La Desesperación de la “Maleantada”: Un Último Intento del Neoliberalismo para Frenar la Transformación

En el ocaso de un sexenio que ha cambiado la dirección de México hacia un modelo más justo y equitativo, las fuerzas del antiguo régimen, aquellos beneficiarios del neoliberalismo que tanto daño le hicieron al país, empiezan a aparecer de las sombras. Como bien lo dijo el presidente Andrés Manuel López Obrador, “se desató la maleantada”. Y no es casualidad. Personajes como Ernesto Zedillo y Genaro García Luna, quienes representan lo más oscuro y fallido de la política de los últimos 30 años, reaparecen para atacar a un gobierno que, a diferencia de ellos, ha priorizado el bienestar del pueblo sobre los intereses de unos pocos.

El Neoliberalismo de Zedillo: El Inicio del Saqueo

El expresidente Ernesto Zedillo, uno de los grandes artífices de la entrega de la nación a intereses extranjeros y privados, es el primer protagonista de este desfile de antiguos neoliberales. Zedillo, bajo cuya administración se terminó de consumar la privatización de sectores estratégicos como los ferrocarriles y las telecomunicaciones, reaparece para criticar la Reforma al Poder Judicial, que busca precisamente desmantelar los privilegios y corruptelas enquistadas en ese poder.

Es importante recordar que Zedillo fue el encargado de culminar la tragedia del “error de diciembre”, una de las crisis financieras más graves en la historia moderna del país, que hundió a millones de mexicanos en la pobreza y benefició a un puñado de banqueros y empresarios. Para este expresidente, hablar de tiranía es una ironía de proporciones históricas, viniendo de quien gobernó bajo la tutela de organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, quienes dictaron las políticas que empobrecieron a las clases trabajadoras de México.

Si Zedillo habla hoy es porque la Reforma al Poder Judicial toca fibras sensibles del viejo régimen que aún sobrevive en algunos recovecos del Estado. Esta reforma busca democratizar la impartición de justicia, algo que choca directamente con los intereses de quienes, como Zedillo, venían usando las instituciones como escudos para proteger sus desmedidas ambiciones.

Genaro García Luna: El Rostro del Narcoestado

Luego está el caso de Genaro García Luna, un personaje infame que, mientras se desempeñaba como secretario de Seguridad Pública durante el sexenio de Felipe Calderón, estuvo directamente involucrado con el crimen organizado. Hoy, preso en los Estados Unidos por su colusión con el narcotráfico, García Luna trata de proyectar sus propios crímenes sobre la figura de López Obrador, una maniobra desesperada para distraer la atención de su propia corrupción.

Es una vergüenza que algunos sectores de la oposición intenten utilizar las declaraciones de García Luna como un arma para atacar al actual gobierno. ¿Qué credibilidad puede tener alguien que no sólo permitió, sino que facilitó la expansión de los cárteles de la droga en México, colaborando activamente con ellos mientras simulaba una lucha contra el narcotráfico? García Luna es un símbolo del narcoestado que floreció bajo los gobiernos del PAN, particularmente en el de Felipe Calderón, cuyas políticas de seguridad sembraron el caos y la violencia en todo el país.

Lo que resulta indignante es que aquellos que alguna vez cerraron los ojos ante la evidente corrupción de García Luna ahora utilicen su desesperada defensa como una bandera política. Lo que está claro es que esta es una estrategia de la “maleantada” neoliberal para intentar detener la transformación que López Obrador ha iniciado, una transformación que ellos temen porque pone en peligro sus privilegios.

El Regreso de Salinas: Un Fantasma que No se ha Ido

Por último, AMLO bromea sobre la posible reaparición de Carlos Salinas de Gortari, el arquitecto del neoliberalismo en México. Salinas, cuyo mandato estuvo marcado por el despojo sistemático de los bienes nacionales, la entrega de la soberanía energética y una de las más graves concentraciones de poder económico en pocas manos, representa lo más nefasto de la política mexicana.

Aunque Salinas aún no ha hecho declaraciones públicas recientes, su sombra siempre ha estado presente. Desde los escándalos de corrupción que marcaron su gobierno, como el “error de diciembre” que Zedillo consolidó, hasta los pactos oscuros que permitieron la consolidación de monopolios privados en sectores clave de la economía. La historia de Salinas es la de un México secuestrado por los intereses privados y extranjeros, algo que López Obrador ha combatido durante todo su mandato.

Si Salinas se atreviera a reaparecer, como sugirió AMLO, sería un reconocimiento implícito de que el viejo régimen está desesperado. La transformación está rompiendo con los esquemas de poder que ellos establecieron y protegieron durante décadas. Salinas, Zedillo, Calderón y personajes como García Luna son el rostro del pasado, un pasado de impunidad, corrupción y sometimiento a intereses internacionales.

La Transformación Continúa

La desesperación de la “maleantada” es comprensible. Este gobierno ha roto con los pactos de silencio y complicidad que mantenían a la élite política y económica en una cómoda posición de impunidad. Las reformas que López Obrador ha impulsado, desde la recuperación de la soberanía energética hasta la Reforma al Poder Judicial, buscan devolverle al pueblo el control sobre los recursos y las instituciones que durante tanto tiempo les fueron arrebatados.

Los ataques que vemos hoy no son sino el último suspiro de un régimen moribundo. Los Zedillo, los Salinas, los García Luna y los Calderón saben que su tiempo se acaba, y que las transformaciones que se están consolidando son irreversibles. La Cuarta Transformación no es solo un eslogan, es una realidad que se construye día a día con acciones concretas que benefician al pueblo.

Al final, como bien señaló el presidente, si todos estos personajes reaparecen es porque el cambio está funcionando. Y si el viejo régimen está tan nervioso, es porque el proceso de transformación está dando los resultados que tanto prometió. No debemos dejarnos engañar por las mentiras y distorsiones de quienes alguna vez gobernaron para sí mismos, dejando al pueblo a la deriva.

El pueblo de México ha hablado, y lo ha hecho con claridad: quiere un país justo, soberano y libre de los tentáculos del neoliberalismo. Las voces del pasado pueden gritar todo lo que quieran, pero su tiempo ha terminado. La transformación continúa y con ella, un México más equitativo y soberano se consolida día a día.