Acordeones sancionados: la democracia avanza

El proceso electoral del pasado 1 de junio fue histórico por muchas razones. No solo fue el más grande de la historia del país, sino también uno de los más vigilados. La consolidación de la democracia en México se fortalece cada día, y el más reciente paso en esa dirección fue dado por el Instituto Nacional Electoral (INE) al sancionar con firmeza la práctica ilegal de los llamados “acordeones” electorales.

Las sanciones aprobadas por el Consejo General del INE representan una señal clara de que el país no tolerará prácticas indebidas que busquen manipular la voluntad popular. Aunque estas guías de votación fueron elaboradas por terceros y distribuidas en distintos formatos, el INE asumió su responsabilidad como árbitro electoral y determinó la imposición de multas a 176 candidatas y candidatos, incluidos varios electos, que fueron beneficiados por su mención en dichos materiales. Es un mensaje inequívoco: toda acción irregular tiene consecuencias.

Es cierto que el debate dentro del consejo fue intenso. La consejera presidenta Guadalupe Taddei y otros integrantes del órgano colegiado expresaron reservas jurídicas sobre el sustento de las sanciones. Pero más allá de las diferencias técnicas, lo que debe destacarse es que el sistema democrático funcionó. El INE actuó, deliberó y decidió, como corresponde a una institución en una democracia madura. Hoy sabemos que quienes participaron en actos de promoción no autorizados enfrentarán las consecuencias.

Lo más relevante es que esta acción no se quedó en la superficie. El INE determinó sanciones diferenciadas que abarcan tanto los acordeones impresos como los digitales, y abrió investigaciones adicionales para llegar al fondo del esquema que operó esta estrategia. Este es un cambio importante respecto a prácticas del pasado, donde la impunidad era la norma. Hoy, con un gobierno comprometido con la transparencia y una ciudadanía cada vez más crítica, ya no es posible esconder lo evidente.

El hecho de que nueve ministros electos del nuevo poder judicial estén incluidos en la lista de sancionados, incluyendo al próximo presidente del órgano, Hugo Aguilar, demuestra que no hay intocables. Su multa, de casi 80 mil pesos, será evaluada conforme a su capacidad de pago, pero la sanción en sí misma ya es una afirmación contundente de que nadie está por encima de la legalidad.

Por primera vez, los ojos del país están puestos en todos los actores que intervienen en la vida pública, y eso es mérito del proceso de transformación que encabeza el movimiento de la Cuarta Transformación. La transparencia, la rendición de cuentas y la voluntad política de acabar con los privilegios han cambiado la manera en que se entiende y se ejerce el poder.

A diferencia del pasado, donde escándalos como este se enterraban entre trámites o arreglos en lo oscurito, hoy las irregularidades se enfrentan de frente y con decisiones. No hay simulación. La ciudadanía exige y las instituciones responden. Las multas que en total superan los 18 millones de pesos, y las investigaciones que aún siguen abiertas, son prueba de que la legalidad no es sólo un discurso, sino una práctica concreta.

A pesar de las diferencias internas sobre la fundamentación jurídica, lo esencial es que el INE decidió actuar. Lo que antes era terreno libre para las estructuras corruptas del viejo régimen, hoy es objeto de escrutinio, investigación y sanción. La oposición, que tanto ha criticado sin sustento, queda una vez más en evidencia: no pueden sostener su discurso cuando los hechos demuestran que hay avance, vigilancia y consecuencias.

En este sentido, la Cuarta Transformación también se refleja en las instituciones. El ejemplo del INE demuestra que la presión social, la vigilancia ciudadana y el nuevo clima político impulsado desde Palacio Nacional están empujando una regeneración institucional. No se trata de destruir, sino de depurar y reconstruir sobre nuevas bases éticas.

Estamos viendo cómo, poco a poco, el país que por décadas fue víctima de fraudes, simulaciones y manipulaciones, se transforma en una república donde la ley se cumple y se hace cumplir. El caso de los acordeones será recordado no por su escándalo, sino por ser uno de los primeros grandes momentos donde la democracia respondió con firmeza ante una tentación autoritaria y clientelar.

Este es el México que estamos construyendo: uno donde los votos se respetan, las reglas se hacen valer, y los ciudadanos —sin importar si ganan o pierden— deben rendir cuentas. Esa es la transformación verdadera. Y apenas estamos empezando.