Choferes en Puebla: jornadas extenuantes, bajos salarios y violencia, el rostro de un sector en crisis

Puebla, Pue. Con jornadas laborales que superan las 12 y hasta las 40 horas continuas frente al volante, bajos salarios, condiciones de salud precarias y un entorno marcado por la inseguridad, los operadores del transporte público y de carga en Puebla enfrentan uno de los escenarios laborales más críticos y desprotegidos del país.

De acuerdo con testimonios recogidos por La Jornada de Oriente, los choferes de transporte público en Puebla capital deben cubrir cuotas diarias al dueño de la unidad —entre 800 y mil 200 pesos— mientras costean combustible y enfrentan multas o pagos al checador por atrasos, lo que en ocasiones apenas les deja 200 pesos libres al día. Roberto Sánchez, conductor de la Ruta 3, reveló que su jornada comienza a las 5 de la mañana y termina 12 horas después, tiempo en el que debe recorrer su derrotero al menos cinco veces para reunir la cuota y llevar algo a casa. “Ser chofer ya no alcanza para vivir; a veces solo nos permite pagar la comida”, lamentó.

Los problemas de salud son parte del día a día: la mala alimentación, el estrés crónico y la prolongada exposición al volante sin descanso derivan en enfermedades como hipertensión, diabetes, problemas renales y cardiacos. Miguel Ramos, con 15 años en el oficio, compartió que el estrés de cumplir la cuota diaria, además de cubrir gastos familiares y deudas, ha deteriorado su salud: “No hay otra, tenemos que seguirle porque no hay otra manera de ganarse la vida”, señaló.

Pero la precariedad no es exclusiva del transporte urbano. En el sector de carga, las jornadas son aún más extenuantes. Ángel Navarro Estrada, dirigente de la Federación de Transportistas Mexicoamericana de Carga, Pasaje y Turismo (Fetramex), explicó que los choferes recorren rutas como Puebla–Culiacán en viajes de hasta 35 horas continuas, y en casos extremos suman 40 horas sin dormir, lo que incrementa el riesgo de accidentes fatales.

Las presiones para cumplir con entregas —muchas veces de cargas “quemadas” o retrasadas previamente— han orillado a los operadores a consumir estimulantes conocidos como “perico”, entre los que destacan medicamentos de venta controlada como Asenlix, Redicres y Ritalin, así como drogas como cristal, cocaína o peyote. Estas sustancias, vendidas en “cachimbas” junto a carreteras, mantienen a los choferes despiertos a costa de su salud física y mental, provocando insomnio, ansiedad, hipertensión y dependencia.

La falta de infraestructura adecuada agrava el problema: carreteras angostas, llenas de baches y congestionadas generan más riesgos en temporada de lluvias, mientras que los paraderos inseguros impiden que los operadores descansen conforme a la Norma Oficial Mexicana NOM-087, que establece un máximo de 14 horas de conducción continua y un descanso obligatorio de ocho horas.

Por si fuera poco, la inseguridad golpea con fuerza. De enero a mayo de 2025, la Fiscalía General del Estado reportó un incremento de casi 45 por ciento en los asaltos al transporte público, con 579 robos denunciados frente a 400 en el mismo periodo de 2024. Conductores de ruta, como Julio César Jimárez Espinoza, con más de 40 años de experiencia, narraron cómo deben viajar en convoy ante la ola de asaltos, y cómo se ven obligados a no detenerse ni para dormir, bajo la constante amenaza de violencia.

A esta realidad se suman condiciones laborales desventajosas: sin acceso a prestaciones de ley, sueldos que rondan entre 8 mil 500 y 13 mil pesos mensuales en el transporte público —dependiendo de la ruta— y penalizaciones abusivas en Centros de Distribución, donde las empresas descuentan hasta 8 mil pesos a los choferes por retrasos de apenas minutos.

La situación, coinciden transportistas y especialistas, exige una reforma integral que garantice condiciones de trabajo dignas, infraestructura carretera moderna, salarios justos y un marco legal que respete los derechos humanos de quienes día a día mueven la economía del estado y del país. Mientras eso no ocurra, los choferes seguirán luchando por sobrevivir en medio del cansancio, el estrés, la violencia y el olvido institucional.

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