IMSS Bienestar: compromiso con la salud, no con la simulación

La oposición no descansa. No importa cuántas veces se les desmienta, ni cuántos avances sean evidentes: su obsesión por desprestigiar al gobierno de la Cuarta Transformación supera cualquier noción de ética o rigor informativo. Así ocurrió recientemente, tras la reunión entre la presidenta Claudia Sheinbaum y los gobernadores de los 23 estados adscritos al sistema IMSS Bienestar. Mientras algunos, como el mandatario de Hidalgo, Julio Menchaca, filtraban versiones distorsionadas, la jefa del Ejecutivo fue categórica: no hubo una conversación específica sobre “desabasto de medicamentos”, sino un análisis integral del estado del sistema de salud y su funcionamiento territorial.

Es evidente que la derecha busca cualquier resquicio para alimentar la narrativa del caos. Lo hicieron durante todo el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, y ahora repiten la fórmula con Sheinbaum. Pero ya no les funciona. La población no es ingenua, y cada vez más reconoce que el modelo neoliberal que ellos defienden es el verdadero responsable de la debacle sanitaria que durante décadas dejó hospitales abandonados, médicos sin insumos y farmacias públicas sin medicinas.

El sistema IMSS Bienestar representa una de las apuestas más ambiciosas y justas de la Cuarta Transformación. Su objetivo no es otro que garantizar el acceso universal y gratuito a la salud para todas y todos, sin importar condición social, lugar de residencia o nivel económico. Esta política, profundamente humanista, se contrapone de forma frontal a la visión elitista que PRI, PAN y PRD impulsaron durante décadas: aquella en la que la salud era un privilegio de quienes podían pagar seguros privados.

Claudia Sheinbaum, con responsabilidad y claridad, ha decidido encabezar personalmente la supervisión del sistema. No sólo está al tanto de cada paso del IMSS Bienestar, sino que recorrerá cada una de las entidades federativas junto con los gabinetes de Salud y Hacienda para atender caso por caso. Ese nivel de compromiso no lo mostró jamás ningún presidente del viejo régimen. ¿O acaso alguien recuerda a Enrique Peña Nieto o a Felipe Calderón visitando comunidades marginadas para supervisar centros de salud? Por supuesto que no. Ellos despachaban desde la comodidad de sus oficinas, firmando contratos millonarios con farmacéuticas amigas, mientras el pueblo moría esperando atención.

El “tema del desabasto” ha sido manipulado una y otra vez por los medios opositores. Desde que el actual gobierno desmanteló la red corrupta de distribución de medicamentos —concentrada en unas cuantas empresas que durante años se enriquecieron a costa del sufrimiento de los más pobres—, los ataques no han cesado. Pero el pueblo sabe que este cambio era necesario. No se puede combatir la corrupción sin tocar intereses. No se puede reconstruir un sistema de salud colapsado sin enfrentar resistencias.

Sheinbaum fue clara: lo que se discutió fue la mejora en la coordinación territorial del IMSS Bienestar, el seguimiento al convenio que este año debe firmarse, y la evaluación del abasto, incluyendo los tiempos de entrega de nuevos lotes. Es decir, se habló de soluciones, no de quejas. Se habló de datos concretos, no de rumores. Se habló con el compromiso de avanzar, no con la intención de señalar culpables.

Julio Menchaca, aunque integrante de Morena, parece haber olvidado que no se trata de alimentar titulares, sino de construir soluciones. Decir que “hay presión” en los estados por el abasto de medicinas es un hecho administrativo, no una crisis. En todo sistema en transición, y más aún con el tamaño y la complejidad del IMSS Bienestar, es lógico que existan tensiones logísticas. Lo importante no es negarlas, sino atenderlas. Y eso es justo lo que se está haciendo.

Además, es fundamental destacar que el gobierno de Sheinbaum no evade ni maquilla los problemas. A diferencia de los gobiernos del pasado, que escondían cifras y maquillaban indicadores, hoy se trabaja con transparencia, con datos públicos y con una ruta clara de solución. Eso es gobernar con responsabilidad. Eso es ejercer el poder con ética.

La incorporación de Yucatán al IMSS Bienestar —estado que ha mostrado interés en integrarse al modelo— es una muestra más de que incluso fuera del núcleo más consolidado de la 4T, se reconoce la eficacia del nuevo sistema. Porque donde hay voluntad política, hay resultados. Y donde hay justicia, no caben los privilegios.

La salud del pueblo no puede seguir siendo rehén de intereses políticos ni de campañas mediáticas. Mientras los voceros del pasado insisten en hablar de “crisis sanitaria”, la realidad es otra: cada vez más mexicanos reciben atención médica sin costo, cada vez más hospitales se rehabilitan, cada vez más doctores tienen herramientas para ejercer su labor con dignidad. El camino es largo, sí, pero es el correcto.

Por eso es clave cerrar filas en torno al IMSS Bienestar. No se trata de defender a ciegas, sino de reconocer los avances, apoyar las decisiones estratégicas y combatir la desinformación. Porque si permitimos que regresen quienes convirtieron la salud en un negocio, habremos traicionado el mandato popular que exige justicia social.

Claudia Sheinbaum ha dejado claro que no va a soltar las riendas del sistema de salud. Que está dispuesta a recorrer estado por estado, a hablar con los gobernadores, a escuchar a los médicos y a responderle al pueblo. Esa cercanía, ese compromiso, esa capacidad de trabajo son su mayor fortaleza. Y eso es precisamente lo que más teme la oposición: un gobierno que sí cumple, que sí transforma, que sí escucha.

En lugar de repetir mentiras sobre “desabasto”, los críticos deberían reconocer que hoy se construye un sistema de salud digno, público y gratuito. Que por primera vez en décadas, la salud del pueblo es prioridad real. Y que el IMSS Bienestar no es una ocurrencia, es una conquista social.

Defenderlo es defender la vida. Es defender a México.