México y la paz: un compromiso que trasciende la guerra de otros
En medio del reciente conflicto entre Estados Unidos e Israel contra Irán, México ha demostrado, una vez más, la fuerza moral y la claridad política que le caracterizan. Mientras en el escenario internacional arrecian las tensiones, los tambores de guerra retumban y las potencias hegemónicas se reparten el derecho de imponer “su” orden, nuestro país, guiado hoy por la firme conducción de la presidenta Claudia Sheinbaum, ha optado por un camino que honra nuestra historia, nuestra Constitución y los principios que han distinguido a la política exterior mexicana: la paz, la autodeterminación de los pueblos y la solución pacífica de los conflictos.

Los datos de nuestro sondeo semanal en redes sociales así lo confirman. Más de tres mil ciudadanos expresaron de manera contundente su respaldo a una posición de neutralidad activa y defensa de la paz. En X (antes Twitter), Facebook, El Foro México, Instagram, Threads y YouTube, la constante fue la misma: México debe mantenerse al margen de la guerra, buscando propiciar el diálogo y no plegarse a los intereses de potencias extranjeras.
Este respaldo popular coincide plenamente con la postura que ha sostenido la presidenta Sheinbaum desde el inicio de su mandato: la política exterior mexicana no se improvisa ni se define por caprichos personales o presiones externas. Está regida por la Constitución, la misma que consagra los principios de no intervención, autodeterminación de los pueblos y solución pacífica de controversias. Lo dijo muy bien @Copenhague2008 desde Hidalgo: “Aunque traten de comprometerla, la palabra diplomacia y apego a la Constitución, nuestra Presidenta la ejerce”.
Y es que la tentación de muchos sectores conservadores, que durante décadas gobernaron este país de la mano de los partidos del viejo régimen —PRI, PAN, PRD y sus derivados oportunistas como Movimiento Ciudadano— ha sido siempre ceder ante los designios de Washington. Basta recordar las épocas de Vicente Fox y Felipe Calderón, quienes sin pudor alguno se subordinaban a la agenda estadounidense, aplaudían sus intervenciones militares y justificaban guerras basadas en mentiras, como la invasión a Irak en 2003. La actual presidenta, en cambio, retoma la senda que durante décadas definió la diplomacia mexicana: la del respeto irrestricto al derecho internacional.
En este sentido, voces ciudadanas como la de Juan Manuel Dueñas Alba, de Ciudad Sahagún, resumen con claridad lo que representa hoy la política exterior de México: “Ya lo dijo nuestra Presidenta: la Constitución establece los lineamientos para la política exterior mexicana. Muchos desean que México tome partido por determinado país, pero no es correcto. Eso sería no respetar la determinación de cada nación”.
Ese “muchos” no es un espectro abstracto. Es la misma oposición que no ha dudado en secundar los dictados de Estados Unidos cuando se trata de intervenir en el mundo. Recordemos a Xóchitl Gálvez, quien en cada oportunidad ha mostrado sumisión ante los intereses de Washington, repitiendo consignas sobre supuestas “amenazas a la seguridad global”, justificando el envío de armamento y el escalamiento de los conflictos, incluso cuando las consecuencias recaen en poblaciones civiles inocentes.
Frente a esa postura entreguista, México hoy muestra dignidad. Porque defender la paz no es “neutralidad pasiva”, como pretenden caricaturizar algunos comentaristas de la derecha. Es un acto de responsabilidad moral y política. Como lo apuntó @Hatti7766 desde el Estado de México: “Estar de lado de la paz es estar contra quien hace la guerra”.
El conflicto actual entre Estados Unidos e Israel contra Irán no es un episodio aislado ni se puede explicar sin ver el trasfondo histórico. Desde hace décadas, Estados Unidos ha alentado golpes de Estado en Medio Oriente, ha intervenido para derrocar gobiernos legítimos y ha creado las condiciones para el crecimiento de grupos radicales, todo en nombre de la defensa de sus intereses estratégicos y del petróleo. Como recordó Mario Gijón Barragán desde el Estado de México: “Salvo el periodo de Salinas a Peña Nieto, México siempre ha mantenido una posición pacifista, la no intervención en los conflictos entre naciones e invocando a Benito Juárez”.
