Astillero

La marcha y los intereses concurrentes // Partidos, empresarios, clero // Articulación opositora // Oportunidad para la 4T


l saldo político de las marchas de este domingo en defensa del Instituto Nacional Electoral es favorable, en primera lectura, a Lorenzo Córdova y la plantilla directiva de ese instituto (el consejero presidente hizo de inmediato un video de aire triunfal), a los partidos convocantes y su gerencia empresarial (Claudio X. González ya prepara el siguiente paso de aliancismo electoral) y a un amasijo de intereses latentes, en acecho, sin suficiente análisis y exhibición públicas hasta ahora (en particular, el rol de los mandos de la Iglesia católica, que tomaron el caso del INE como detonante de un peligroso activismo contra el presidente López Obrador y la llamada 4T: léase el análisis previo de Bernardo Barranco en La Jornada https://bit.ly/3hJ5MYc).

Por primera vez, la amalgama de fuerzas opositoras consiguió realizar marchas considerables en ciudades del país y especialmente en la capital. Es posible que a partir de esta marcha la oposición pueda sentirse vertebrada y relativamente exitosa, a pesar de la abochornante participación de personajes repudiables (Fox, Alito, Elba Esther, Madrazo, Margarita Zavala, entre otros, todos con saldo negativo en cuanto al proceso democrático nacional; aunque ha de señalarse que en integraciones de poderes morenistas también se ha recurrido a personajes productores de vergüenza).

Pero, aun cuando tal no haya sido la intención de los ejes convocantes de esta marcha, su cuantía (más allá de las estimaciones polarizadas: entre 10 y 12 mil asistentes, dijo el morenista Martí Batres; 640 mil, calculó el ex director del Cisen calderonista Guillermo Valdés) podría llevar a reflexión y corrección al flanco políticamente dominante, el de Morena o la 4T o Palacio Nacional, en cuanto a una narrativa más que optimista respecto a un triunfo electoral que se proclama inevitable en 2024.

El avance opositor ha dado articulación a fuerzas e intereses hasta ahora ineficaces en ese propósito. Su reto consiste en mantener la unidad y retardar la evidencia de la voracidad electoral de sus principales convocantes, los partidos y sus ramales de presunta sociedad civil, pues el asomo crudo de esos propósitos podría desencantar inoportunamente a quienes creen que una movilización así obedece sólo a motivaciones cívicas elevadas y no a cálculos partidistas sumamente terrenos y prosaicos.

Esa fuerza opositora congregada en varias marchas no es mayor ni distinta a la que antes estaba desperdigada. La llamada Cuarta Transformación mantiene su base social dura y podría rebasar holgadamente las manifestaciones opositoras realizadas este domingo. Llenar el Zócalo y desbordarlo por sus calles aledañas no representaría mayor problema para un partido o un movimiento que tiene un poder consolidado en los gobiernos federal y estatales y en otros ámbitos de la vida institucional.

Pero, más que confrontar números o rivalizar en músculo, el poder dominante tiene ante sí una notable oportunidad temprana de evitar errores y excesos. El diferendo social relacionado con una reforma electoral y su expresión concreta en el INE tiene una doble insuficiencia: los opositores defienden un inmovilismo inaceptable en instituciones necesariamente cambiantes y se anclan en un discurso de fantasiosa eficacia democrática (el orador único, José Woldenberg, recurrió ayer a esos lugares comunes, en una alocución menor); los promotores de la reforma, a su vez, empujan una propuesta que no ofrece avances de fondo, susceptibles de consenso, sino una visión inmediatista que de ser aprobada concentraría el desenvolvimiento electoral en las cúpulas de los partidos y, particularmente, en el poder de la popularidad actual del ocupante de Palacio Nacional. Corregir y mejorar esas propuestas de reforma electoral podría ser el mejor saldo de las intensas vivencias de estos días.

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Fuente: La Jornada