El Vaticano abre el debate sobre el papel de la mujer en la Iglesia, pero posterga decisiones claves

Tras un mes de intensos debates en el Vaticano, la Iglesia católica ha dado un paso significativo al reconocer la falta de visibilidad de las mujeres en su estructura, aunque mantiene en suspenso la cuestión de su ordenación como diáconas. En una asamblea de carácter histórico, celebrada bajo la dirección del papa Francisco, se discutió el rol de las mujeres en la Iglesia, y aunque se dejó “abierta” la posibilidad de su ordenación diaconal, se concluyó que esta “reflexión debe continuar”.

El documento final, de 51 páginas, recoge que “las mujeres y los hombres tienen una dignidad igual como miembros del pueblo de Dios”; sin embargo, señala que “las mujeres siguen topándose con obstáculos para obtener un mayor reconocimiento” en el ámbito eclesial. La falta de una decisión concreta en torno a su ordenación ha sido una decepción para muchas mujeres activistas que esperaban cambios más audaces por parte de la Iglesia.

Desde el pasado 2 de octubre, 368 personas, entre ellos religiosos, obispos y laicos de más de cien países, se reunieron en la Asamblea General del Sínodo sobre el Futuro de la Iglesia. Este encuentro, que en 2023 se llevó a cabo por primera vez, permitió analizar, a puerta cerrada, las perspectivas de evolución de la Iglesia en temas que incluyen desde la formación del clero hasta el rol de los laicos en la selección de obispos. Para los católicos, el papel de los diáconos es importante, ya que pueden celebrar bautizos, bodas y funerales, aunque, como los sacerdotes, solo pueden ser hombres, según las normas de la Iglesia.

Pese a las limitaciones, el documento aprobado por el papa Francisco afirma que “no hay ninguna razón ni ningún obstáculo que pueda impedir que las mujeres ejerzan roles de dirección en la Iglesia”, aunque no especifica cuáles serían esos roles. Asimismo, el texto evita abordar la cuestión de la ordenación sacerdotal femenina, una demanda creciente, particularmente en Europa y América del Norte, aunque todavía genera fuertes divisiones en sectores conservadores de la Iglesia.

Para gestionar los temas más controversiales, el Papa ha delegado a diez grupos de trabajo, que continuarán con las discusiones y presentarán sus conclusiones en junio de 2025. De esta forma, se prevé que las decisiones finales sobre asuntos clave se dilaten, en un intento por promover la descentralización y abordar las diferencias regionales en la gobernanza eclesiástica, una prioridad desde que el papa Francisco asumió en 2013.

Además del papel de las mujeres, el documento final del sínodo plantea la necesidad de reorganizar la formación de los sacerdotes, fortalecer la participación de los laicos en decisiones claves y dar mayor autonomía a las conferencias episcopales en sus respectivas regiones. Se reafirma también el compromiso en la lucha contra la violencia sexual dentro de la Iglesia, aunque no se incluye ninguna propuesta específica sobre el trato hacia los fieles LGBT+. En cambio, solo se reconoce el dolor de aquellos que “se sienten excluidos o juzgados” debido a su sexualidad.

El sínodo, que funciona como un órgano consultivo, ha presentado sus conclusiones al papa Francisco, quien en una medida inusual decidió adoptar las propuestas de manera directa, dándoles un carácter oficial. El Papa anunció que no emitirá una “exhortación apostólica”, ya que el documento aprobado incluye “indicaciones muy concretas que pueden servir de guía para la misión de las Iglesias, en diferentes continentes, en diferentes contextos”.

Este respaldo papal sin precedentes marca un hito en el esfuerzo por hacer de la Iglesia católica una institución más inclusiva, aunque el camino hacia la plena igualdad de género dentro de su estructura aún enfrenta importantes desafíos.