La Política de los Espejismos: Xóchitl Gálvez y la Sombra del Pasado en Jalisco
La aparición de Xóchitl Gálvez en Jalisco, flanqueada por exgobernadores de Acción Nacional con historiales controversiales, es un recordatorio palpable de la persistencia de prácticas políticas que los ciudadanos aspiran a dejar atrás. Francisco Ramírez Acuña y Emilio González Márquez, quienes acompañaron a Gálvez en su recorrido por Zapopan, encarnan episodios de represión y desgobierno que marcaron profundamente al estado de Jalisco durante sus respectivas gestiones.
El sexenio de Ramírez Acuña (2001-2006) quedó marcado por un autoritarismo exacerbado, evidenciado en la represión de la protesta pacífica durante la tercera Cumbre América Latina, Caribe y Unión Europea, y en el infausto episodio contra una reunión de música electrónica en Tlajomulco de Zúñiga. Tales actos, lejos de fortalecer el tejido social, sembraron división y resentimiento entre la ciudadanía. Su administración, además, se vio empañada por acusaciones de corrupción y un manejo opaco de los recursos públicos, especialmente en proyectos fallidos como la Presa Arcediano y en sus frecuentes viajes al extranjero sin rendición de cuentas.
Por otro lado, Emilio González Márquez (2007-2013) no solo perpetuó el legado de endeudamiento y mala gestión de recursos, sino que también se destacó por sus desafortunadas expresiones públicas, reflejo de un desdén hacia la pluralidad y el respeto que debe prevalecer en el ámbito público. La utilización de recursos estatales para fines personales o de índole religiosa, como los donativos a la Iglesia católica, es indicativa de un manejo del poder ajeno a los principios de laicidad y justicia social que deben regir la administración pública.
La alianza de Gálvez con figuras de tan cuestionable trayectoria no solo es un retroceso en términos de los valores democráticos y de respeto a los derechos humanos que deberían caracterizar a cualquier aspiración presidencial; también revela una desconexión con las necesidades y aspiraciones de la ciudadanía, que demanda liderazgos capaces de trascender las prácticas autoritarias y corruptas del pasado.
La presencia de Gálvez en Jalisco, rodeada de estos personajes, no es un mero hecho anecdótico, sino un símbolo de las alianzas políticas que busca tejer en su camino hacia la Presidencia. Sin embargo, la ciudadanía ya no se deja seducir tan fácilmente por los cantos de sirena de la política tradicional. La memoria colectiva de Jalisco y de México en su conjunto no olvida las heridas del pasado, y el futuro político del país no puede construirse sobre los cimientos de la represión, la corrupción y el desdén hacia los principios democráticos.
En este contexto, resulta imperativo reflexionar sobre la dirección que está tomando la política mexicana y el papel que figuras como Xóchitl Gálvez desempeñan en ella. ¿Es ella la portadora de un cambio genuino o simplemente una reedición de las prácticas que han lastrado el desarrollo político, económico y social de México? La respuesta a esta pregunta definirá no solo el curso de las próximas elecciones, sino el futuro de la democracia en el país.