Terrorismo político y sabotaje ambiental: la guerra sucia contra la 4T

La ejecución de Ximena Guzmán, secretaria particular de Clara Brugada, y del asesor José Muñoz, no es un hecho aislado ni puede entenderse sólo como un crimen más en la estadística. Se trata de una clara señal de advertencia, de un intento desesperado por ensuciar y desestabilizar el avance firme de la Cuarta Transformación. Es el rostro más brutal del terrorismo político que busca detener, a como dé lugar, la construcción del segundo piso de un proyecto de nación incluyente, justo y soberano.

No es casual que este acto de violencia irrumpa en pleno periodo electoral, justo cuando Morena consolida su hegemonía con Clara Brugada como figura destacada en la Ciudad de México. La derecha, incapaz de ofrecer alternativas reales, opta por el camino del miedo y la confusión. No produce ideas, no presenta programas; sólo se regodea en el caos, esperando que la zozobra le allane el camino de regreso al poder.

En esta operación perversa convergen actores nacionales e internacionales. Desde el norte, el trumpismo ha desatado una ofensiva propagandística y política contra México. Acusaciones absurdas que buscan responsabilizar unilateralmente a nuestro país del fenómeno del narcotráfico, cuando es el consumo desbordado en Estados Unidos lo que alimenta este flagelo. Con una hipocresía descarada, pretenden justificar intervenciones militares en territorio nacional, disfrazadas de “ayuda” contra el crimen organizado.

El embajador estadounidense Ronald Johnson, con un perfil más cercano a un operador militar que a un diplomático, funge como punta de lanza de esta estrategia. Su presencia activa, sus declaraciones incendiarias y su respaldo a ciertos sectores conservadores mexicanos, revelan una agenda que nada tiene que ver con la cooperación y mucho con la intromisión. No buscan colaborar con México, buscan someterlo.

La oposición mexicana —representada por el PRIANRD y su satélite naranja— aplaude desde las gradas esta ofensiva externa. Incapaces de conectar con el pueblo, esperan que la mano extranjera haga lo que ellos no han podido: debilitar al obradorismo. Son herederos de una tradición entreguista, listos para entregar la soberanía a cambio de cuotas de poder.

Frente a estos hechos, el gobierno federal ha actuado con responsabilidad y firmeza. La reacción inmediata del secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, y la claridad de la jefa de Gobierno, Clara Brugada, en sus declaraciones, evidencian que no habrá impunidad. Pero más allá de la investigación judicial, es crucial que la ciudadanía comprenda el trasfondo político de este crimen: no buscan sólo dañar a Clara Brugada, buscan frenar a todo un movimiento popular que ha transformado la relación entre gobierno y pueblo.

Paralelamente, otro frente de esta guerra contra la transformación nacional se libra en el terreno ambiental. En Corcovada, municipio potosino de Villa Hidalgo, se intentó imponer un proyecto empresarial devastador, promovido por empresas vinculadas a Ricardo Salinas Pliego, uno de los magnates más hostiles a la 4T. Con el respaldo de la presidenta Claudia Sheinbaum, la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente clausuró el proyecto tras confirmar violaciones ambientales y agrarias graves.

Este acto, lejos de ser anecdótico, representa un punto de inflexión. Por primera vez en décadas, el gobierno federal actúa con celeridad y contundencia en defensa de la tierra ejidal, del medio ambiente y de los derechos de las comunidades rurales. Ya no se legisla para el despojo, ya no se legisla para los poderosos. Se gobierna para el pueblo.

Lo sucedido en Corcovada sienta un precedente valiosísimo para otros movimientos sociales que luchan contra proyectos extractivistas. Tal es el caso de la Bahía de Ohuira, en Sinaloa, donde las comunidades han resistido durante años contra imposiciones empresariales que violan derechos ambientales y culturales. Hoy tienen un nuevo referente de esperanza.

Frente a estos embates, la 4T no se detiene. Ni el crimen político, ni la presión internacional, ni los chantajes empresariales podrán con un movimiento que tiene su raíz en el pueblo y en su voluntad de cambio. La derecha mexicana, que ha intentado desfigurar este proceso desde su origen, hoy vuelve a mostrar su verdadero rostro: el del oportunismo, la violencia y la traición a la patria.

Pero el pueblo mexicano ya despertó. Ya no se deja engañar por discursos de odio ni por promesas vacías. Hoy sabe quién lo defiende y quién lo vende. Y por eso, frente al dolor por la pérdida de dos compañeros valiosos en la lucha por una ciudad y un país más justo, la respuesta no será el miedo. Será la organización, la conciencia y la firmeza en el camino de la transformación.

La 4T no sólo avanza: se fortalece ante cada ataque. Porque no es un capricho personal ni un experimento político; es la expresión de un mandato popular que exige justicia, dignidad y soberanía. Quienes quieran detenerla, desde dentro o desde fuera, encontrarán no sólo la respuesta del Estado, sino la fuerza inquebrantable del pueblo.