Astillero
La marcha del próximo domingo, en defensa del funcionamiento actual del Instituto Nacional Electoral (INE), ha generado una intensa discusión pública. Como viene sucediendo en nuestro país en otros temas sustanciales, la controversia se aferra a puntos preconcebidos y a la feroz búsqueda de predominancia de una postura sobre la otra, aunque la materia del debate pueda estar distante de lo que las partes alegan o inclusive aunque los planteamientos defendidos sean insuficientes respecto al tema en disputa.
Quienes pretenden un inmovilismo antinatural en una institución de interés público, como es el INE, idealizan una muy discutible eficacia y proclaman un paraíso electoral que no corresponde a los problemas, abusos y fraudes que esa estructura y sus directivos han prohijado durante décadas (antes IFE, ahora INE).
“No tocar” al INE es una proclama impropia de opositores que realmente deseasen reformar la vida nacional: se podría optar y pelear por cierto tipo de reforma, pero apostar por un estatuismo institucional en una materia con tanta viveza es un contrasentido.
Por su parte, quienes respaldan una reforma electoral propuesta por Palacio Nacional no reparan en la evidencia de que el rediseño enunciado es marcadamente incompleto, reductivo en lo presupuestal público pero no en el histórico dominio del dinero no fiscalizado, supresor del esquema tradicional de cargos legislativos plurinominales, pero instaurador de una variante más concentradora de poder en las cúpulas partidistas, elector abierto de consejeros y magistrados a partir de propuestas sólo de los poderes, sin apertura ni viabilidad a candidaturas independientes a esos puestos ni a otras plazas de representación popular.
El problema de fondo es que promotores y opositores de una reforma electoral están instalados ya en la lógica guerrera de 2024, con importantes estaciones en 2023, Coahuila y estado de México. Unos y otros están peleando a corto plazo y con miras igualmente limitadas: las elecciones en puerta, angustiados los opositores porque una derrota en el rediseño del INE y del tribunal electoral les puede significar un fatal destino derrotado, cuando menos de seis años más; los promotores de la reforma empecinados, a su vez, en sacar adelante los cambios porque de ello dependerá en buena parte la probabilidad de continuidad del proyecto llamado 4T.
En otros foros de la Gran Carpa México se multiplican los conflictos interescuadras, que podrían implicar cambios de equipo: Ricardo Monreal entona Amarga navidad, del vate José Alfredo, para anunciar que diciembre le está gustando para irse, luego de la embestida retórica y de difusión inmobiliaria familiar que le dirigió la gobernadora Layda Sansores. Ayer, en el contexto de un desmentido a un columnista de prensa, la sedicente creación monrealista, Sandra Cuevas, se abrió de capa y usó la frase del zacatecano, “Claudia, frena (o calma) tu jauría”, para meter a Sheinbaum al embarradero mediático.
A su vez, la ex secretaria de Economía, Tatiana Clouthier, le enmendó o quiso enmendarle la plana a su sucesora, Raquel Buenrostro, quien ante legisladores había señalado que el equipo de la sinaloense-regiomontana no había hecho bien la tarea en cuanto a diferendos en el contexto del tratado comercial norteamericano (TMEC). Algunas voces aseguran que Clouthier tiene futuro en 2024, tal vez en el equipo de Claudia Sheinbaum si ésta fuera la jugadora designada, aunque otras voces afirman que cada vez se aleja más del ánimo de Palacio Nacional.
Y, mientras organizaciones defensoras del medio ambiente han dado a conocer argumentos a favor de reformar la Ley General de Salud en materia de Plaguicidas Altamente Peligrosos, que está en proceso de análisis y probable votación en el Senado, entre resistencia de grandes productores y empresarios, marrullerías y engaños, ¡hasta el próximo lunes!
Julio Hernández López