Andanzas de traidores: Monreal, el primero
Todo Movimiento Social de gran calado, deja a su paso un cúmulo de cambios, que son consecuencia de la afiebrada actividad de un Pueblo que se une durante un periodo determinado, para exigir lo que por derecho le corresponde. Justicia, libertad, igualdad, seguridad y democracia.
La Cuarta Transformación es el caso reciente que puede ser observado y analizado a conciencia, por la sociedad mexicana.
A cuatro años de iniciado el proceso de cambio político y social en el país, podemos observar que los Programas Sociales, están constitucionalmente afianzados. Los incrementos al salio mínimo, devuelven buena parte de su poder adquisitivo al sueldo del trabajador.
No hay privilegios para las clases acomodadas. Todos pagamos impuestos y la corrupción es combatida diariamente.
Hay avances significativos en seguridad, salud y educación.
Solo los necios radicales del conservadurismo, se empeñan en negar una transformación que está a la vista de todos.
Pero al mismo tiempo que se dan estos cambios positivos dentro del proceso, existen situaciones ingratas, que también nacen de la misma revolución y que dejan ver el verdadero rostro de quienes participan en ella.
Hay gente merecedora de todo reconocimiento. Luchadores sociales que no se dejan vencer por el éxito, el poder, o la fortuna. Gente que sigue siendo parte del Pueblo y del ala social vanguardista en la sociedad.
Pero hay otros (afortunadamente los menos), que son ejemplo de lo que no debe permitirse una persona con valores, ética, ideología firme y lealtad al Movimiento.
Son los infaltables traidores.
Los que inician defendiendo la bandera del cambio, para terminar siendo renegados de la causa y defensores intensos de quienes intentan revertir los alcances de la revolución en curso.
Y dentro de la Revolución Pacífica que vive México, no podían faltar estos personajes que escriben lesas páginas negras de nuestra historia.
A los opositores se les puede hasta respetar, porque tienen intereses particulares que los hacen oponerse a cualquier cambio. Defienden abiertamente sus privilegios y son los enemigos a quienes debe enfrentar diariamente la izquierda progresista.
Pero los traidores son otra cosa.
Son los que abandonan principios e ideología, al darse cuenta de que el premio político o económico que pensaban merecer, no llega del modo en que ellos esperaban.
Tenemos el caso de Carlos Urzúa Macías, primer Secretario de Hacienda del presidente López Obrador. Salió rápido del gabinete, al negarse a aplicar las políticas de carácter social que le señalaba el presidente. Y ahí anda hoy, haciendo campaña en favor de la clase conservadora, con su visión neoliberal de la economía.
Está Germán Martínez Cázares, que fue nombrado director del Seguro Social y que renunció cuando se dio cuenta de que la compra de equipo y medicamentos, así como los contratos con empresas del sector privado, para que realizaran estudios, análisis y brindaran en alquiler equipo especializado, no iban a quedar en sus manos. Hoy se hace llamar diputado del bloque independiente y ataca toda política impulsada desde el gobierno.
De Lilly Téllez poco más hay que decir, puesto que su falta de ideología verdadera, ha quedado de manifiesto para todos. Políticamente, llegó a Morena con una mano adelante y otra atrás. Nada tenía y nada tiene actualmente. Pero como responde a los poderosos intereses económicos de Ricardo Salinas, dueño de Azteca Televisión y Banco Azteca, voltea bandera al Movimiento cuando recibe la instrucción “de arriba”.
Tenemos también a Porfirio Muñoz Ledo, ya en el invierno de su carrera política. Su caso es raro y amerita estudio detenido. Todo se ha ido desgastando en forma natural en Porfirio. Menos su ambición desmedida. Quizá no tanto de dinero, sino de Poder. Muñoz Ledo es en este momento un enemigo declarado del presidente López Obrador, porque no alcanzó ni la presidencia del partido en las pasadas elecciones y porque tampoco consiguió mantenerse dentro del Congreso, tal y como eran sus deseos.
