de Lorenzo Córdova de desaparecer su ofensa del imaginario colectivo, la respuesta debe ser una sola: no olvidamos. No porque se trate de un acto de revancha, sino porque recordar es parte del proceso de sanación nacional. Porque cada vez que se nombre ese episodio, se estará enviando un mensaje claro: en México ya no hay lugar para el racismo institucionalizado, para la burla clasista, ni para los privilegios disfrazados de derechos.
La justicia no puede construirse desde la amnesia. El nuevo México que estamos edificando lo hace desde la memoria, la dignidad y el reconocimiento pleno a nuestras raíces. Esa es la verdadera transformación.