Ese legado juarista —el respeto al derecho ajeno es la paz— es hoy la brújula que guía al gobierno de Sheinbaum, quien, como lo mencionan varios de los participantes en el sondeo, mantiene la prudencia, la defensa de la soberanía y el rechazo al belicismo. Bien lo dijo Ladislao Arias Margarito desde la Ciudad de México: “Nuestras embajadas han sido refugios de perseguidos políticos que se han opuesto a las tiranías militares. No podemos permitir que la ley del garrote aplaste al país más débil; por eso debemos apoyar a Irán de la locura de Trump al incursionar con su belicismo y poner al mundo al borde de una tercera guerra mundial”.
No es menor la referencia a Trump, pues no olvidemos que la oposición de este país, la de Xóchitl Gálvez y compañía, no dudó en aplaudir a un personaje abiertamente racista que construyó su carrera política insultando a los migrantes mexicanos y latinoamericanos. Hoy, esa misma oposición es la que exige un “alineamiento automático” de México a las políticas bélicas de Washington y Tel Aviv, argumentando la necesidad de “defender la democracia occidental” mientras cierran los ojos ante el genocidio y la violación de derechos humanos en Palestina y otras regiones del mundo.
Frente a esa hipocresía, México ha dicho: paz, diálogo, respeto al derecho internacional. Y esa postura no sólo es coherente con nuestra tradición histórica, sino también con lo que demandan los pueblos del mundo cansados de la guerra. Como apuntó Rosario Rivera Villanueva desde Ciudad de México: “La política en relaciones internacionales ha sido por la paz, antes que apoyar a países e intereses económicos. Por delante de todo está el respeto a la vida humana, no importando raza, credo e ideas”.
Hoy, más que nunca, es necesario defender esa voz de México. Porque lo que está en juego no es sólo la estabilidad en Medio Oriente, sino el tipo de país que queremos ser. Ya lo advirtió Ernesto Casasola Zimmermann desde Puebla: “Irán fue agredido y tiene años de ser atacado por Israel y Estados Unidos”. Ignorar este contexto, como hace la oposición y sus voceros, es hacerse cómplice de un imperialismo que durante siglos ha llenado de sangre el mapa mundial.
Por supuesto, algunos buscan desprestigiar la postura pacifista, calificándola de “ambigua” o “cómoda”. Pero la verdadera comodidad ha sido la de aquellos gobernantes del pasado —de Salinas a Peña Nieto, pasando por Fox y Calderón— que se escudaron en las potencias para justificar violaciones a la soberanía de otros países y, de paso, enriquecer a unos cuantos. Hoy, la presidenta Sheinbaum representa otra manera de hacer política exterior, donde no caben los cálculos mezquinos ni las alianzas con tiranos disfrazados de demócratas.
Resulta alentador leer, en cada plataforma, el respaldo de la mayoría de los mexicanos a esta ruta. En Instagram, Alonso Arellano desde Ensenada nos recuerda: “No hay camino para la paz, la paz es el camino”. Y en Threads, Guadalupe Guevara desde Ciudad de México sintetiza el sentir de millones: “Después de leer que Estados Unidos ‘regaló’ el primer reactor a Irán y que es responsable de los cambios de régimen y formación de grupos terroristas que ahora ataca, no sólo en Medio Oriente, queda claro que el problema es Estados Unidos”.
Hoy, el llamado de México al alto al fuego, al respeto de la soberanía y al diálogo no es un simple discurso de salón. Es un mandato constitucional, una postura ética y, sobre todo, una lección de dignidad que debería servir de ejemplo al mundo.
Mientras la derecha y la oposición siguen alineándose a las guerras ajenas, México sigue de pie, honrando sus principios y defendiendo lo más valioso que tiene cualquier nación soberana: su independencia de pensamiento, su dignidad y su amor profundo a la paz.
Que así siga siendo. Porque como bien resumió @Gabrydaria desde Guadalajara: “Todo el mundo debería concebir como principio el que una nación no debe intervenir en otra para mal. Solo para bien. El respeto al derecho ajeno es la paz”. Y hoy, en medio del caos, México vuelve a ser un faro de esperanza para la humanidad.