La opulenta vida de Norma Piña: Un retrato del poder corrupto y privilegiado

La escena es digna de una película de realeza: dos Suburban negras blindadas se detienen frente al imponente castillo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). En una de ellas viaja la gran emperatriz, Norma Piña, mientras que en la otra la custodian sus escoltas, asegurándose de mantener a raya a los “jodidos”. Al bajar, deslumbra con su vestido largo negro, que se amolda a su figura y está adornado con hilos de oro en el escote y las mangas. Deja su bolso Chanel en manos de una asistente, mientras confía sus iPads y seis teléfonos iPhone a otro ayudante.

Con paso seguro, se le abre paso hasta el restaurante, donde todos se inclinan para indicarle el camino y exclaman “adelante majestad”. Le ofrecen una mesa, pero ella decide tomar una que le permita ver de cerca el Palacio Nacional. Pide Champagne Dom Pérignon para abrir el apetito y observa fascinada cómo sube la espuma. Toma la copa como si fuera un cetro, da un sorbo y, mientras mira hacia el Palacio Nacional, murmura: “Me tienes bien encabronada con eso de primero los pobres. Que no se te olvide, yo también soy presidenta. Primero soy yo, y luego yo”.

En ese momento, suena su teléfono y ella lo levanta para escuchar la voz de su secretaria informándole que su salida a Sonora está programada en una hora. Sin preocuparse, responde: “No te preocupes, llegamos en 20 minutos. Abrimos paso con las camionetas. Nosotros no hacemos filas ni documentamos. No nos mezclamos con los demás pasajeros, ni en el aeropuerto ni en el avión. Vamos directos como flechas”. La secretaria asiente y obedece, consciente de que ella y su comitiva están exentos de los trámites que afectan a los demás ciudadanos.

El segundo teléfono suena y su esposo está al otro lado de la línea. Intercambian saludos y él le hace una serie de peticiones relacionadas con privilegios y comodidades. Desde obtener tarjetas para no pagar casetas y vales de gasolina para su hermano hasta reservar cinco boletos para Cancún. Todo lo delega en su secretario y su secretaria, quienes deberán encargarse de complacer sus deseos y organizar su agenda personal y laboral. Al finalizar la conversación, ella espera su próxima llamada.

Así es la vida de Norma Piña y su corte, donde el abuso del poder judicial es la esencia de su corrupto reinado. Donde el exceso y el derroche son su forma de vida, y el clasismo y el racismo son sus argumentos. Donde retuercen las leyes y la constitución para su beneficio personal y aprovechamiento monetario. Donde el privilegio se ha enraizado como un cáncer que debe ser extirpado.

Viven aquellos que desprecian al pueblo y aplauden a los oligarcas neoliberales. Se esconden de las masas y abren sus brazos