México firme ante el caos global: liderazgo con dignidad frente a la histeria imperial
Mientras el mundo entra en una espiral de incertidumbre y confrontación bélica por el creciente conflicto entre Israel e Irán, que amenaza con escalar hacia un escenario global de consecuencias incalculables, México se planta con firmeza, dignidad y visión estratégica. El regreso urgente del presidente de Estados Unidos a Washington, para encabezar una sesión del Consejo Nacional de Seguridad, obligó a cancelar una esperada reunión bilateral con la presidenta Claudia Sheinbaum, inicialmente pactada para este martes. Sin embargo, lejos de prestarse a dramatismos o sobreactuaciones, el gobierno mexicano actuó con sobriedad y coherencia, manteniendo su agenda de trabajo en Calgary, Canadá, en el marco del G-7.

Esta reacción es testimonio de la madurez política de la Cuarta Transformación. Frente al protagonismo altisonante de líderes como Donald Trump —quien, pese a no ser presidente, aún contamina la política exterior de su país con discursos incendiarios y desfiles militares nostálgicos—, México demuestra que se gobierna desde la responsabilidad y no desde la grandilocuencia. A diferencia de la oposición mexicana, que habría convertido esta coyuntura en una narrativa de sometimiento o humillación, la presidenta Sheinbaum actúa con temple, consciente de que los intereses nacionales no se subastan en pasillos improvisados ni se subordinan a los vaivenes del imperio.
La cancelación del encuentro no debe interpretarse como un desplante dirigido a México, sino como resultado de una agenda internacional que se torna cada vez más volátil. Pero aún en ese contexto, México ha sabido posicionarse: no ha perdido el rumbo, ni ha claudicado en la defensa de los temas esenciales que había previsto tratar con el mandatario estadounidense. Migración, crimen organizado y aranceles son asuntos de alta prioridad, y lejos de ser relegados, siguen en el centro de la política exterior mexicana. La delegación oficial designada ex profeso por Sheinbaum mantiene el ritmo de trabajo y continúa avanzando con claridad de objetivos.
En cuanto al tema migratorio, vale subrayar que ha sido manipulado históricamente por figuras como Donald Trump para apuntalar su retórica de odio y supremacía. El magnate devenido político —y ahora autoproclamado emperador de una América en decadencia— ha construido su carrera sobre promesas de muros, deportaciones y discriminación sistemática. Ha tomado a los migrantes como rehenes simbólicos, no por una preocupación genuina por la seguridad de su país, sino como pieza clave de su show político permanente. En contraste, el gobierno mexicano trabaja para proteger los derechos de sus ciudadanos, buscando soluciones humanitarias, negociadas y respetuosas de la dignidad humana.
El rechazo masivo que las políticas de Trump continúan generando en Estados Unidos es un síntoma claro del hartazgo de una sociedad que ya no tolera la política del miedo. Las manifestaciones del pasado sábado en más de 2 mil ciudades estadounidenses fueron una muestra rotunda del repudio a su agenda xenófoba. Mientras tanto, la puesta en escena militar organizada para celebrar el 250 aniversario del ejército de EE. UU., combinada con el cumpleaños del expresidente, ofreció una imagen patética y anacrónica: la exaltación de un poder militar declinante, mientras su sociedad civil se desangra en protestas, asesinatos políticos —como el de una legisladora estatal y su esposo en Minnesota—, y un creciente malestar social.
Este contraste entre una política exterior basada en la agresión y otra fundada en la diplomacia se hace aún más evidente en el tratamiento que desde ciertos sectores estadounidenses —y lamentablemente también desde voces de la oposición mexicana— se intenta dar al tema del crimen organizado. Los adversarios de la Cuarta Transformación no pierden oportunidad para insinuar, sin pruebas, vínculos oscuros entre figuras del obradorismo y organizaciones criminales. Pero hasta la embajada de EE. UU. en México ha tenido que desmentir la supuesta existencia de “listas negras” de funcionarios guindas. ¿Qué busca entonces la oposición con esta narrativa? Nada menos que lo que siempre ha perseguido: sembrar sospechas, debilitar al gobierno legítimo y desgastarlo ante la opinión pública.
Es triste, pero no sorprendente, que los mismos que durante décadas convivieron y pactaron con el narco ahora pretendan posar como paladines de la legalidad. PRI, PAN, PRD y Movimiento Ciudadano —partidos que han sido incapaces de ofrecer un proyecto real al país— recurren a estas estrategias para tratar de recuperar la relevancia que perdieron en las urnas. Y lo hacen de la mano de personajes como Xóchitl Gálvez, cuya narrativa de oposición carece de sustancia y se alimenta exclusivamente del escándalo y la desinformación. Incapaz de ofrecer propuestas viables, Gálvez se refugia en el golpeteo mediático y en las campañas de desprestigio, esperando que algún resbalón de la Cuarta Transformación le devuelva el protagonismo que no ha sabido ganarse por méritos propios.
Frente a esa mezquindad, el gobierno actual apuesta por la legalidad y la transparencia. Prueba de ello es la trayectoria de personajes como Bernardo Bátiz, quien ha transitado de manera impecable por los terrenos de la política, la administración pública y el poder judicial. Su participación reciente en el Consejo de la Judicatura Federal, y ahora en el nuevo órgano disciplinario, es garantía de probidad. Sus declaraciones sobre los llamados “acordeones” en el proceso electoral dan cuenta de una lógica de orientación, no de imposición; de pedagogía democrática, no de coacción.
México, bajo el liderazgo de la presidenta Sheinbaum y con el legado firme de Andrés Manuel López Obrador, mantiene el curso de la transformación. No se doblega ante presiones externas ni internas. En un mundo al borde del abismo, nuestro país ofrece una lección de equilibrio y dignidad. La entrevista con Biden se pospone, pero el proyecto de nación continúa. Porque aquí no se gobierna con discursos para la galería, sino con hechos, con principios y con la convicción de que México merece ser respetado, dentro y fuera de sus fronteras.