La crisis del fentanilo: un llamado a la cooperación internacional
Durante la última semana se ha desatado una serie de intercambios de declaraciones en torno a la problemática del fentanilo, un opioide sintético que causa estragos en Estados Unidos. El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, envió una carta a su homólogo chino, Xi Jinping, solicitando su ayuda para controlar los envíos de fentanilo a México. El mandatario pidió información sobre los importadores, cantidades y tipos de sustancia, así como la ruta de embarque y llegada. López Obrador también expresó su molestia por las presiones e injerencias de actores políticos estadounidenses que buscan responsabilizar a México por la crisis de consumo del opiáceo.
En respuesta, la vocera de la cancillería china descartó la existencia de tráfico ilegal de fentanilo entre China y México y afirmó que Estados Unidos debe afrontar sus propios problemas y reducir la demanda de la sustancia en su territorio. La agencia antidrogas estadounidense ha mantenido la postura de que tanto la sustancia terminada como los precursores químicos para elaborarla son transportados desde China, a menudo por correo internacional.
Mientras se dan estos cruces de acusaciones, la epidemia de abuso de fentanilo en Estados Unidos sigue creciendo alarmantemente, con 12 muertes cada hora por sobredosis y un total de 107 mil en 2022. A pesar de los esfuerzos sistemáticos para atajar su producción y distribución, incluyendo el decomiso de cientos de millones de dosis en México y Estados Unidos, la demanda sigue siendo alta. Es claro que se necesita un enfoque integral que aborde simultáneamente las causas del consumo y los incentivos perversos para que los ciudadanos se unan a los grupos criminales. Esto incluye la desigualdad estructural, la glorificación del poder adquisitivo, el desmantelamiento de políticas de bienestar para recortes fiscales a los más ricos, la exaltación de la violencia y el cierre de oportunidades para millones de personas.
En lugar de buscar chivos expiatorios, las autoridades estadounidenses deberían concentrarse en poner a su población a salvo del mortífero narcótico y revisar profundamente sus políticas y presupuestos ideológicos para encontrar una solución real al problema. El auge del fentanilo no se dio por casualidad, sino como resultado de la adicción previa a los medicamentos opiáceos, prescritos de manera legal pero irresponsable por profesionales médicos azuzados por el afán de lucro de las farmacéuticas. Por lo tanto, es crucial que se aborde el contexto más amplio que ha permitido la propagación de esta droga en la sociedad estadounidense y que se tomen medidas efectivas para frenar esta trágica crisis.