Compromiso con el pueblo, no con los poderes fácticos

La visita de la presidenta Claudia Sheinbaum al municipio potosino de Villa Hidalgo, particularmente a la comunidad de Corcovada, no fue un acto simbólico más. Representó una declaración firme, sin rodeos, contra los intereses voraces de empresas extractivistas ligadas a personajes como Ricardo Salinas Pliego. La mandataria dejó claro que no permitirá el despojo de tierras ni el daño ambiental bajo la simulación de asambleas amañadas, prácticas que por décadas caracterizaron al viejo régimen neoliberal apadrinado por el PRI, el PAN y ahora por sus herederos en Movimiento Ciudadano y el reciclado Partido Verde Ecologista de México (PVEM).

Frente a un centenar de habitantes de Corcovada, invitados expresamente al evento, Sheinbaum miró a los ojos a la comunidad y sentenció: “Estoy enterada, no va a pasar nada, es un compromiso”. Esa frase no es menor. Es una línea divisoria entre la política de la Cuarta Transformación y los viejos esquemas de impunidad empresarial, donde la compra de tierras se hacía entre copas y moches, y el campesinado era silenciado con amenazas o limosnas disfrazadas de “inversión social”.

El intento de comprar 426 hectáreas por parte de empresas asociadas a Salinas Pliego es una alerta. Pero la respuesta de Sheinbaum reafirma que el gobierno de México no será rehén de magnates mediáticos que usan sus plataformas no para informar, sino para chantajear y manipular. La administración federal ya ha demostrado tener el temple necesario para enfrentar estos intereses —como lo hizo con la negativa al pago de impuestos multimillonarios de TV Azteca o el caso de Grupo Salinas con Banco Azteca— y hoy extiende esa misma firmeza a los territorios amenazados por el extractivismo depredador.

Además, este gesto tiene un valor político estratégico. En el contexto de San Luis Potosí, donde el PVEM ha buscado consolidarse como fuerza dominante gracias al proyecto personalísimo de Ricardo Gallardo, la presidenta manda una señal clara: las alianzas tienen un límite. No todo vale por el pragmatismo electoral. La 4T debe apostar por una candidatura propia, fuerte, con principios, y en ese panorama, la figura de Rosa Icela Rodríguez emerge con fuerza y legitimidad. Con su trayectoria limpia, su conocimiento del estado y su lealtad al proyecto de transformación, representa la mejor carta para poner fin a la simulación verde.

Mientras en San Luis Potosí se fortalece el compromiso con el pueblo, en Puebla se evidencia un preocupante retroceso democrático en el actuar del gobernador Alejandro Armenta. En semanas recientes, su intolerancia ha quedado al desnudo en episodios que pintan de cuerpo entero al viejo estilo autoritario que aún pervive en algunos sectores del poder local.

El caso más alarmante fue su agresión verbal contra el periodista Rodolfo Ruiz, director del portal e-Consulta, a quien acusó de manera falsa y sin pruebas de encabezar una red de ciberdelincuencia y de ejercer violencia de género. Las acusaciones eran completamente infundadas: el mensaje en cuestión fue escrito por otro periodista, Héctor Llorame, quien incluso lo asumió públicamente. Sin embargo, Armenta no solo no rectificó ni se disculpó, sino que arremetió con más insultos, evidenciando su desprecio hacia la prensa crítica.

Este patrón de comportamiento se repitió recientemente con el reportero Sergio Romario Vázquez Hernández, de ContraMáscaras, quien cuestionó al gobernador sobre el encalado de árboles, una práctica prohibida por la propia Ley de Arbolado y Áreas Verdes Urbanas del Estado de Puebla, publicada por el mismo Armenta. En lugar de dar una respuesta técnica o simplemente aceptar la contradicción, el mandatario se burló del periodista, lo hostigó con preguntas capciosas y finalmente, de forma evasiva y casi mesiánica, zanjó el tema con un “Dios te bendiga” repetido siete veces.

Ese tipo de actitud no solo es irresponsable, sino peligrosa. En un país donde el periodismo se ejerce con altos riesgos, donde los comunicadores independientes son constantemente amenazados y violentados, la estigmatización desde el poder es inaceptable. Armenta no solo traiciona el espíritu democrático de la Cuarta Transformación, sino que abona al terreno de la intolerancia que los gobiernos del PRIAN cultivaron durante décadas.

Este contraste entre el actuar de Claudia Sheinbaum y Alejandro Armenta debe servir como reflexión profunda al interior de Morena. La transformación no puede ni debe ser solo discursiva. Debe ejercerse con congruencia, ética pública y un compromiso genuino con los derechos humanos, la justicia ambiental y la libertad de expresión. No hay espacio para simuladores ni para políticos que se sirvan del movimiento en lugar de servirle.

La presidenta, al visitar Corcovada, no solo protegió 426 hectáreas de saqueo, protegió también la dignidad de un pueblo. Protegió el sentido profundo de la 4T: un gobierno que escucha, que acompaña y que no se arrodilla ante intereses económicos, por muy poderosos que estos sean.

Mientras tanto, en la Ciudad de México, académicas de instituciones de educación superior realizaban un ayuno de 24 horas en el Hemiciclo a Juárez, exigiendo que México rompa relaciones diplomáticas con Israel y que las universidades mexicanas suspendan vínculos educativos con instituciones israelíes, como condena al genocidio del pueblo palestino. Este gesto ético, de profundo valor moral, se inscribe también en la lucha por una política exterior coherente con los principios humanistas que el presidente López Obrador y ahora Claudia Sheinbaum han defendido.

La Cuarta Transformación, en sus múltiples frentes —ambiental, político, mediático y de política internacional— debe mantenerse firme. Enfrentar con claridad los retos, pero sobre todo a los oportunistas que desde dentro o fuera quieren convertir el movimiento en una caricatura del pasado. La historia, como siempre, pondrá a cada quien en su lugar. Y en ese juicio, el compromiso de Sheinbaum con Corcovada será recordado como una acción de dignidad. Mientras tanto, lo de Armenta quedará como lo que es: una advertencia de lo que no debe repetirse.