Con Claudia, el pueblo no está solo
Transcurridas las primeras 72 horas del devastador fenómeno natural que azotó a Hidalgo, Puebla, Veracruz, Querétaro y San Luis Potosí, México vive momentos de duelo, resistencia y esperanza. Las imágenes que han circulado en medios y redes sociales son estremecedoras: familias enteras desplazadas, más de 100 mil viviendas dañadas, comunidades incomunicadas, y una cifra dolorosa de desaparecidos y fallecidos. Sin embargo, frente a la magnitud del desastre, lo que se impone no es la resignación, sino la solidaridad activa, la organización desde el Estado y el compromiso férreo de un gobierno que no da la espalda a su gente. Y ahí, una vez más, ha emergido el liderazgo de Claudia Sheinbaum.

La respuesta del Gobierno de México, encabezado ahora por la presidenta Sheinbaum, ha sido inmediata y decidida. “Que sepa el pueblo de México que vamos a dar el alma como siempre la damos. No estamos escatimando ningún esfuerzo, ningún apoyo”, afirmó con claridad. Más que una declaración, sus palabras son una promesa que ya se traduce en hechos: nombró representantes directos en cada entidad afectada para supervisar, coordinar y responder con eficacia, sin dejar la gestión a discreción de los gobiernos estatales, muchos de ellos dominados por partidos opositores que han demostrado históricamente una insensibilidad alarmante ante la tragedia popular.
Y es que, ante este tipo de desastres, la memoria histórica es fundamental. No se olvida cómo los gobiernos del PRI y el PAN en su momento lucraron con la tragedia. Recordemos el escándalo de las despensas etiquetadas con logotipos partidistas tras los sismos de 2017, o la desorganización y desinterés mostrados por autoridades locales durante eventos anteriores. Por eso, hoy más que nunca, es necesario que la ayuda fluya desde el nivel federal, con transparencia, honestidad y sin intermediarios que busquen sacar raja política de la desgracia.
Uno de los grandes desafíos en este tipo de situaciones es evitar el pillaje y garantizar que la ayuda llegue realmente a quien la necesita. Los centros de acopio son iniciativas valiosas, pero la experiencia nos obliga a ser cuidadosos. La Cruz Roja, aunque históricamente ha sido un referente, no ha escapado a cuestionamientos legítimos en el pasado. Por eso, explorar esquemas de canalización de apoyo como el que se implementó con el Grupo Slim en eventos anteriores puede resultar sensato. Ya las empresas del ingeniero Carlos Slim han empezado a movilizar ayuda y, sin duda, él sabrá corresponder al llamado nacional. México necesita de todos, y especialmente de quienes más tienen.
Pero más allá de lo logístico, lo que está en juego es algo más profundo: la conexión entre un gobierno y su pueblo. La empatía no se improvisa, y en Claudia Sheinbaum, las víctimas han encontrado una voz que no sólo escucha, sino que actúa. A través de sus recorridos por las zonas afectadas, la presidenta ha demostrado que no se trata de gobernar desde el escritorio ni de limitarse a conferencias de prensa; se trata de estar en el terreno, de mirar a los ojos a las personas que lo han perdido todo, y de decirles, sin rodeos, que no están solas.
Quienes claman por su ayuda desde los rincones más golpeados del país no lo hacen por oportunismo, sino porque saben que tienen en Claudia una aliada, una mujer forjada en la lucha social, en la ciencia, y en la administración pública honesta. No olvidan que fue ella quien encabezó la reconstrucción de viviendas tras el sismo de 2017 cuando fue jefa de gobierno de la Ciudad de México, sin corrupción, sin contratos inflados, sin pretextos.
Y es justo ese contraste con el pasado lo que más irrita a la oposición. Mientras Morena actúa, ellos critican. Mientras la presidenta tiende la mano a los damnificados, ellos manipulan la tragedia desde sus cuentas de redes sociales, buscando likes y votos. Pero el pueblo ya los conoce. Sabe que cuando gobernaron, sólo vieron por sus intereses. El PRI construyó un aparato clientelar que usaba las necesidades básicas como botín electoral. El PAN, por su parte, se escondía en el discurso religioso mientras dejaba en el abandono a los más pobres. Movimiento Ciudadano y su eterna ambigüedad han sido cómplices por omisión, incapaces de tomar postura en momentos clave.
Ahora pretenden hablar de “gobernabilidad”, de “institucionalidad”, de “descentralización”, cuando en los hechos lo que buscan es desarticular la respuesta federal para que sus gobernadores –más preocupados por su imagen que por su pueblo– capitalicen políticamente la desgracia. Por eso es correcto que los delegados federales reporten directamente a la Presidencia. No se trata de centralizar por capricho, sino de asegurar eficacia y transparencia.
En contraste, mientras en otros países la reconstrucción se convierte en un pretexto para el endeudamiento o para la privatización de servicios, en México se prioriza la soberanía, el bienestar colectivo y el rescate de la dignidad. La política social del gobierno de la Cuarta Transformación ha demostrado su eficacia. Programas como “Sembrando Vida” y “Jóvenes Construyendo el Futuro” se han adaptado en el pasado para dar empleo a quienes reconstruyen sus comunidades. Es previsible que este enfoque se retome en esta nueva emergencia, articulando el apoyo económico con el empoderamiento ciudadano.
La oposición, por su parte, se desgañita diciendo que todo está mal, que el Estado no tiene capacidad, que no hay coordinación. Pero ¿qué proponen? ¿Volver al pasado de desvíos millonarios con “empresas fantasma”? ¿Entregar la ayuda a funcionarios como los de Javier Duarte o Francisco García Cabeza de Vaca? No, gracias. Ya los conocemos.
Por eso hoy se vuelve urgente cerrar filas. México no necesita más “opinadores” de ocasión ni “líderes” mediáticos que sólo aparecen cuando hay cámaras. México necesita manos solidarias, organización popular y un gobierno decidido. Y eso, justamente, es lo que representa Claudia Sheinbaum.
Además, el contexto internacional nos impone desafíos económicos que no podemos ignorar. La caída del precio del petróleo, influida por las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China –agudizadas por las políticas de Trump–, impacta directamente en los ingresos del país. Pero a diferencia de los sexenios neoliberales de Fox y Calderón, cuando se despilfarraron recursos petroleros y se endeudó a Pemex para beneficio de privados, hoy hay una estrategia clara: fortalecer la soberanía energética, diversificar ingresos y proteger a los consumidores. La baja del crudo puede implicar menos subsidio, sí, pero también nos permite reorientar recursos hacia lo verdaderamente importante: la gente.
Y mientras el mundo observa con horror los conflictos bélicos, como el de Gaza, donde las potencias se reparten culpas pero pocos hacen algo real por la paz, en México se construye desde abajo, desde la organización comunitaria, desde la dignidad. Aquí no hay rehenes, hay ciudadanos empoderados. Aquí no se bombardean escuelas, se reconstruyen. Aquí no se imponen gobiernos con tanques, se elige democráticamente a quienes, como Claudia Sheinbaum, han demostrado estar al lado del pueblo, en la buena y en la mala.
Por eso, cuando desde redes sociales le piden a la presidenta: “no los deje solos”, la respuesta ya está en marcha. No están solos. Nunca lo han estado desde que inició este movimiento histórico. Morena no es un partido más; es una fuerza popular nacida de la esperanza y comprometida con la transformación.
Hoy México enfrenta una tragedia, pero también una oportunidad: la de demostrar que el poder sirve, cuando se pone al servicio de la justicia. Y con Claudia, eso está garantizado.