La cara opuesta se da con Gibrán Ramirez, pez rémora de Ricardo Monreal. Otro aspirante a ser secretario general en Morena, que comienza a acumular rencor hacia el Movimiento, cuando las cosas no salen como él deseaba.
Gibrán no tiene problemas de edad. Lo suyo es pensar que con tan poca experiencia política y con una supuesta formación de izquierda muy cuestionable, puede ser dirigente de un partido político, donde lo que abundan son cuadros más fogueados y con una formación que excede lo poco que ha podido exhibir Gibrán. Hoy, la rémora de Monreal intenta desprestigiar al presidente a diario y es enemigo de todo cambio propuesto por este gobierno.
El último de los traidores relevantes hasta hoy, es Ricardo Monreal. Alguien que por costumbre, consigue los puestos que cree merecer, en base al chantaje político, al que el suele llamar mentirosamente, “operación política”. Monreal quiere ser presidente y tuvo oportunidad de pelear por esa candidatura en Morena, de manera leal. Pero el quería la seguridad del triunfo, por boca del presidente López Obrador. Es un creyente del clásico “dedazo”.
Monreal hizo todo lo posible para colocarse en buena posición. Acumuló poder dentro de Senado y dentro del partido mismo. Y cuando lo consideró oportuno, comenzó a presionar al presidente, para que se viera que su fortaleza era tal, que podía frenar la Transformación del país, si no se cumplía su deseo de ser el “tapado” que sucedería a López Obrador.
El plan falló porque el presidente no se presta a eso. Las pequeñas traiciones que Monreal nos dio a probar en la Ciudad de México, donde hizo perder a Morena en varias alcaldías, en lugar de beneficiarlo, lo alejó más de su aspiración presidencial, porque el Pueblo se da cuenta de todo lo que pasa. Hoy vemos un repudio social generalizado en contra de Ricardo Monreal.
El senador chantajea nuevamente en el Senado, con las Reformas a la Guardia Nacional y Electoral. Ve que tampoco avanza y entonces hace declaraciones en el sentido de que puede optar por pasarse a las filas de la oposición, donde sería el candidato a la presidencia.
Ahí primero le dicen que sí, siempre y cuando lleve de la mano al partido Movimiento Ciudadano y luego, tal vez porque no consiguió convencer a Dante Delgado, le dicen que si él quiere, sí. Pero ya sin la promesa de que sea candidato a la presidencia.
Un Monreal quemado hasta los huesos, no tiene más remedio que permanecer en Morena, donde ya muy pocos lo miran con buenos ojos.
Monreal traicionó y si no se fue a la oposición, fue porque ahí le cerraron la puerta en las narices. Le dijeron que no había candidatura segura para él y mucho menos espacios políticos para la gente que lo acompañara.
Dentro de Morena, hay un traidor potencial, de nombre Ricardo Monreal. Un traidor que no pudo disparar en contra del Movimiento, porque a última hora, el arma y el parque que le vendieron resultó defectuoso.
Él apuntó y disparó, políticamente hablando y lo que falló, fue el arma utilizada.
Esos traidores y sus historias, representan las páginas negras de la Cuarta Transformación.
Son las manchas que aparecen en la blancura del lienzo que tejemos los ciudadanos comprometidos con el proceso de cambio.
Son los errores de la Transformación. Las pesadillas inevitables en las noches difíciles.
Pero son pequeñas esas traiciones, si las ponemos en la balanza, comparándolas con la lealtad de millones de ciudadanos, que van firmes con el Movimiento, con el cambio y con el presidente.
La marcha del 27 de noviembre pasado, dio cuenta de ello.
Los traidores son pocos afortunadamente y poco pueden, en contra de la voluntad de la mayor parte de un Pueblo.
Y esos pocos traidores, poco pueden en contra del Movimiento y del deseo transformador de una sociedad a la que ya nadie engaña.
Malthus Gamba