Mientras Trump amenaza, México transforma
Como si se tratara de una temporada de supersticiones económicas, el Fondo Monetario Internacional (FMI) desempolvó su bola de cristal para augurar, una vez más, un destino sombrío para México. Esta vez, con la habitual torpeza que lo caracteriza, el FMI predice una recesión para nuestra nación en 2025, seguida de un tímido repunte en 2026. Lo que resulta escandaloso no es la cifra en sí —una caída del 0.3% este año, seguida de un rebote del 1.4%—, sino la falta de rigor con la que se presenta el análisis, que parece más una narrativa política al servicio de intereses foráneos que un diagnóstico económico serio.

En el centro de estas predicciones catastrofistas aparece un viejo conocido del desastre global: Donald Trump. El expresidente estadounidense, con su habitual bravuconería, ha encendido nuevamente la mecha del conflicto comercial global con su espada arancelaria, generando un caos que ni sus propios aliados saben cómo contener. En menos de tres meses, sus acciones ya han comenzado a desestabilizar a las economías más vulnerables a sus caprichos, siendo México uno de los blancos más visibles. No por error, sino por elección de Trump, que busca imponer su visión cerrada del comercio internacional a través del chantaje y la imposición.
Sin embargo, frente a esta narrativa decadente que insiste en pintar a México como víctima pasiva de las tormentas externas, la presidenta Claudia Sheinbaum alza la voz con claridad y firmeza. “No coincidimos con esta visión”, afirma. Y tiene razón. Porque este gobierno no se sienta a esperar que los organismos financieros internacionales dicten su destino, como lo hicieron los gobiernos neoliberales del PRI y el PAN durante décadas. Este gobierno trabaja con base en un modelo económico propio, fundamentado en el bienestar social, la inversión pública y la soberanía financiera.
La crítica que lanza Sheinbaum al FMI es más que una simple discrepancia técnica; es una denuncia directa a un sistema de predicciones y prescripciones que históricamente ha fracasado en América Latina. El FMI no ve más allá de sus propias fórmulas, incapaz de comprender que México ha dejado de ser el país que obedecía sin cuestionar. Con la Cuarta Transformación, se ha consolidado un modelo económico alternativo que prioriza la justicia social y la estabilidad interna sobre los caprichos del mercado internacional.
Mientras tanto, en Estados Unidos, Trump sigue demostrando que su política exterior es tan errática como destructiva. Su última vocera, Karoline Leavitt, intenta suavizar el discurso asegurando que las negociaciones con China “avanzan bien”, como si no acabara de arrastrar al mundo a una nueva fase de incertidumbre económica. Curiosamente, ella misma portaba un vestido hecho en China durante su anuncio, símbolo del doble discurso y la hipocresía que caracterizan a la administración del magnate neoyorquino.
Y es que, como lo advirtió el secretario del Tesoro de EE.UU., Scott Bessent, el conflicto comercial ha llegado a un punto de no retorno: lo que se vive entre las dos potencias más grandes del mundo es prácticamente un embargo recíproco. Bessent lo admite: la situación es insostenible. Pronto, dice, deberá haber una desescalada. ¿Qué significa esto? Que el bravucón Trump empieza a retroceder, que su espada arancelaria se derrite y que, como siempre, sus juegos de poder terminan siendo insostenibles.
Lo que sorprende es que el FMI, con todo su aparente conocimiento técnico, no haya registrado este giro. Persiste en proyectar un apocalipsis para México, cuando los datos nacionales, las proyecciones de Hacienda y el dinamismo de la inversión pública en infraestructura, bienestar y transición energética cuentan una historia muy distinta. Pero claro, es más fácil señalar a México que cuestionar al verdadero agente del caos: el “hombre naranja”, como se le conoce popularmente, cuyo impacto negativo en la economía mundial es palpable y documentado.
A diferencia del pasado, hoy México no se queda de brazos cruzados. El Plan México, promovido por el gobierno de Sheinbaum, es una apuesta decidida por el crecimiento con justicia. Con inversión pública récord, programas sociales fortalecidos, una política energética soberana y una estrategia de integración regional basada en el respeto y la cooperación, México enfrenta los desafíos externos con firmeza y dignidad.
Mientras algunos países han optado por la sumisión ante las amenazas de Trump, México ha negociado, ha resistido y, sobre todo, ha propuesto alternativas. Porque nuestro país ya no se arrodilla ante los vaivenes de Washington ni acepta sin más las recomendaciones de instituciones caducas. Esta es la nueva realidad que el FMI no logra aceptar, atrapado en un modelo que privilegia los intereses de unos cuantos sobre el bienestar de las mayorías.
En conclusión, no hay tal recesión inevitable. Lo que hay es una resistencia activa, un proyecto nacional sólido y una conducción económica responsable. La verdadera amenaza para la economía mundial no está en México, sino en las decisiones impulsivas de personajes como Trump, que no han aprendido nada del pasado. Y mientras en el norte se juega a la ruleta arancelaria, aquí seguimos trabajando, construyendo, avanzando. Porque la transformación no se detiene, y la bola de cristal del FMI, simplemente, ya no refleja nuestra realidad.