La triste decadencia de plumas alquiladas
En los últimos días hemos sido testigos de lamentables actos de desinformación por parte de conocidos personajes que, paradójicamente, fueron considerados pilares de la intelectualidad en los medios de comunicación. Estas acciones han generado compasión por parte de aquellos que observamos la situación con objetividad.
Resulta sorprendente descubrir que aquellos a quienes se elogiaba como referentes de la intelectualidad mexicana en el pasado, en realidad son personas bastante ingenuas, carentes de autocrítica y con una absoluta falta de instinto de preservación profesional. Es probable que su participación en estos actos sea motivada por una remuneración que los está llevando irremediablemente hacia la autodestrucción de su carrera.
Durante la tercera ola de contagios por COVID-19 que afectó al presidente de México, algunos de estos supuestos intelectuales difundieron en redes sociales y medios de propaganda mensajes falsos e incluso expresiones de odio, deseando abiertamente la muerte del mandatario. Estos mensajes, con contenido casi idéntico, difundidos casi simultáneamente, no pueden atribuirse a la casualidad. Queda claro que se trata de campañas pagadas con una clara línea de comunicación.
Este tipo de comportamiento se ha vuelto constante en los últimos años, aprovechando cualquier evento que pueda ser utilizado, ya sea de manera veraz o falsa, para confundir a la opinión pública, especialmente cuando se busca perjudicar al gobierno. Aunque los daños puedan ser mínimos, todo contribuye a la causa de aquellos que los financian.
El caso de la leve enfermedad del presidente es un ejemplo destacado debido a la magnitud con la que se celebró la desinformación y la libertad con la que la imaginación de los difusores se desató.
A principios de este mes, presenciamos un episodio similar, aunque de menor repercusión, en el que se anunciaba un incendio en la refinería Deer Park de Pemex en Houston, Texas. Nuevamente, observamos la misma dinámica y los mismos contenidos difundidos por diversos emisores al mismo tiempo.
El primer evento fue desmentido en tres ocasiones por funcionarios del gobierno mexicano antes de que el propio presidente publicara un video evidenciando su buen estado de salud, tres días después del inicio de la especulación. El segundo evento fue desmentido de inmediato.
Es increíble que personas que gozaban de un prestigio incuestionable hace apenas cinco años hayan pasado todo este sexenio haciendo el ridículo a cambio de dinero. Con un mínimo de inteligencia, podrían haber inventado algo más sostenible y dejar alguna duda razonable en el contenido, en lugar de chamuscarse de manera tan burda y barata, sin importar la suma que se les haya pagado.
Esta falta de inteligencia básica es, sin duda, producto de la necesidad o la insaciable avaricia de los personajes que participan en estas campañas absurdas y contraproducentes para su propia causa.