Primero, resuelvan su desastre

La presidenta Claudia Sheinbaum lo ha dicho con absoluta claridad: antes de que Estados Unidos quiera “salvar al mundo”, debería poner orden en su propia casa. Y vaya que tienen problemas. Mientras los políticos gringos, con Donald Trump a la cabeza, siguen señalando con el dedo a México por la crisis del fentanilo, la realidad es que el desastre está dentro de sus propias fronteras. El consumo de drogas en EE.UU. no solo es una epidemia, sino que ha sido el pretexto perfecto para justificar su injerencia en otros países, siempre con la bandera de la “democracia” y la “seguridad nacional”.

Desde hace más de 50 años, Washington ha declarado guerras contra las drogas que, lejos de solucionar el problema, solo han alimentado el caos, la violencia y el negocio del tráfico de estupefacientes. Richard Nixon fue el primero en lanzar su ofensiva en los años 70, seguido por Ronald Reagan en los 80, y hasta la fecha, los números dejan en evidencia su rotundo fracaso. Según el Informe Mundial sobre las Drogas 2024 de la ONU, en 2022 murieron más de 100 mil personas por sobredosis en EE.UU., de las cuales 81,806 fallecieron por consumo de opioides, principalmente fentanilo. ¿Dónde están las acciones contundentes para resolver esto?

La presidenta Sheinbaum lo expuso de manera contundente en su conferencia mañanera: ¿Cómo es que llega el fentanilo o cualquier otra droga a EE.UU.? ¿Qué pasa después de la frontera? ¿Quién la distribuye? ¿Quién la vende en las ciudades estadounidenses, provocando tantas tragedias? ¿Y dónde va el dinero de esas ventas? Estas son preguntas que la Casa Blanca evade responder, porque la narrativa oficial necesita un enemigo externo, una “amenaza” que justifique su política de intervención y militarización en otros países.

Hipocresía imperialista: el negocio de la “guerra contra las drogas”

Estados Unidos no solo es el principal consumidor de drogas en el mundo, sino que también es el epicentro de la maquinaria financiera que mueve este negocio. Mientras se rasgan las vestiduras hablando de narcotráfico, en su territorio las grandes farmacéuticas han generado una epidemia de adicción con opioides legales. Empresas como Purdue Pharma impulsaron por años la venta de OxyContin, un opioide legal que desató la crisis actual del fentanilo. Cuando el desastre se salió de control, el gobierno de EE.UU. no persiguió a los verdaderos responsables con la misma intensidad con la que persiguen a traficantes en América Latina.

Además, el propio informe de la ONU revela otro dato alarmante: el auge de los psicodélicos y la metanfetamina en EE.UU. ha provocado una industria multimillonaria en expansión. En 2020, más de 50 empresas relacionadas con estos productos cotizaban en bolsa, y para 2027 se espera que el valor de este sector se quintuplicará. Es decir, mientras criminalizan a otros países por el narcotráfico, en Wall Street invierten en empresas que promueven el consumo de sustancias psicoactivas con fines comerciales.

Pero el cinismo de Washington no tiene límites. En lugar de aceptar su responsabilidad y actuar en consecuencia, la estrategia ha sido siempre la misma: culpar a otros países y, cuando es conveniente, intervenir con operaciones militares o sanciones económicas. No importa si la injerencia genera caos en Medio Oriente, América Latina o Asia; la justificación siempre es la misma: “combatir el narcotráfico”, “defender la democracia” o “proteger los derechos humanos”.

Las armas que inundan México: el otro problema que ignora EE.UU.

Otro punto que Sheinbaum destacó con fuerza es la proliferación de armas de alto poder en México, muchas de las cuales son de uso exclusivo del Ejército de EE.UU.. ¿Cómo llegaron aquí? ¿Quién las vendió? ¿Por qué en Estados Unidos es tan fácil adquirirlas? Estas preguntas son clave, porque no se puede hablar del crimen organizado sin abordar la responsabilidad directa del tráfico de armas provenientes del país vecino.

El programa “Rápido y Furioso”, que permitió la entrada ilegal de miles de armas a México bajo la supervisión del gobierno estadounidense, es solo un ejemplo de la hipocresía de su política de seguridad. Mientras exigen a México resultados en la lucha contra el narcotráfico, las armerías en Texas, Arizona y otros estados siguen vendiendo rifles de asalto como si fueran dulces, sin importar que muchas de estas armas terminan en manos del crimen organizado.

México ha presentado demandas contra fabricantes de armas en EE.UU., argumentando que su irresponsabilidad ha contribuido a la violencia en nuestro país. Sin embargo, Washington prefiere ignorar el problema, porque la industria armamentista es una de las más poderosas y lucrativas en su economía.

Defensa de la soberanía: México no se somete

Frente a esta realidad, la postura de Claudia Sheinbaum es clara: México no permitirá injerencias en su política de seguridad y seguirá defendiendo su soberanía. La cooperación entre países es importante, pero no bajo condiciones de sumisión ni bajo la lógica imperialista de Washington. La historia nos ha enseñado que cuando EE.UU. “colabora” con América Latina, la cooperación suele traducirse en imposiciones, intervenciones y agendas que benefician solo a ellos.

El gobierno de la Cuarta Transformación ha dejado en claro que trabajará con Estados Unidos en el combate al narcotráfico y el tráfico de armas, pero sin aceptar chantajes ni órdenes. México no será patio trasero de nadie y tampoco será el chivo expiatorio de los problemas que EE.UU. no quiere resolver en su propia casa.

Los morenistas porfirianos y el salario intocable

Por si fuera poco, Sheinbaum también mandó un mensaje a los “morenistas porfirianos”, aquellos que intentan colarse en la Cuarta Transformación con ideas neoliberales y entreguistas. En este caso, dejó claro que vetará cualquier intento de aprobar la ley de cobranza delegada, porque el salario de los trabajadores es intocable.

Este mensaje es fundamental porque dentro del propio movimiento hay quienes buscan regresar a prácticas del pasado, esas mismas que permitieron abusos financieros en sexenios anteriores. La transformación verdadera no se trata solo de cambiar de partido en el poder, sino de mantener los principios que han llevado a Morena a la presidencia: defender a los trabajadores, garantizar justicia social y resistir las presiones de los grupos económicos que han saqueado el país por décadas.

Conclusión: un nuevo capítulo en la relación México-EE.UU.

El mensaje de Sheinbaum es contundente y marca un nuevo capítulo en la relación con Estados Unidos. Ya no somos el país que se arrodilla ante las presiones de Washington. La Cuarta Transformación ha demostrado que se puede dialogar y cooperar sin perder la dignidad ni la soberanía.

Si en la Casa Blanca realmente quieren solucionar el problema del fentanilo, deberían empezar por atender su crisis interna, regular su mercado de armas y acabar con la impunidad de las grandes farmacéuticas. Hasta que eso suceda, sus discursos sobre seguridad y narcotráfico seguirán siendo solo eso: discursos llenos de hipocresía.

México está listo para seguir construyendo un futuro distinto, con justicia y dignidad. La pregunta es: ¿lo está Estados Unidos?