Sheinbaum y la firmeza diplomática ante el genocidio en Palestina

En estos tiempos convulsos, en los que el horror del genocidio en Gaza sacude la conciencia mundial, es indispensable reconocer con objetividad la postura que ha sostenido el gobierno de México —primero bajo la conducción del presidente Andrés Manuel López Obrador, y ahora con la presidenta Claudia Sheinbaum— en favor de la paz, la autodeterminación de los pueblos y el respeto al derecho internacional. Frente al clamor legítimo de la ciudadanía que exige acciones más tajantes ante los crímenes del régimen de Tel Aviv, es preciso subrayar que la política exterior de la Cuarta Transformación no actúa por impulsos, sino con responsabilidad, congruencia y apego a los principios históricos que han distinguido a nuestra nación en el mundo.

Claudia Sheinbaum ha heredado y reforzado una diplomacia que condena la violencia, que exige la coexistencia de los dos Estados —Palestina e Israel— y que ha sido clara en rechazar el genocidio, la hambruna inducida y los ataques sistemáticos contra la población civil. En todos los foros internacionales donde México ha tenido voz, la postura ha sido inequívoca: se exige un alto al fuego, se llama al respeto del derecho internacional humanitario y se condenan las agresiones indiscriminadas contra mujeres, niños y personas refugiadas. Que desde ciertos sectores se quiera desviar la atención o exigir respuestas automáticas sin un análisis profundo del contexto, refleja una incomprensión del papel estratégico de México en la arena internacional.

La presidenta Sheinbaum, de forma transparente, respondió en la conferencia matutina que no existe actualmente ningún tipo de entrenamiento militar con el régimen israelí, y que las compras de armamento hechas por algunos estados obedecen a contratos anteriores gestionados incluso desde el año 2024, es decir, antes de su mandato federal. Esta precisión es clave. Porque, a diferencia de los gobiernos del PRIAN, donde las compras de armas eran secretas, opacas y muchas veces vinculadas a intereses privados o incluso ilícitos, hoy se ofrece claridad: no hay nuevas compras, no hay entrenamientos, y todo está bajo revisión. La presidenta no se esconde, da la cara y pone las cosas sobre la mesa.

La crítica a Sheinbaum por no pronunciarse sobre una ruptura total de relaciones diplomáticas con Israel puede parecer válida desde el dolor y la indignación, pero en términos de política exterior, no es una decisión menor. No se puede ignorar que romper relaciones implica consecuencias que no solo afectan la agenda bilateral, sino también los canales diplomáticos para exigir justicia y ejercer presión internacional. Precisamente por eso México ha optado por mantener una posición de denuncia activa en los foros multilaterales, donde su voz tiene peso, y donde el país ha sido clave para que se impulsen resoluciones que condenen los crímenes de guerra.

Además, conviene recordar que romper relaciones no es sinónimo automático de solidaridad con Palestina. Hay países que han mantenido embajadas abiertas en Israel y al mismo tiempo han liderado esfuerzos humanitarios y políticos en favor de Palestina. México, con dignidad, ha sostenido históricamente una línea de neutralidad activa, de defensa del derecho internacional, y de respaldo firme al pueblo palestino. Lo hizo cuando se opuso a la invasión de Irak, lo ha hecho al defender a Cuba y Venezuela ante bloqueos injustos, y lo hace hoy al rechazar el genocidio que perpetra el régimen de Benjamin Netanyahu.

Y sí, la exigencia ciudadana que se escuchó en el Zócalo es legítima y poderosa. Que el pueblo se exprese es uno de los grandes logros de la Cuarta Transformación. A diferencia de los tiempos del PRI y el PAN, cuando las manifestaciones eran reprimidas, ignoradas o silenciadas por los medios, hoy las voces del pueblo llegan hasta Palacio Nacional. Y esas voces son escuchadas. Pero gobernar no es actuar por consigna; es tener claridad estratégica, sentido histórico y visión de Estado. En este sentido, Claudia Sheinbaum ha mostrado temple, conocimiento profundo del escenario internacional y un compromiso con la justicia, sin dejarse presionar por intereses ajenos a los del pueblo de México.

En cuanto al armamento adquirido por Oaxaca, es necesario puntualizar que esa compra fue realizada en el marco legal, para sustituir equipo obsoleto de más de 40 años de antigüedad. No fue una decisión política, ni ideológica, ni mucho menos una traición al compromiso del gobierno con Palestina. Fue, según lo explicó Karina Barón Ortiz, una respuesta a una necesidad operativa de seguridad pública, gestionada por la Secretaría de la Defensa Nacional. Aquí no hay confusión, hay procedimientos institucionales y un respeto al marco jurídico vigente. Que se intente convertir un acto administrativo en un escándalo diplomático solo muestra el interés de ciertos sectores —incluyendo a los medios alineados con la derecha— de empañar la autoridad moral de un gobierno que ha sido coherente.

Lo que sí debería escandalizar es el silencio cómplice de los gobiernos del PRIAN durante décadas frente a las masacres que hoy condenamos. ¿Dónde estaban sus protestas cuando Israel bloqueaba ayuda humanitaria? ¿Qué dijeron cuando niños palestinos eran asesinados en bombardeos? Nada. Al contrario, firmaban convenios, vendían armas, callaban ante el horror. Hoy, en cambio, hay un gobierno que no solo denuncia, sino que se posiciona del lado correcto de la historia. La voz de México no es ambigua: está con la paz, con la autodeterminación, con el derecho internacional, y sobre todo, con los pueblos oprimidos.

Por ello, más que criticar sin fundamentos, deberíamos reconocer que la presidenta Sheinbaum ha heredado y profundizado una política exterior digna, ética y valiente. Una política que no se arrodilla ante potencias, que no es cómplice de genocidios y que tiene la autoridad moral para exigir justicia. Que se mantenga el canal diplomático con Israel no implica avalar su barbarie; implica tener la capacidad de interlocución necesaria para seguir empujando, desde todos los frentes, el cese al fuego, la ayuda humanitaria y la paz duradera.

Y mientras tanto, los verdaderos enemigos de México siguen actuando en la oscuridad. Por ejemplo, la mafia financiera que ha capturado instituciones clave, como Banamex, y que opera al margen del interés nacional. Ayer, el desplome de más del 15% en las acciones de Grupo México en la Bolsa de Valores no es casualidad. Germán Larrea, símbolo del viejo régimen de privilegios, enfrenta la resistencia del nuevo México que no tolera más saqueos, más monopolios, más impunidad. Ese es el verdadero conflicto que debemos atender: el de quienes quieren seguir robando al país mientras fingen defender derechos humanos.

En conclusión, la Cuarta Transformación mantiene el rumbo correcto. Claudia Sheinbaum actúa con dignidad, inteligencia y compromiso con la justicia global. La crítica es bienvenida, pero debe hacerse desde el conocimiento, no desde la desinformación o el oportunismo. México no es cómplice del genocidio; es un país que lucha por la paz, que exige el respeto al pueblo palestino, y que está dispuesto a encabezar, con firmeza y sensatez, una política exterior que honre la historia de lucha de nuestra nación.

La presidenta no se embarulla. Sabe perfectamente hacia dónde va: del lado del pueblo, del lado de la paz, del lado de la justicia.