Álamo sigue bajo el agua: damnificados resisten entre abandono, lodo y solidaridad civil
Álamo, Ver.— A más de 48 horas de la devastadora inundación que azotó este municipio del norte de Veracruz, la emergencia persiste y la angustia crece entre miles de habitantes que continúan atrapados entre el lodo, la escasez de agua potable y alimentos, y la lenta llegada del auxilio institucional. Mientras el nivel del agua desciende rápidamente en localidades como Poza Rica, en Álamo la situación es distinta: las colonias siguen anegadas, muchas sin vías de desfogue, sin electricidad, sin señal telefónica ni internet.

La colonia Aviación, López Mateos, Heroica y otras zonas se han convertido en verdaderas “cazuelas” donde el agua fangosa ha alcanzado techos, rebasado coladeras y dejado un panorama desolador. Decenas de viviendas quedaron inhabitables, con sus muebles y pertenencias reducidos a escombros cubiertos de barro. En algunas zonas ya se perciben olores a descomposición, mientras la gente intenta rescatar lo poco que quedó de sus hogares.
En este contexto, el reclamo ciudadano no se ha hecho esperar. Vecinos denuncian la escasa presencia de autoridades. “Desde el jueves en la noche estamos sin agua y sin luz. El agua llegó hasta el segundo piso y no hemos recibido ayuda”, lamentó un habitante de la colonia Heroica. Otro vecino, taxista de profesión, fue más directo: “Brillan por su ausencia… la gente de las comunidades es la que está trayendo comida y agua”.
La molestia aumentó al conocerse, a través de redes sociales, que el gobierno estatal no renovó el seguro por daños catastróficos que cubría eventos como ciclones e inundaciones, cuya vigencia terminó el 30 de mayo. Una decisión que, para muchos damnificados, revela una alarmante falta de previsión.
Aun con la visita de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo y la llegada de elementos de Marina, Ejército y Guardia Nacional, la respuesta inmediata y más visible ha venido de ciudadanos comunes. Jóvenes, vecinos y voluntarios organizados caminan por las calles aún inundadas con palas, escobas y víveres, atendiendo donde las instituciones no han llegado. Algunos se desplazaron desde comunidades como Martínez de la Torre para ofrecer comida caliente a quienes lo perdieron todo.
“Hace 26 años nos pasó lo mismo. No igual, pero similar. Por eso vinimos a ayudar, porque sabemos lo que duele”, relató Pascual Cruz Hernández, quien improvisó una taquiza para alimentar a 200 personas. Su convicción es simple pero poderosa: “Haz tú lo que tengas que hacer, y lo demás que se menee”.
En medio de esta crisis, también hay espacios de resguardo: en la zona ejidal de Álamo se habilitaron tres albergues administrados por el Ejército y la Guardia Nacional. Ahí, en auditorios y escuelas, familias reciben comida, atención médica y la posibilidad de asearse. Aunque están a su máxima capacidad, estos refugios ofrecen algo de alivio temporal.
En la escuela primaria Enrique Rebsamen, donde se aloja uno de estos albergues, los gritos de niños jugando contrastan con el drama exterior. Un respiro en medio de la tragedia. “Aquí se les da desayuno, comida y cena. Muchos pernoctan y regresan en el día a limpiar sus casas”, explicó Fabián Cobos, secretario del ayuntamiento.
Desde el anonimato, un militar admite que, aunque los cuerpos de seguridad han trabajado sin descanso, “la magnitud del desastre también nos ha rebasado”. Su testimonio refuerza lo que ya es evidente: el pueblo de Álamo resiste no sólo contra el agua, sino también contra el olvido.
El desastre aún no termina, pero la fuerza civil organizada ya marcó el camino: frente a la lentitud institucional, la solidaridad sigue siendo la principal esperanza.